La vida a toda velocidad del concejal Germán Mayo Correa
El edil fue parte de la época de oro del automovilismo y compartió con grandes corredores. Una afición que siguió con entusiasmo hasta que se transformó en una pasión que lo ha acompañado por siempre.
"Cuando uno acelera a fondo en la pista de carreras y va detrás de un competidor, con el ruido del motor a full y el olor a combustible, sólo piensa en el momento exacto donde adelantarlo; ese instante, ese momento preciso, ese segundo, hace toda la diferencia".
Germán Mayo Correa, 82 años, actual concejal de la Municipalidad de Santo Domingo, ex presidente de la Asociación de Volantes de Chile, ex presidente de la Federación Nacional de Automovilismo, entre muchos otros, protagonizó páginas históricas de la época dorada del automovilismo de Chile. Esa época donde todo se hacía a pulso, donde había que meter las manos en el aceite, apretar tuercas, ajustar mangueras, sacarle partido a las cajas de cambio a motores antiguos, a ejes de levas, piñones, pistones, magnetos, en fin... una serie de elementos que unidos hacían de esos verdaderos engendros, unos bólidos sobre las pistas de tierra de los años 60.
En medio de toda esa aventura y verdadera pasión por los fierros, estaba este hombre que desde pequeño sintió atracción por correr a altas velocidades y competir.
Por eso cuando acompañó a sus tíos a presenciar sus primeras carreras de autos en el recordado Circuito Sur de Santiago, encontró que ahí había algo por lo que valía la pena esforzarse.
En una apretada síntesis se puede decir que en 1959 debutó en el circuito Cerro Condell, en Curicó, a bordo de un Ford modelo Ranchero de 1957. En Turismo Carretera -serie donde se enfrentaban los autos de mayor cilindrada- corrió por primera vez en el circuito del Parque Cousiño en Santiago, pero sería en el antiguo circuito de Las Barrancas, entre 1962 y 1965, donde lograría sus mayores éxitos: cuatro veces campeón compartiendo la pista con otros grandes de los motores en Chile como Raúl "Papín" Jaras, Juan Gac y Boris Garafulic, entre otros.
Fue la etapa dorada de este deporte en Chile, con cientos de corredores, decenas de clubes incorporados a la federación, además de miles de personas en las tribunas y las pistas de todo el país.
De ahí restaría sólo un pequeño impulso para ser dirigente y presidente de la Asociación de Volantes de Chile, donde con un grupo de jóvenes, llegó a remecer el ambiente. Fue fundador de la rama de automovilismo de la Universidad Católica y su máximo dirigente por muchos años. Así obtuvo reconocimientos como el trofeo al mejor piloto del año otorgado por el Círculo de Periodistas Deportivos de Chile en 1963; medalla de Caballero Cruzado de la UC y varias más.
Corrió en circuitos de todo el país, participó en carreras en rutas como la recordada Sopesur que llevaba a los pilotos por Santiago, Concepción, Temuco, Valdivia, Puerto Montt, ida y regreso.
En fin, una vida a toda velocidad y con el acelerador a fondo.
Una pasión
En la casa de Germán Mayo, en Santo Domingo, se aprecia parte importante de esta historia. Medallas, trofeos, galvanos, recortes de diarios, de revistas son un preciado tesoro.
Incluso aún tiene el buzo antiflama y el casco que lo acompañaron durante gran parte de su carrera.
Es un tema que lo apasiona, que aún lo hace vibrar.
"Toda mi vida funcionó en base a la mecánica, aprendí de chico a meterme a los fierros. Era despierto, me gustaba intrusear en los motores y les tomé cariño. Aprendí a manejar desde cabro chico, pero ya más grande me dediqué a ser piloto de carreras", comenta Mayo mientras mira de reojo un cuadro donde aparece formando parte del Team Gemaco en el circuito de Las Vizcachas y junto a su preparador Raúl Bravo Villalobos, su hijo Germán Mayo De Goyeneche y su hermano Rodrigo, con quienes compartió en la pista y los enfrentó al mismo tiempo.
-¿Qué estilo de conducción tenía?
-Yo me dediqué más a circuito que a carreras en pista. Me gustaba manejar, me encantaba tratar de pasar al otro teniendo un auto que no era tan rápido. Era tranquilo para conducir, no era violento.
-¿En esa época había mucha diferencia entre las máquinas en competencia?
-En la primera época de los Turismo Carretera mirábamos mucho lo que se hacía en Argentina. Allá hacían sus propios autos, tenían a los mejores mecánicos, los mejores carroceros, los mejores pintores. Había sólo tres marcas: Ford, Chevrolet y Dodge y con eso tenías que arreglártelas. Entonces, preparabas el motor de la mejor manera posible.
-Entonces el piloto marcaba la diferencia...
-Claro, ahí debías saber cuándo frenar, cuándo acelerar, debían saber hasta qué punto exigías a tu auto y el motor. Eso sólo lo puede saber el piloto que se dedica a conocer bien su máquina. También importa el apoyo que tienes al borde de la pista, que te tomen el tiempo. Saber qué pasa si uno frena 50 metros más allá, cómo tomo la curva. Es un trabajo de auto, piso, adherencia, aceleración.
-¿Qué tanto conocía el circuito de Las Barrancas?
-Lo conocía muy bien, sabía como enfrentar cada curva, sabía donde estaba cada bache, cada hoyo. Uno tiene que caminar la pista, saber cada detalle. Eso marcará la diferencia.
-Llegaba a soñar con esa pista...
-Jajajaja. Sí. Eso me pasaba. Lo podría haber recorrido con los ojos cerrados. Por eso gané en tantas veces, salía a cada rato en los diarios, me hicieron muchas entrevistas y compartí con grandes pilotos. Siempre me acompañó mi familia y por eso mi hijo, Germán Mayo de Goyeneche siguió con el mismo entusiasmo que yo y mantuvo esa tradición. Siempre los tuve presente y siempre los hice partícipe de esta afición y gusto por las carreras.
-¿Cuál era su secreto para correr a 200 kilómetros por hora?
-Conocer bien la máquina que tienes. Transmitir las sensaciones que el auto te hace sentir.
-¿Y para ser el más veloz?
-Eso es lo mejor. Yo conocía a mis rivales, sabía en qué momento frenaban, cuándo aceleraban. Buscaba el momento justo donde atacar y en qué instante defenderme. Hay que ser inteligente para correr porque no sacas nada con acelerar a fondo y romper el motor.
Germán Mayo dictó cátedra con los colores de la UC y con su auto íntegramente preparado en su taller Gemaco; lo mismo con sus coches traídos desde Argentina que le dieron prestigio a su team junto a su hijo Germán.
A inicios de los años 90, Germán Mayo puso término a su histórica carrera como piloto de primer nivel, ya los costos se salían de control para ser competitivo. Fue algo gradual, pero siguió como amateur.
Su "liebre", ese coche en base de Ford Torino y carrocería de fibra de vidrio de colores verde y amarillo con el que corrió en Las Vizcachas, fue vendido al conocido empresario dueño de Tur Bus, Jesús Diez, para su Museo del Automóvil; luego pasó a manos del también empresario e integrante de la Escudería Vitacura, Antonio Ortúzar, quien lo está preparando para exhibición.
-Oiga don Germán ¿qué le pasará cuando vuelva a ver ese auto?
-Uhhh, habrá nostalgia, mucha nostalgia. ¡Me van a dar ganas de subirme a un auto de carreras de nuevo! jajajaja...
Y al ver los ojos claros de este antiguo piloto de carreras, la emoción que denotan, uno no tiene más opción que creerle.