El historial de naufragios y muertes que esconde el Litoral de los Poetas
Más de 120 embarcaciones y un indeterminado número de vidas han llegado a su fin en las aguas del Pacífico, frente a la provincia de San Antonio.
Luis Amigo estaba de paseo en Santo Domingo cuando escuchó el bullicio de un tumulto en la playa Marbella. Era un grupo de curiosos intentando descubrir qué eran los misteriosos trozos de madera que las olas arrojaron sobre la arena.
Por la forma curva de los troncos notaron de inmediato que se trataba de los restos de una embarcación y no de un trozo de palo cualquiera. Luis no lo dudó ni por un segundo. "Estaba siendo testigo de la historia", contó.
El hallazgo ocurrió el domingo 14 de agosto y hasta la fecha se desconoce a qué barco correspondía. Los restos están en custodia en el Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio (Musa) a la espera de ser identificados, tarea que es tan difícil como buscar una aguja en un pajar.
Hasta la fecha existe un registro de más de 120 naufragios frente a las costas de la provincia de San Antonio. Sin contar los casos en que pequeñas lanchas pesqueras se han extraviado en la inmensidad del océano.
José Luis Brito, el conservador y director del Musa, recopiló para su libro "San Antonio: nuevas crónicas para su historia y geografía" las increíbles hazañas y penurias marítimas que se han vivido desde los tiempos de la Colonia hasta la actualidad entre Algarrobo y Rapel.
El primer hundimiento del que se tiene información ocurrió en 1544. Se trató de la nave de un comerciante español que fue destruida en medio de un temporal. Los pocos náufragos que llegaron a tierra firme fueron asesinados por los indígenas que habitaban el lugar.
Desde ese accidente hasta 1855 se tienen datos de otras 11 tragedias de estas proporciones. Las anclas de "Matilde", "Jowa" y "Panchita", entre otras, descansan en lo más profundo del mar sanantonino.
El 16 de marzo de 1858, mucho antes de que se diera inicio a la construcción del puerto, San Antonio fue testigo de un hecho nunca antes visto.
Ese día, la embarcación de origen alemán "Bertha" se estrelló contra unos roqueríos quedando gravemente dañada. Cuando la emergencia estaba a punto de ser superada, una turba sin control arrasó con todas las mercancías que transportaba la nave.
El Mercurio de Valparaíso informó el suceso y agregó se tuvo que "pedir auxilio al Gobernador de Melipilla para detener el pillaje".
Las joyas perdidas
Como el Canal de Panamá no fue inaugurado hasta agosto de 1914, la costa de San Antonio era tránsito obligado para las embarcaciones que cruzaban el Estrecho de Magallanes y luego viraban al norte hacia los puertos latinoamericanos.
Tres años después del saqueo al buque germano, "Ressource", un transporte de la Armada Imperial Francesa que se dirigía de Tahití a Valparaíso, fue víctima de la inexperiencia de su capitán y "encalló en los bajos de Rapel, a las 12 de la noche del 12 de noviembre de 1861", según cuenta la investigación de Brito.
"Veinte hombres perecieron ahogados. Sólo cinco personas sobrevivieron, entre ellas una mujer adulta que se dirigía a Francia con una fortuna de 18 mil francos, reunidos en Tahití. La millonaria cifra para la época se perdió totalmente. Con toda seguridad consistía en monedas y joyas, las que aún deben estar en el lugar, pues no se ha sabido que alguien las encontrara o ni siquiera que hayan sido buscadas", agrega el documento.
Desgracia británica
Un año más tarde, en junio de 1862, la desgracia tocó las vidas del "Rotary", un barco inglés que viajaba desde México a Chile. Frente a Santo Domingo, perdió el control y se estrelló contra las rocas. Un indeterminado número de personas murió aquel día. Otros tantos nadaron hasta una playa, a la altura de Bucalemu. De acuerdo a las crónicas de la época, el propio Claudio Vicuña Guerrero, dueño de la hacienda, atendió a los afectados.
El nuevo siglo
Con la llegada del siglo XX, los ingenieros y técnicos constructores navales incrementaron significativamente su capacidad de fabricar barcos más grandes y resistentes, pero no lo suficiente como para dominar la incalculable furia de las olas y el viento.
Entre 1900 y el 2000, se contabilizaron 51 hundimientos en las costas de San Antonio. El primero fue el "Ingeniero Mery" de la Armada de Chile. "Denominado inicialmente como "Capitán Thompson" sufrió un desperfecto el 12 de abril 1903. Varó en Punta Toro, doce millas al sur del puerto", recuerda Brito en su estudio.
"Castilla"
A las 5.15 de la madrugada del 3 de marzo de 1940 la muerte tocó al "Castilla". Naufragó en la Punta Córdoba en las inmediaciones de El Tabo. Iba desde Valparaíso a San Antonio.
"El accidente se produjo mientras navegaba con neblina cerrada. Se presume que hubo un error de alrededor de tres millas en la estimación, en el instante de cerrar el rumbo hacia San Antonio. En los últimos años varios restos de la embarcación han sido encontrados por buzos de la zona. A mediados del 2006, después de un temporal, aparecieron los restos de la sala de máquinas entre los roqueríos costeros", indicó.
"También se han encontrado los esqueletos de lo que parecen ser náufragos, pues se trata de huesos de hombres "blancos" y no indígenas enterrados en la arena de la playa. Estos se encuentran justo en frente de la zona del naufragio del "Castilla". En la actualidad una playa de El Tabo lleva el nombre de este barco", explicó José Luis Brito.
Colisión
El 4 de febrero de 1953, dos embarcaciones provocaron un insólito choque en el mar. El pesquero alemán "Hai" colisionó violentamente el chileno "Albatros".
"Fue debido al descuido y falta de vigilancia hacia el exterior, cuando éste ("Hai") estaba aún levantando su ancla. El "Albatros" resultó con averías pero no hubo lesionados", consigna el estudio.
Tres años después, el 16 de marzo de 1956, el "Pescarauco 3" se convirtió en el nombre de la tragedia. "Había zarpado de San Antonio el 13 de marzo en una expedición de pesca hasta Constitución. El 16 inició de inmediato su regreso a San Antonio. Su capitán, de nacionalidad alemana y único sobreviviente de la tragedia que sobrevino después, viajó sin cartas de navegación, guiándose únicamente por su apreciación personal. Tampoco tomó precaución alguna al navegar en las proximidades del bajo Rapel e incluso ignoraba quién gobernaba el buque durante su ausencia en el puente de mando".
Su imprudencia concluyó en un horrible hundimiento en que se perdieron 16 almas en medio del Pacífico. El capitán "manifestó que el buque se perdió a causa de una explosión en la máquina. Sin embargo, por medio de la investigación y autopsia de algunos cadáveres encontrados, se pudo concluir que el naufragio se debió al choque del buque contra una roca", dice el texto elaborado por el conservador del Musa.
Milagro
El último afectado por el mar sanantonino antes del cambio de milenio fue el "North Island", una motonave chipriota, que a diferencia de las anteriores transformó la mala suerte en un milagro.
"Había recalado en el puerto de San Antonio cuatro días antes del siniestro (7 de septiembre de 1997) que causó su pérdida total, procedente de Veracruz, México, con un cargamento de 6.000 toneladas de fertilizantes. Ante el mal tiempo que produjo fuertes marejadas y que comenzó a cortar amarras de los buques atracados en los sitios portuarios, la autoridad marítima dispuso la salida de los siete mercantes que se encontraban en el terminal".
"El North Island pretendió fondear en el antepuerto, pero la marejada no se lo permitió. Terminó varado sobre un banco de arena en la desembocadura del río Maipo, donde se partió en dos en medio de una copiosa lluvia y neblina", finaliza la recopilación de Brito.
Aún en el recuerdo
El caso del último naufragio en la zona sigue fresco en la memoria de los sanantoninos. El 16 de agosto del 2012, el "Ocean Breeze" cortó su ancla cuando se encontraba a la espera de atracar en el puerto y varó en la arena y el fango frente a la playa de Llolleo. Tras semanas de maniobras para extraer su carga y reflotarlo, fue hundido a 46 millas de distancia de la costa de San Antonio en mayo de 2013.
No hay catastro alguno de cuántas vidas se han perdido en estos accidentes. Es un triste, pero un buen recordatorio de que el hombre aún no puede domar por completo a la naturaleza.