El drama de sanantonina que vivió dos meses pensando que moriría de cáncer
Isabel Romero, de 43 años, pasó los momentos más angustiosos de su vida cuando, por un supuesto error, le dijeron que padecía cáncer de mamas. Ya pensaba en las terribles consecuencias de la quimioterapia cuando supo la verdad: estaba sana.
Isabel contestó su celular y prestó atención a quien le hablaba del otro lado de la línea. Era un matrón del consultorio de San Antonio pidiéndole que se acercara lo antes posible al centro médico. El profesional no quiso entregar muchos detalles por teléfono, pero le advirtió que algo andaba mal en uno de los exámenes que la mujer se había tomado hace dos semanas.
Concurrió acompañada por su marido y entraron juntos a la consulta. Estaban asustados, pero nunca imaginaron la dimensión de la tragedia que se desencadenaría solo segundos después.
Isabel Romero Abarca, de 43 años y madre de cuatro hijos, tenía un gran miedo escondido en lo más profundo de su corazón, pero no dejó que ese sentimiento la dominara: no quería escuchar la palabra cáncer, pero no le quedó más remedio que aceptarla.
El médico le confirmó que había una anomalía en su seno derecho y que, según su relato, era necesario hacer una biopsia y extirparle una mama.
Lloró en los brazos de su marido, Víctor Letelier. Recordó a su madre y a dos de sus tías paternas, quienes también fueron diagnosticadas con la misma dolencia tiempo antes que ella.
"muy mal"
Pensó en que sus hijos menores, de cinco y once años, tendrían que crecer sin su madre o que en el mejor de los casos deberían madurar viendo cómo su progenitora se extinguía día a día por culpa de esa maldita enfermedad. "Quedé muy mal", confiesa.
La vecina de Barrancas aceptó ciegamente la versión que le dieron y, llena de angustia, accedió a seguir el tratamiento oncológico en el hospital Claudio Vicuña de San Antonio, donde un médico cirujano le sugirió buscar una segunda opinión.
"El doctor fue muy gentil conmigo y me dijo que acá en San Antonio no había la tecnología adecuada, ni los medios necesarios para tratar una enfermedad así, y que era mejor que buscara algo en Santiago o en Valparaíso, porque todo era más rápido. Me daban a entender que se trataba de algo serio", relata.
Sus días se hacían eternos. Probablemente no hubo ni un segundo en que dejó de contemplar la idea de estar agonizante en una cama, sin pelo por causa de la quimioterapia o derechamente en su muerte.
"Lloraba todo el día y mis hijos se empezaron a dar cuenta de que algo estaba mal. Así que tuve que contarles. Nos juntamos como familia y les dije que tenía cáncer, que tendríamos que unirnos mucho más, porque se nos vendría un proceso muy difícil, que tendría que hospitalizarme y que a lo mejor iba a estar varios días fuera de la casa", cuenta.
Los muchachos, de 5, 11, 17 y 22 años abrazaron a su madre y se unieron a su desconsolada tristeza.
Una nueva vida
En los días siguientes a ese primer diagnóstico, avisó en los colegios de sus pequeños y su marido hizo lo propio en la empresa donde trabaja, Muellaje del Maipo. "Anda a ver a la asistente social", le plantearon.
Con el enorme drama que afrontaban, no había nada que perder. Se presentaron en la oficina de la trabajadora social y ella les dijo que gracias a un convenio con la fundación Arturo López Pérez, de Santiago, Isabel podría tener una segunda opinión médica.
"Fuimos para allá y vimos otra realidad, muy triste, porque la especialidad de ellos (la fundación) son las personas con cáncer", cuenta Isabel.
Una oncóloga recibió al matrimonio y repitió los exámenes. Le hizo una ecografía mamaria y una mamografía. En menos de cinco días, el celular de esta madre sanantonina volvió a sonar. Ya estaban los resultados y tenía que ir con urgencia al recinto de salud capitalino.
Fueron los momentos más angustiantes para ella y su esposo. "Entraba a la pieza de los niños y los veía durmiendo y no podía dejar de llorar. ¿Qué pasaba si todo era aún peor, si ya era muy grave y si en diez años más mis hijos no me tuvieran a su lado?", se preguntaba.
En Santiago se repitió la escena que había vivido en San Antonio. Aguardó en una sala de espera y al cabo de unos minutos entró a la oficina de una doctora vestida con un impecable delantal blanco. Víctor, su marido, siempre a su lado.
Cambio radical
Isabel escuchó y no pudo entender lo que le decían. No porque la oncóloga le hablara con un lenguaje técnico difícil de asimilar, sino porque la verdad era demasiado simple como para entenderla: no tenía cáncer ni nada parecido.
-De un minuto a otro le dicen que tiene una enfermedad grave y luego que no hay inconvenientes, ¿cuál fue su reacción?
-No lo podía creer. Me costó reaccionar, porque esperaba saber qué tan avanzado estaba el cáncer, no que no tenía nada. Eso no lo esperé nunca.
-¿Feliz?
-No sé si feliz, pero sí fue un alivio enorme, muy grande. Tengo que hacerme exámenes cada cierto tiempo, porque en mi familia hay antecedentes de personas con la misma enfermedad, pero fue un alivio pensar que podré ver a mis hijos crecer.
-¿Cómo reaccionaron ellos al saber la buena noticia?
-Fue lo mismo que cuando les conté la primera vez, pero ahora no lloraron de pena, sino de alegría.
-Según usted, tiene dos diagnósticos distintos, ¿por qué cree en el de la fundación y no en el primero que le dieron acá en San Antonio?
-Lo que pasa es que ellos (la fundación Arturo López) son más especializados. Me vio una oncóloga y acá eso nunca pasó.
¿Siente que hubo un error en el diagnóstico?
-No sé, tal vez sí, a lo mejor todo fue muy precipitado, pero eso ya fue. Ojalá que nadie pase por lo mismo que yo, que estuve a punto de perder un seno.
-¿Cómo es eso?
-La doctora de Santiago me dijo que si hubiera seguido en el sistema público ya me habrían extirpado un pecho.
-¿Está segura de eso?
-Sí.
-El sistemá público es más lento que el privado, o en este caso que una fundación, tal vez el diagnóstico se habría aclarado al final.
-Claro, también es posible.
-Su caso es excepcional, pero hay muchas mujeres que no tienen el final feliz que usted tuvo.
-Claro, deben haber muchas que reciben un diagnostico malo, que incluso se someten a operaciones y que pierden una de sus mamas, por eso yo aprovecho esta entrevista para decirle a las demás personas que busquen otra alternativa, que nunca se queden con una sola visión, porque el cáncer es algo demasiado grave.
Hospital
Aunque la mujer no acusa directamente al hospital, sino que reitera su llamado a las mujeres sanantoninas a consultar una segunda opinión, preguntamos al hospital si es que hubo algún malentendido con la paciente.
El doctor Marco Vargas Lazo, subdirector médico y médico ecografista del Claudio Vicuña, indicó que "de acuerdo a documento entregado por ITMS, prestador institucional de informes radiológicos en el hospital, habrían criterios suficientes en la imagen mamográfica para plantear la sospecha de un cáncer inicial, por lo cual el radiólogo que informa el examen recomienda la realización de una biopsia.
"Sin embargo, nuestro especialista en cirugía de mama, doctor Luis Téllez, sugiere a la paciente buscar una segunda opinión en otro centro de salud, situación que no es infrecuente en la búsqueda de un diagnóstico más seguro. Por todo lo anteriormente expuesto, descartamos el planteamiento de un error y finalmente nos alegra que el resultado definitivo no sea ominoso para la paciente", agrega Vargas.
"Debemos hacer notar que toda sospecha de imagen debe ser corroborada por un segundo examen o eventualmente por un estudio biópsico, mientras tanto no constituye necesariamente un diagnóstico definitivo", agrega.
Examen preventivo
En Chile, según datos publicados por el Instituto Nacional del Cáncer, el 21% de las muertes es por causa del cáncer, convirtiéndose así en la segunda causa de fallecimientos en nuestro país (la primera es el infarto).
Desde julio se están tomando exámenes preventivos de mamografías en el consultorio de Barrancas. Recuerde que siempre es mejor prevenir que curar.