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Hace algunos años, mientras trabajaba en la maternidad de un país con aborto legal, tuve la oportunidad de hablar con una señora de unos 55 años sentada en un pasillo del hospital. Se veía muy triste y le pregunté qué le pasaba. Ella me contestó que su hija estaba en el pabellón realizándose una ILE (Interrupción Legal del Embarazo) y el motivo era que su nieto venía con Síndrome de Down. La señora se puso a llorar y me dijo: "Usted sabe, en mis tiempos abortar era malo, pero bueno, las cosas han cambiado, así es la juventud". Ella estaba en absoluto desacuerdo con lo que estaba haciendo su hija, pero no podía decir nada.
El entorno social imperante hacía, en esa época, y cada vez más, que pensar como ella era anticuado y retrógrado y que su hija tenía derecho a terminar con la vida de su hijo, que además venía "fallado".
La señora estaba triste, no pudo ser abuela y tampoco tuvo derecho a opinar sobre la vida de ese nieto.
Las leyes de aborto sólo involucran a la madre y la obligan a tomar, en la soledad más absoluta, la terrible decisión sobre la vida de su hijo. Vi muchas historias como ésta durante los dos años que estuve en ese hospital y a pesar de haberlas contado públicamente en Chile, parece que hay que vivir en una sociedad con ley de aborto y trabajar en un lugar donde uno se vea enfrentado a su práctica, para entender lo terrible que es, porque aquí, continuamente he sido tildado de exagerado y de hacer una campaña de terror al respecto. De aprobarse este proyecto en discusión vamos a seguir los mismos pasos que los países que nos precedieron. ¿Por qué habría de ser distinto? ¿Qué tiene Chile de especial que no va a seguir lo que pasó en todos estos países?
Dr. JORGE BECKER
GINECÓLOGO OBSTETRA
MEDICINA MATERNO FETAL