Los últimos años del comerciante viajero más antiguo de San Antonio
El domingo, Manuel Quinteros Alarcón falleció en el hospital Barros Luco luego de luchar por dos largos años contra la leucemia linfática crónica que lo afectaba.
Que los pastores fueran a orarle a su casa, que su mujer le bailara un pie de cueca y que durante su entierro se escuchara la canción "Casa nueva" de Tito Fernández. Esa fue la última voluntad del querido comerciante sanantonino Manuel Quinteros Alarcón (74), quien falleció el domingo pasado en el hospital Barros Luco, en Santiago, tras luchar dos años contra una leucemia linfática crónica.
Enfermedad
Su esposa por casi cincuenta años, María Cristina Pérez, fue la primera en percatarse que algo no andaba bien con su marido. "Empezó a estar muy decaído y con mucho sueño, así que fuimos al médico y él debió saber algo porque nos mandó a hacer un hemograma", relató.
Como sospechó María, su querido esposo ya no gozaba de buena salud, pues el médico le diagnosticó leucemia y solo quedaba iniciar con la terapia.
"Primero le hicimos quimioterapia oral, pero después de un tiempo no daba resultado. Después seguimos con la quimioterapia intravenosa y sólo alcanzó a realizarse cuatro ciclos", explicó con pesar.
Producto de la enfermedad, ambos debían viajar periódicamente a Santiago, pero Manuel no perdía su buen ánimo, ya que al entrar por la puerta del hospital se ponía a conversar y a saludar a quien pasara por el frente.
"Siempre fue bueno para hablar. Allá conversaba con las enfermeras y con todos. Estoy agradecida porque en el hospital lo atendieron muy bien. Él se sentía como una persona y no como un enfermo".
Manuel siempre fue un hombre activo y de mucho esfuerzo, es por eso que detestaba quedarse en la cama y aunque su familia insistía en que hiciera reposo, él hacía oídos sordos, se ponía chúcaro y salía a trabajar.
Comerciante viajero
En San Antonio todos lo conocían porque desde muy joven recorría toda la comuna y sus alrededores vendiendo artículos de cocina, manteles, espejos, etc.
En sus primeros años como comerciante, armado de gran energía, iba a promocionar sus productos a pie para llevar el sustento a su familia.
Luego cuando se compró una bici y, posteriormente, una motoneta decidió ir a las comunidades rurales para ayudar a las personas que no podían viajar a comprar suministros.
El 8 de marzo de 2013 confidenciaba a diario El Líder que durante 40 años visitó a sus caseritas de Rapel, Melipilla y Santo Domingo porque "en esos años- mediados de los setenta- había lugares realmente apartados, casi abandonados, donde las comunicaciones no llegaban, ni la luz siquiera. Fue una forma de comenzar y como me fue bien, decidí continuar".
Con el paso de los años y la aparición de su enfermedad debió dejar de ir a vender a estas localidades rurales y preocuparse un poquito más de su salud.
Último aliento
Manuel trabajaba de domingo a jueves, y sus días libres los dedicaba a acompañar a su mujer a comprar a la feria y a regalonear. De hecho, trabajó hasta el viernes de la semana pasada, pagó unas cuentas y compró el gas para el mes.
"En la noche lo comencé a notar algo raro y el sábado se empezó a descompasar", sostuvo María con un nudo en la garganta.
Su familia actuó de inmediato y lo llevó al hospital Claudio Vicuña de San Antonio, en donde fue derivado al centro asistencial Barros Luco, de Santiago, ya que ahí estaba siguiendo el tratamiento de su enfermedad y podían asistir el mal que se había propagado por su cuerpo.
María, como buena mujer, lo acompañó en cada momento, hasta que comenzó con un paro cardiorrespiratorio.
"Me asusté porque no me contestaba y su mano cayó. Las enfermeras llegaron y salí de la sala", rememoró.
Finalmente, después de dos paro cardiorrespiratorio, Manuel exhaló su último suspiro dejando un vacío en el corazón de su familia.
La voz de María se quiebra cuando indica que "él no quería que gastáramos plata, él decía que no nos quería dejar en la ruina. Lo que más me duele es que en abril cumpliríamos 50 años de matrimonio, y ya no".
Tras su deceso, sus hijos que vivían fuera de la comuna puerto viajaron para darle el último adiós a su padre y acompañar a su madre en este difícil momento.
María trata de darse ánimo y recuerda la celebración de Fiestas Patrias pasada, en donde sus cuatro hijos y ocho nietos los visitaron. "Para el 18 estaba toda la familia, estaba contento y muy acompañado", dijo.
Definitivamente, la llegada de todos sus retoños le alegró el fin de semana dieciochero, ya que la cueca y el mes de la patria le encantaban.
Responsabilidad social
Si algo caracterizaba a Manuel era su capacidad para escuchar a los demás y su responsabilidad social. No importaba si eran historias de amor, alegría o penas, él siempre estaba dispuesto a prestar su atención a quien lo necesitara y si podía tenderle una mano, no se negaba ni por un instante.
Como militaba en el Partido Socialista y fue presidente de esta colectividad en San Antonio, no le costaba encontrar recursos para ayudar a los más necesitados.
Consiguió sillas de ruedas para abuelitos y discapacitados de la localidad de Lo Gallardo, ya que como era conocido siempre lo recibían de brazos abiertos en todas partes.
"Siempre luchó por las personas. De hecho la gente de Lo Gallardo lo quiere mucho, sobre todo sus caseras. No es porque sea mi esposo pero era buena persona, aunque un poquito cascarrabias", admite con una pequeña sonrisa.
Es que a pesar de todo el sufrimiento, María trata enfrentar la pena y señala que Manuel "era un hombre de casa, buen papá y abuelo y excelente esposo. Esas cosas nos van a quedar de él".
Funerales
Los restos de Manuel Quinteros son velados desde ayer en su casa ubicada en Cristo Rey 786. Hoy, a las 15.30 horas, se iniciará el cortejo fúnebre que lo llevará al cementerio Parque del Sendero en Llolleo Alto. Ahí su familia, conocidos y caseritas podrán brindarle el último adiós y entonar la canción "Casa nueva" como él quería. Así se irá para siempre el vendedor viajero más antiguo de San Antonio.