Antonio Barisione, el campeón que encontró en Cartagena un rincón de su querida Génova
Durante 1926 y 1930, la natación chilena supo de la figura de Antonio Barisione, deportista italiano que se radicó en Cartagena en la década de los sesenta. Su mayor osadía fue decirle que no a un llamado desde su propia patria.
En 1927 la figura del italiano Antonio Barisione dentro de la natación chilena era grande. Ese año, con 23 años de edad, fue el campeón nacional y recordman en la especialidad de 300 metros estilo libre.
Defendiendo los colores del club Audax Italiano, el nadador italiano supo de jornadas de gloria en diferentes piscinas a lo largo del país.
Su imponente figura aparecía constantemente en la portada de la prestigiosa revista de la editorial Zig-Zag "Los Sports" y en poco tiempo se llenó de copas y medallas.
Un año antes, Antonio Barisione había viajado en el barco de guerra "Curtatone" directamente desde Génova hacia Chile. En el país ya se encontraba su padre Francesco, quien en 1924 había emigrado desde "La Bota" tras la Primera Guerra Mundial.
El patriarca Francesco había llegado a Santiago directamente a vivir a la calle Grajales, en el centro de la capital, y al igual que muchos de sus compatriotas, se instaló con un negocio de fuente de soda.
Los Barisione eran originarios de Sestri Ponente, al oeste de Génova, ciudad perteneciente a la región de Liguria.
Antes de llegar a Chile, Francesco Barisione se desempeñaba como ingeniero naval, mientras que su hijo Antonio (nacido el 3 de septiembre de 1904) tenía en mente un solo objetivo: ser parte del equipo olímpico italiano de natación que participaría en los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928, y para eso entrenaba diariamente en el club Fratellanza Sportiva Sestrese.
Pero el destino y la posguerra quisieron que Francesco y su hijo Antonio recomenzaran sus vidas lejos de Europa. Años después llegaría el otro hijo de Francesco, de nombre Mario, con lo que las raíces italianas se quedarían instaladas firmes en suelo criollo.
El mejor de chile
Sin la posibilidad de llegar a los Juegos Olímpicos de Amsterdam, Antonio Barisione continuó su carrera como nadador en el país.
Apenas llegó en 1926, fue captado por un dirigente de Audax Italiano que sin pensarlo dos veces lo inscribió en el equipo de natación. Su biotipo europeo y su ritmo de braceo rápidamente sacaron diferencias dentro de la competencia nacional.
Por eso que en el año 1927 ya era la figura número uno en las piscinas chilenas y se daba el lujo de acaparar portadas en los medios deportivos.
En la especialidad de 300 metros libres logró instaurar el récord nacional y el apellido Barisione fue sinónimo de victorias.
Y fue tanta la repercusión que tuvieron sus triunfos, que a finales de 1927 un llamado tomó totalmente por sorpresa a Antonio. La comunicación venía directamente desde Italia.
No a italia, no a chile
La Federación de Natación lo estaba tratando de ubicar para que fuera parte del equipo olímpico que participaría en Amsterdam en la máxima cita del deporte mundial.
El sueño por el que tanto entrenaba diariamente Antonio en Sestri Ponente, y que había tenido un pequeño paréntesis producto de su estadía en Santiago, se estaba haciendo realidad pese a los miles de kilómetros de distancia.
Sin embargo su respuesta fue negativa. Rechazó el ofrecimiento guiado por un claro convencimiento. Pensaba que si aceptaba, podía ser reclutado por las Fuerzas Armadas de Italia. El fantasma de la Segunda Guerra Mundial estaba latente en el viejo continente y Antonio no estaba dispuesto a correr ese riesgo.
Pero aquella no fue su única negación importante. También le dijo que no a las innumerables veces que la Federación Chilena de Natación le ofreció nacionalizarse y representar la bandera de la estrella solitaria en los Juegos Olímpicos de Amsterdam.
"Nunca quiso perder la nacionalidad italiana, de eso era bien convencido", reconoce en la actualidad Francisco, uno de los tres hijos de Antonio.
Cartagena es génova
La época de gloria de Antonio Barisione dentro de la natación chilena se acabaría a principios de la década del treinta cuando dejó oficialmente de competir.
Lejos de las piscinas se desarrolló en diferentes trabajos. Uno de ellos fue en una joyería en Santiago y la otra como dibujante a mano alzada donde tuvo la oportunidad de compartir con un compatriota que dejó huella en el país: Renzo Pecchenino, conocido popularmente como Lukas.
Pero fue en la década de los sesenta cuando Antonio volvió a sentirse como en casa. Motivado por las ganas de su padre Franceso de abandonar la capital, tomaron rumbo hacia Cartagena. Las características geográficas del balneario les hacía recordar a su natal Génova.
Lo primero que hizo el patriarca de los Barisione fue arrendar el restaurante llamado "Casinos Diana" que estaba justo frente a la Playa Chica. Allí instauraron la comida italiana que siempre ha sido generosa en pastas y postres que sacan suspiros.
Antonio, que siempre fue fanático por el deporte, aprovechaba de nadar constantemente en el océano Pacífico. Ya sin la presión de tener que romper una marca, flotaba tranquilamente como si estuviera en el mismo mar que bañaba las costas de su querida Génova. Nunca quiso seguir la posta comerciante de su padre Francesco. Los negocios y los números los veía de lejos.
En Cartagena conoció a su señora Rosa Mercedes Barrera Sepúlveda, con quien se casó y formó una familia que componen además de su hijo Francisco, sus hijas Rosa y Ana.
Como buen italiano, su núcleo familiar era lo que más lo hacía feliz. Los domingos disfrutaba de la pasta fresca que cocinaba su hijo Francisco. No podía decirle que no a un buen plato de ravioles caseros.
Para mantenerse bien en lo físico, salía todos las mañanas a andar en bicicleta, rutina que repitió hasta el último día de su vida.
Fue justamente el 18 de septiembre de 1996 (una fecha muy patriótica para alguien que no quiso la nacionalidad chilena), con la edad de 92 años, el día del triste fallecimiento de Antonio Barisione, el joven nadador italiano que llegó a Chile para dejar su legado dentro de la natación nacional, y que disfrutó en Cartagena de las mismas postales e imágenes que lo transportaban a Sestri Ponente, aquel lugar en Génova donde comenzó su historia.