La increíble historia del tabino que está "atrapado" en Tegucigalpa, una de las ciudades más violentas del mundo
Víctor Canseco dejó el Litoral de los Poetas cuando tenía 13 años para radicarse en la capital de Honduras. Su padre, un ciudadano proveniente de esa tierra, le heredó el amor por ese país, que hoy es uno de los que encabeza el ranking mundial de homicidios e inseguridad.
"Tengo cara y apellido de hondureño, por eso encajé bien en esta tierra y he logrado pasar desapercibido". Así parte el sanantonino Víctor Canseco contando cómo ha sobrevivido por más de treinta años en una de las ciudades más peligrosas del mundo: Tegucigalpa, la capital de Honduras.
Llegó a esa nación proveniente de El Tabo en 1989, cuando sus padres decidieron dejar nuestro país. Hijo de madre sanantonina y padre hondureño, siempre supo que su destino estaría en Centroamérica.
"Mi padre, Víctor, llegó a Chile en los setenta a trabajar al puerto. Nunca nos contó su historia, pero no estoy muy seguro de que haya sido de forma legal. Allá se enamoró de una jovencita, Eugenia, mi madre y se casaron", cuenta vía Skype a Diario El Líder.
"El estaba decidido a quedarse a vivir en Chile. Nací yo y se compraron una residencia en El Tabo. Teníamos una vida muy normal, pero él no se sentía completamente a gusto", agrega.
Víctor padre estaba como "pollo en corral ajeno". Cada segundo que tenía con su hijo lo pasaba relatándole cómo eran los lindos parajes de los que era oriundo.
"Antes de llegar a Honduras sabía exactamente la forma de las calles. Él siempre hablaba de eso; era tanto, que yo tenía claro que algún día decidiría tomar sus cosas y devolverse con nosotros a Tegucigalpa", agrega.
La idea de partir de la costa chilena no la tomó el padre de Víctor; por el contrario, fue Eugenia quien sorprendió a la familia con su determinación.
Según cuenta Canseco, ella era una pinochetista acérrima y la noche del cinco de octubre de 1988, cuando Augusto Pinochet perdió el plebiscito que lo podría mantener otros ocho años en el poder, decidió que lo mejor era salir.
"Decía que el país iba a volver a ser dominado por los comunistas, que iban a volver las colas. Tenía un odio enorme por la gente de izquierda y le dijo a mi papá que vendieran todo y nos fuéramos", revela. Y el hombre hizo caso.
Un año después, antes del retorno de la democracia, ya estaban radicados en Honduras. Víctor pudo conocer a sus abuelos paternos y a la mitad de la familia. De los demás, de los que quedaron en Chile, no supo nunca más. Los ha buscado por Facebook, pero no ha dado con la identidad de nadie. Su madre murió tiempo después, en 1993. No alcanzó a ver que nuestro país no se convirtió en la "dictadura comunista" o en "la segunda Cuba" que tanto temió.
Como una cruel jugarreta del destino, al tabino no le pasó lo mismo que antes había experimentado su padre. "Así como mi papá se hacía la idea de vivir en un lugar que no quería, a mí me pasó lo mismo. Yo desearía estar allá ahora mismo", confiesa.
-¿Por qué no se devuelve?
-Supongo que por miedo. Tengo dos hijos pequeños y una señora. Ellos son hondureños, creo que es lo mejor para ellos.
-¿Miedo a qué?
-A dejar todo para empezar de nuevo. Acá estoy en una compañía de seguros. No me va mal y tengo mi casa. Con más de 40 años no me sería fácil encontrar un nuevo trabajo.
-¿Mantiene contacto con San Antonio?
-He ido unas dos o tres veces más. Me encanta. Cuando apareció Google Street (página web que permite ver las calles de casi todas las ciudades del mundo) empecé a recorrer todos los lugares por los que había pasado cuando niño. Solo reconocí la Gobernación (ahora municipalidad). Además leo siempre el Diario El Líder por internet.
Coincidencia
Víctor cuenta que buscando fotos de San Antonio en internet para mostrarle a Emma, su hija más pequeña, se encontró con nuestro diario en la web. No había pensado en buscar noticias de la provincia, pero desde entonces lo hace con frecuencia.
Reconoce que muchas veces no entiende lo que lee por el uso de palabras que ahora no le son familiares, pero lo hace de todas formas. "Una vez decía 'balsa' y tuve que buscar el significado que le dan en Chile. Yo pensé algo sin sentido: en los que pasan en balsas de Cuba a Miami, no pensé que así le decían a los impertinentes", dice entre risas.
Una de las historias que más le ha gustado y por la que tomó contacto con Diario El Líder fue por el reportaje "Los días de furia de Lucía Hiriat en San Antonio", que se publicó en agosto pasado. Con ella recordó el momento en que su madre lo llevó desde El Tabo a San Antonio, para conocer a la mujer de Pinochet, quien visitó la sede local de Cema en más de una oportunidad, según recuerda.
En nuestra versión en línea también ha visto cómo, de acuerdo a su relato, la provincia es "tranquila como una taza de leche".
Tegucigalpa, de acuerdo a Naciones Unidas, es una de las ciudades más peligrosas y con mayor cantidad de suicidios en el mundo.
"La violencia en las calles de esta ciudad es brutal. Todos los días aparece gente muerta y baleada tirada en cualquier parte. El sicariado es casi una forma de trabajo legítima", asegura.
-A ver, ¿cómo es eso?
-En el barrio en que vivo con mi familia hemos tenido al menos dos homicidios en el último año, tal vez más. En estos casos han contratado gente para que los maten, por ajustes de cuentas, por drogas, por peleas, la razón da igual.
-¿Cómo se protege de todo eso?
-Lo hago tratando de no meterme con nadie y mi raíz hondureña me ayuda a camuflarme. Si fuera blanco me tendrían mal considerado, que soy informante o alguna cosa parecida. Cuando la gente es muy distinta te miran con desconfianza. Hay pandillas que controlan los territorios a vista de la policía, que anda con armas pesadas, con metralletas por la calle.
-¿Usted o su familia han sido víctimas o testigos de algo así?
-Muchas veces. Un compañero de mi trabajo murió baleado en su auto. Como en las películas. Él se detuvo en un semáforo y de pronto apareció una moto y le dieron un tiro en la cabeza.
-Brutal...
-Todo lo que te puedes imaginar de malo, acá pasa continuamente. Enfrentamientos, por ejemplo. En la noche se siente el ruido de las ráfagas de las metralletas. No sabemos si son los buenos o los malos. Aunque, la verdad, todos son malos.
-¿Cómo se puede vivir así?
-Yo siento que estoy un poco atrapado acá. Soy padre de dos hijos y da miedo que ellos crezcan en una sociedad tan violenta, pero es también costumbre. De pronto uno no piensa que las cosas pueden estar tan mal. Es costumbre.
-En 2009 hubo un golpe de Estado...
-Claro, y en ese momento no nos dimos cuenta con mi señora de que la situación era tan compleja. En ese caso es por la corrupción política, que también es descarada.
-Si considera que San Antonio es mucho más tranquilo, le pregunto otra vez, ¿por qué no vuelve?
-Mira, ahora es una zona tranquila. Pero, las drogas, ese instinto del hombre de matar solo crece en este mundo. Fíjate en las guerras que se están dando (Siria e Irak). A San Antonio no le durará mucho tiempo más esa paz, a Chile entero en realidad.
-¿Qué podemos hacer?
-Rezar para que no llegue la maldad.