Karem Pizarro Chacón
Podían haber hecho un tremendo carrete de Halloween para ellos mismos, pero su objetivo era impresionar a los niños del barrio y llenarse de satisfacción con las pequeñas caritas de alegría y asombro.
Se trata de un grupo de 11 personas, en su mayoría parejas de veinteañeros sin hijos que se prepararon durante más de dos semanas para ofrecer un bello espectáculo a los niños del sector Villa Miramar en San Antonio.
La casa donde se reunieron para esta fiesta no fue la que tenía las decoraciones más caras, ni más adornada, pero sin duda, fue la más visitada según ellos, puesto que desde las 18 horas del 31 de octubre, comenzaron a recibir a cientos de niños y no descansaron hasta después de las 22.
"Durante las últimas dos semanas nos juntábamos hasta tarde confeccionando los trajes. Ya habíamos hecho una fiesta el año pasado, y este año tenía que ser mejor", comenta Lander Manguay, uno de los organizadores.
Estos veinteañeros son modestos jóvenes trabajadores y estudiantes, que se esforzaron para comprar dulces y materiales para crear disfraces originales.
La creatividad se dispuso tanto para el vestuario como para el maquillaje y en la casa de uno de ellos se montó una especie de túnel del terror donde debían ingresar los niños que querían dulces y sacarse selfies con los monstruos.
"A muchos les daba miedo, pero casi todos entraban con sus papás, así que igual lo disfrutaron", agrega Lander, junto a su pareja.
Según el relato de este joven la anticipación con la que comenzaron a elaborar los trajes los hizo dudar a última hora, porque tenían todo listo para hacer dos trajes de payasos diabólicos y las malas noticias acerca de ellos los atemorizó.
"El miedo que teníamos de salir con los trajes de payaso era que nos pegara, pero no tuvimos oportunidad de ir a la calle. Todo el tiempo se lo dedicamos a los niños que no dejaron de llegar a la casa", agrega.
Es que según estos jóvenes la jornada fue maratónica, ya que el solidario evento gratuito fue tan exitoso que se aglomeraba la gente afuera de la casa para poder entrar.
"No podíamos tomar agua, comer, ni ir al baño. Hasta que como a las diez de la noche nuestros pies ya no daban más y dimos por terminada la celebración", revela.
"Estábamos maquillados o con máscara y nunca podíamos perder la postura de actuar como los personajes que éramos, porque la idea era hacerlo bien", añade.
Se tomaron tan a pecho la actuación que, cuando pudieron descansar, cayeron rendidos y se fueron a dormir.
"Llegó un momento en que llegaron tantos niños, que nosotros, que éramos los monstruos, estábamos asustados porque la casa se llenó con gente que circuló toda la noche", resumió Lander agregando que el próximo año lo volverán a hacer.
