Escolares sanantoninas sorprenden al país con una emocionante odisea
Se trata de las integrantes del diario escolar del Liceo Gabriela Mistral, "Noticias a Flote", quienes en sus páginas retrataron cómo se vivió el terremoto de 1985 en alta mar. Su historia quedó entre las 37 mejores de más de 100 reportajes que se presentaron en el concurso "El Mercurio de los Estudiantes".
Florencia Abarca, Gisela Abarca, Catalina Bórquez, Martina Glasinovich y Almendra Glasinovich aún no terminan su enseñanza media, en el Liceo Gabriela Mistral, pero ya son una experimentadas periodistas.
Ellas son integrantes de un taller de reporteo del mencionado colegio y las periodistas del periódico "Noticias a Flote", donde plasmaron una impresionante historia que ha emocionado a decenas de lectores a lo largo del país, especialmente al jurado del concurso "El Mercurio de los Estudiantes", que evaluó reportajes de más de cien colegios de Chile y dejó a las jovencitas entre las 37 finalistas a nivel nacional.
Pero, ¿con qué relato lograron la hazaña? Con las vivencias de Ramón Urbina, un marino mercante que vivió, junto a un grupo de sanantoninos, el devastador terremoto de 1985 en alta mar.
"Ramón cuenta que se encontraban frente a las costas de Papudo aquel fatídico 3 de marzo de 1985, a diez millas de la costa, cuando sintió que el barco se movía de forma inusual", reportan las muchachas.
"Había bajado junto al capitán para almorzar. Yo era el maquinista (…). Entonces él llega y me dice 'oye parece que…' y en esos momentos se siente como que el barco comienza a andar sobre piedras y el agua empieza a gorgorear por alrededor", contó el hombre
En segundos revisaron las instalaciones y se dieron cuenta que estaban a salvo. Lamentablemente, no tenían la misma seguridad sobre sus familias en tierra.
"Uno de ellos sacó desde el camarote una radio y escucharon una emisora argentina que señalaba que la zona central de Chile había sido epicentro de un gran terremoto. Al oír esa noticia el capitán intentó comunicarse a tierra, pero no hubo respuesta", continúa la crónica de las niñas.
Minutos después, en medio de la completa incertidumbre los hombres de mar lograron hablar con la gente a bordo de una embarcación que había salido minutos después del sismo desde el puerto de San Antonio. Se le habían cortado las amarras y habían visto cómo camiones habían caído desde los muelles al fondo del mar.
Los marineros no podían creer en las primeras informaciones que recibía. Todo parecía tan increíble, tan terrible que no podían darle crédito a lo que escuchaban.
Aunque la mayoría de los tripulantes era de la comuna puerto, no podían virar en dirección a San Antonio y emprender el regreso. Prestaban servicios para una compañía de Quintero y a pesar de la ansiedad por saber qué había pasado con sus familias, optaron por ser profesionales y volver al terminal marítimo del que habían salido.
Regreso
"El capitán me preguntó si tenía suficiente petróleo para regresar a San Antonio, le respondí que teníamos el estanque lleno, y después se puso a pensar que al trabajar para una empresa de Quintero el dueño se podía enojar por volvernos al puerto. Decidimos retornar a Quintero y esperar a la mañana siguiente, fecha que coincidía con el día de pago, para luego arrendar un auto y volver por tierra todos juntos a San Antonio", agrega Ramón Urbina.
Con el puerto sanantonino devastado por el sismo y con la incertidumbre sobre el estado de sus familias y hogares, los hombres viraron en la dirección contraria y se demoraron casi cuatro horas a Quintero en un trayecto que usualmente les toma mucho menos. Las olas eran feroces.
"Avanzábamos y retrocedíamos, la mar se recogía, avanzábamos y retrocedíamos", detalla.
"Llegamos al muelle a las doce y estaban todas las luces cortadas, pero en la compañía había un generador, solo estaba el portero y una persona más. Tenían un camión listo para salir arrancando, les habían pasado a avisar que se iba a salir al mar. Toda la gente de Quintero arrancó al cerro. Atracamos el barco, yo apagué el motor, apagamos las luces excepto una: la de la batería. En la máquina se sentía el sonido como si tiraran piedras desde el fondo del mar".
"En la noche nadie durmió tratando de comunicarse por teléfono con los familiares, los teléfonos estaban todos cortados así que no pasaba nada. A las diez de la mañana el capitán fue a buscar al pagador, nos cancelaron y arrendamos un auto y nos fuimos a San Antonio. Al llegar a Cartagena, cerca de las dos de la tarde, en la bajada se habían caído unos terrones del cerro y no podíamos pasar. Aún no sabíamos nada de nuestras familias, entre todos nos pusimos a levantar las piedras para poder pasar. Llegando a avenida Pedro Montt, se veían restos de locales comerciales en el suelo, el panorama nos puso nerviosos a todos", prosigue el navegante.
"Yo vivía en la población Barros Luco, pero antes, por Barrancas, el cocinero que venía con nosotros se bajó, le tiritaban sus piernas, apenas podía caminar ese pobre caballero, estaba terriblemente nervioso. Llegué a mi casa, y no encontré a nadie, el auto se paró afuera y vi que las paredes estaban separadas, partidas en dos", continua en su entrevista.
"No sabía dónde estaba mi familia, cuando de repente de la casa de mi madre, a tres cuadras de la mía, salen avisando que estaban ahí. Las lágrimas, los llantos y los abrazos afloraron de forma natural. Mis piernas temblaron de la emoción recordando las horas en el barco, pensando en cómo estaban", finaliza.
Pensando en el futuro
La emocionante odisea de Ramón Urbina, tiene a las reporteras de "Noticias a Flote" al borde del reconocimiento a nivel nacional. A varias de ellas, además, la tiene pensando seriamente en dedicarse al mundo del periodismo cuando egresen del colegio llolleíno.
"Esto obviamente nos va a servir. Ha fortalecido nuestra amistad y, claro, más adelante veré si se puede seguir por este camino", revela Catalina.
Su compañera, Florencia, coincide con que la experiencia "servirá en el futuro", pues no se limitaron a un solo reportaje. También registraron los últimos días de la Villa Génesis como campamento y los túneles ferroviarios de El Sauce.
¿Será que el trabajo de las muchachas se impone y se convierte en el mejor del año? Para conocer esa respuesta habrá que esperar hasta diciembre.