Los días de furia de Lucía Hiriart de Pinochet en San Antonio
Ni el temido Manuel "Mamo" Contreras pudo evitar que la mujer del dictador descargara su ira en contra de un sacerdote que le dio la mano al ex Presidente Eduardo Frei Montalva en la parroquia de Santo Domingo.
Parroquia de Santo Domingo. Agosto de 1975. El sacerdote de origen estadounidense Gerald Brown terminó la misa del mediodía y se acercó a la puerta del templo para saludar a sus feligreses. El alcalde designado, Domingo Gálmez, su mujer Inés y el ex presidente Eduardo Frei Montalva, quien llegó de sorpresa a la ceremonia junto a un colaborador, eran parte de los asistentes. El ex mandatario solía pasar semanas completas en la comuna parque descansando y escribiendo en la residencia de su amigo Alberto Klein.
El párroco, un declarado defensor de la dictadura de Pinochet, tenía el hábito de quedarse conversando y saludando a quien se le pusiera por delante. Probablemente no sospechó que esa buena costumbre lo convertiría en víctima de la furia irrefrenable de Lucía Hiriart, la esposa de Augusto Pinochet, que recorría el país como primera dama y presidenta del Centro de Madres de Chile (Cema) con tanto o más poder que su marido.
Sangre en el ojo
Frei Montalva se acercó, estiró su mano y se saludó con el presbítero. No fueron más de 20 segundos, pero bastaron para que Inés de Gálmez acusara el hecho a su jefa de Cema y amiga, Lucía Hiriart.
"Cómo se le ocurre a ese cura de mierda darle la mano a ese desgraciado", habría reaccionado furiosa la primera dama. El castigo de "Lucy" llegó en menos de 24 horas.
El episodio, casi absurdo, pero demostrativo de la personalidad obsesiva de la mujer del dictador, fue mencionado brevemente en el libro de 2013 "Doña Lucía, la biografía no autorizada", de la periodista Alejandra Matus.
Hace un par de semanas, la profesional y su colega Patricia Lutz, coautora de "Insaciables", la biografía novelada del matrimonio Pinochet Hiriart, volvieron a referirse a ese altercado. Ambas investigadoras fueron invitadas al programa "Bienvenidos" de Canal 13, donde ahondaron en la fortuna que hizo la viuda del ex gobernante a través de Cema.
En 2005, tras el procesamiento del clan Pinochet por el caso de las millonarias cuentas en el banco Riggs, un testigo del hecho escribió una carta a un medio escrito de circulación nacional contando lo que había pasado. La misiva nunca llegó al papel. No conforme con eso, el hombre publicó el texto en un blog, en internet. Se trata de Aníbal Barrera Ortega, oficial de Ejército hasta 1981 y antiguo agente de inteligencia en San Antonio. Hoy, convertido en periodista en la región de la Araucanía, contó a Diario El Líder lo que presenció entre agosto del 75 y fines del 76.
"Conocí de cerca a la señora Hiriart y a todo su grupo familiar (...). Asumo que es posible que se termine no creyendo en mi relato, pues sobrepasa lo absurdo", dice.
Según el entonces teniente, al día siguiente de la misa en que Frei Montalva y el sacerdote se dan la mano, "el director de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, coronel Manuel de la Fuente, recibió un criptograma (mensaje confidencial) proveniente de la Casa Militar de la Presidencia de la República. Se le ordenaba prohibir el ingreso del sacerdote Gerald Brown a los recintos de ese instituto militar, de la Gobernación Provincial de San Antonio y de la Hacienda Bucalemu, lugar de descanso de los Pinochet y donde había oficiado cien veces la misa para el dictador y los invitados de turno. Uno de los más persistentes era el difunto senador Jaime Guzmán".
"El coronel De la Fuente, católico observante y amigo del padre Gerald, no se atrevió a objetar esa orden increíble. El clérigo fue notificado por mí de las prohibiciones impuestas. No lo podía creer. Me pidió que yo le dijera al coronel que estaba dispuesto a repudiar públicamente haberle dado la mano a Frei y me confidenció que sabía que doña Lucía lo detestaba", revela a cuarenta años del suceso.
Lucía Hiriart le tenía sangre en el ojo al sacerdote. Este último confesó haber traído al país el libro "Nadie se atreve a llamarte conspiración", un texto con que los ultra católicos denuncian una supuesta confabulación de los judíos, marxistas y masones para dominar América. Su acto no escapó de los oídos de la "Señora Lucía", quien se autoconfería el rol de guardiana de la moral cristiana y la patria.
"El padre Gerald acotó que doña Lucía nunca le dijo nada, pero que en una discusión entre ella y su marido, había podido escuchar a la mujer mencionarlo como 'cura lunático'", confidencia Barrera.
Su palabra ES LEY
Pasó el tiempo. El coronel Manuel Contreras, director de la Dina, tomó la decisión de intervenir en beneficio del cura Brown. En marzo de 1976, los capitanes Gerardo Urrich y Julio Cerda, ambos de la Dina y actualmente investigados por la muerte y desaparición de personas en el gobierno militar, arribaron hasta el cuartel de la Escuela de Ingenieros y solicitaron al director de aquel entonces, coronel Julio Bravo Valdés, que les procurara una conversación con el cuestionado sacerdote.
"En mi condición de oficial S-2 (inteligencia) de la Escuela de Ingenieros, me correspondió habilitar una oficina para que esos oficiales hablaran con el presbítero. Terminada la conversación, los capitanes anunciaron al coronel Bravo que emitirían un informe totalmente favorable a la rehabilitación del padre", cuenta Barrera.
A pesar de la recomendación de los hombres de Contreras, uno de los militares más cercanos a la primera dama, no pasó nada. La decisión de Lucía Hiriart era ley.
En noviembre del 76, se avisó a la Escuela de Ingenieros que la familia viajaría a Bucalemu a pasar el fin de semana. La institución debía asegurar la integridad del autoproclamado Presidente y capitán general.
"El coronel Bravo me dijo confidencialmente que ésa iba a ser la oportunidad para hablar con el general Pinochet sobre el caso Gerald Brown. Arribados los visitantes, el coronel Bravo y yo fuimos invitados a tomar once con Pinochet y su mujer. Después de hablar generalidades sobre la situación del puerto de San Antonio, Pinochet le dijo a Bravo que quería oír la misa el día domingo y que preparara lo conveniente", revela.
Aníbal Barrera asegura que así fue la escena en que Lucía dio el portazo definitivo al padre Brown:
"Mi general -empezó diciendo Bravo con cautela-, yo creo que sería ésta la ocasión de invitar al padre Brown a…".
"¡Por ningún motivo, Augusto!", replicó Lucía Hiriart. "Ese cura sinvergüenza que te venía a bolsear el whisky y que se permitió darle la mano a ese canalla de Eduardo Frei no me pone un solo pie en Bucalemu", ordenó.
Más víctimas
Brown no fue el único que conoció la furia de Lucía Hiriart en San Antonio. El ex diputado Sergio Velasco de la Cerda recuerda que "en una oportunidad ella visitó el hospital Claudio Vicuña y persiguió al doctor René Castro por ponerse la mano en el pecho, al lado izquierdo, frente al corazón. Él tenía el bolsillo de la cotona roto y se quiso tapar, pero esta mujer lo tomó como un gesto en contra de ella". Se desconoce cuál fue el precio que tuvo que pagar por inocentemente molestar a la señora del general, pero probablemente no salió sin castigo.
No se sabe por qué, pero el pianista Roberto Bravo también había caído en desgracia con la primera dama. Aunque no era del gusto de Hiriart, el artista no había sido perseguido y censurado como otras figuras que no simpatizaban con el régimen.
De acuerdo al relato de Velasco, el músico era invitado estelar a una de las jornadas musicales que hasta la actualidad ofrece la comuna de Santo Domingo. Para su mala suerte, justo ese día llegó el matrimonio Pinochet-Hiriart. Lucía entró en cólera y obligó a los militares a desarmar el escenario preparado para Bravo y a expulsarlo de la provincia. "Lo echó, simplemente lo echó vulgarmente", recuerda Velasco.
Según antecedentes de la congregación de los Misioneros Vicentinos, el padre Gerald Brown falleció en el extranjero. Aníbal Barrera está radicado en Temuco, donde colabora para distintos medios. Lucía Hiriart de Pinochet, en tanto, cumplirá 94 años en diciembre. Pasa sus días sola, encerrada en su casa. Es más cuestionada que nunca y sus antiguos amigos que salían a defender a ella y a su marido ya no están.