Profesor que sufrió parálisis cerebral quiere llevar la física hasta Juan Fernández
El santodomingano Gregorio Martínez es un verdadero ejemplo de superación. Al nacer los doctores le aseguraron a sus padres que quedaría postrado. Hoy camina, estudió en la Católica de Santiago y además enseña en colegios y universidad.
Gregorio Alberto Martínez Letelier. Así debió llamarse este santodomingano de 28 años. Sin embargo cuando lo fueron a inscribir al Registro Civil, la encargada de esta labor le recomendó a su padre añadirle un tercer nombre: Jesús.
"Ella le dijo a mi papá que si yo estoy vivo es gracias a Jesús. Era un milagro de él", sostiene Gregorio Alberto Jesús.
El "Goyo", como le dicen sus más cercanos, es uno de los casos de niños que nacen con el cordón umbilical atado a su cuello. Algunos mueren asfixiados y otros quedan con múltiples secuelas.
"Como me estaba faltando la respiración comencé a ahogarme y me dio una parálisis cerebral que me dejó así", cuenta.
El diagnóstico al nacer no fue nada de alentador para su familia. Los médicos le advirtieron a sus padres que quedaría postrado por el resto de sus días debido al daño cerebral que había sufrido.
Pero para el pequeño Gregorio de aquel entonces, este era un minúsculo detalle en su llegada al mundo. "Me dijeron que no iba a poder caminar y aquí estoy: caminando, me titulé de Licenciado en Física y además soy profesor. Me gusta estudiar filosofía de manera autodidacta y una de las cosas que me encanta hacer es andar a caballo", dice orgulloso, pero advierte que "sé que tengo algunas limitaciones físicas, pero eso no es problema para seguir creciendo".
Al "Goyo" le cuesta movilizarse. Lo hace más lento que el resto. Además para hablar debe esforzarse para que su receptor lo escuche con claridad.
Sin embargo, pese a que los doctores le aseguraron que habían muerto muchas de sus neuronas al nacer, y por lo tanto, se vería afectada su capacidad intelectual, hoy este hombre demuestra cada día que nada es imposible en el ámbito de los estudios, cuando se quiere.
Profe universitario
Gregorio Martínez cuenta que la educación obligatoria la cursó en el colegio Cristo Rey de Llolleo. "En séptimo básico siento que experimenté un cambio grande. Hasta ese momento tenía promedio 6,0 ó 6,1, que no era malo. Pero de ahí en adelante comencé a sacarme puros 7, a lo más un 6,9".
Estas calificaciones lo llevaron a la Pontificia Universidad Católica, donde se tituló de licenciado y posteriormente de profesor de Física. Su talento en el mundo de la ciencia no pasó desapercibido y de un instante a otro se convirtió en ayudante del taller de Termodinámica, en la Católica de Santiago.
-Por sus capacidades diferentes, ¿se le ha hecho difícil encontrar trabajo?
-Sí, me han tramitado harto en algunos casos. Gracias a Dios en el Country School me recibieron y allí hago clases de Física. En el People Help People también hago talleres. Pero, como te decía, sé que tengo limitaciones. No puedo trabajar tanto porque sinceramente no puedo hacer clases en muchos colegios. No puedo revisar 100 guías de un día para otro, como lo hace el resto de los profesores... Pero sí me tramitan cuando postulo a algún empleo.
-La física para los jóvenes siempre es aburrida y muy complicada…
-Sí, porque la forma tradicional es así. Hoy los profesores se preocupan solo de transmitir conocimientos y no de enseñar. Yo enseño la física en la práctica. Por eso mis clases son al aire libre.
-¿A qué se refiere con eso?
-Por ejemplo, el otro día una niña me dijo que no se podía balancear con su hermana más chica. Entonces comenzamos a calcular cómo lo podía hacer hasta que encontramos la fórmula y la forma de hacerlo. Yo no saco nada con enseñar fórmulas a los jóvenes si no saben aplicarlas en la realidad, por eso para muchos la física es forme o difícil de entender, pero esa es culpa de los profesores, no del alumno.
Hoy Gregorio Alberto Jesús Martínez Letelier está preocupado por un ambicioso proyecto intelectual. "Quiero viajar a Buenos Aires a estudiar física cuántica. Estuve en unas presentaciones allá y quiero volver a especializarme".
Otro de sus sueños y que está a punto de cumplir es viajar hasta el archipiélago Juan Fernández a entregar útiles escolares y desarrollar actividades relacionadas con la física.
"Un tío que murió en el accidente del Casa 212 (Rodrigo Fernández Apablaza) me enseñó a aplicar la física en la aeronáutica. De él siempre estaré agradecido y quiero ir en enero del próximo año a ese lugar para ayudar a los jóvenes de allá y enseñarles física, pero la que te dan ganas de aprender", culmina sonriente antes de comenzar a hacer clases en el People Help People.