La pregunta de la semana ¿Cree que el nuevo centro comercial que se construye en San Antonio debería tener un cine?
Si 88%
No
12%

12%
J uan Alarcón Vera tiene 57 años y 50 de ellos ha trabajado en el Club de Golf de Santo Domingo. Después de haber pasado por una serie de oficios en este recinto deportivo hoy es el jefe de cancha y tiene la responsabilidad de mantener en funcionamiento los 27 hoyos que tiene el recinto.
Él cuenta que cuando recién entró al club, cuando apenas tenía 7 años de edad, todo el trabajo que hacía el personal era mucho más sacrificado que hoy.
"Para cortar los grines (Green: zona delimitada donde se encuentra el hoyo al que debe llegar la pelota), me acuerdo que la gente usaba máquinas a pulso que no tenían motor, así es que las empujaban. Andaban arremangados hasta las rodillas, para sacarle el rocío pasaban una colcha como un saco que terminaba empapado y corrían de un green a otro para sacar el rocío... Era un trabajo muy sacrificado", cuenta.
Ahora, gracias a la tecnología que se ha implementado, dice que siguen secando el rocío a primera hora de la mañana, pero con guascas especiales o las mismas máquinas cortadoras de pasto que también cumplen esa función.
"Es súper importante secarle el rocío a los grines, porque si un día no lo hacemos se nos llenan de hongos. Por eso fumigamos todas las semanas en forma preventiva y los cuidamos porque además son carísimos. Un solo green como los que hay acá, por ejemplo, pueden costar unos 12 millones de pesos…", comenta.
Es tal el cuidado que debe tener la mantención de estos enormes y delicados prados, que cuando Juan comienza su jornada laboral, cerca de las ocho de la mañana, lo primero que hace es recorrer los grines y chequearlos detenidamente.
"Prácticamente les hago cariño, porque mi labor es preocuparme de que estén perfectos. Salgo a revisar que no falten banderas, que no estén rotos los grines… Y no faltan los maldadosos que los rompen o hacen daño, y repararlos es un trabajo de joyería que hacemos".
Juan llegó al club en el año 1966. Tenía siete años de edad y como era hijo de una numerosa familia de esfuerzo, él y sus hermanos buscaban colaborar con el sustento del hogar, por lo que el trabajo siempre fue parte de su vida. Sus primeras tareas fueron recoger pelotas a cambio de propinas que en ese entonces juntaba sagradamente para que su madre se las administrara durante todo el año.
"Era mucha plata para nosotros, porque con eso mi mamá nos vestía, nos compraba el uniforme y los útiles del colegio para todo el año, por eso valorábamos mucho el poder trabajar acá. Y siempre me gustó", declara.
Cuando ya tuvo edad para trabajar formalmente, en el año 1984, Juan ingresó al club cuando solo 12 personas se hacían cargo de la mantención de los jardines, que en ese entonces estaban compuestos por 18 canchas.
En la actualidad, Juan dice que tiene a su cargo 28 personas que mantienen 27 hoyos o canchas, puesto que hace 16 años el club se extendió cuando compró un terreno aledaño que pertenecía a Carabineros.
"Lo distinto es que ahora no se ven a los trabajadores caminando, porque casi todos están en máquinas. El único trabajo que se hace de a pie es la supervisión del riego, el corte de ramas y cosas puntuales, pero en general se evita que los trabajadores estén en las canchas para darle tranquilidad a los jugadores", indica asegurando que para hacer un buen trabajo en ese lugar se debe ser muy discreto, sigiloso y silencioso, puesto que es lo que más valoran los socios al momento de utilizar las canchas.
"Todo ha cambiado mucho. El club house, por ejemplo era muy pequeño donde cabían unas 50 personas y eso era todo. Ahora hay piscinas, gimnasio, el club tiene bar, comedores y muchas comodidades", agrega.
Y en todos estos años recorriendo estos prados, este santodomingano de tomo y lomo, dice que ha atesorado cientos de historias, anécdotas, alegrías y penas que han marcado su vida y lo han formado como persona. Entre ellas cientos de trofeos que ha ganado en los campeonatos de golf nacionales, regionales y locales, puesto que también fue haciendo carrera en el deporte de elite.
Dentro de las anécdotas faranduleras cuenta que acá ha conocido a personajes como Kike Morandé, Carlos Menem, Sebastián Piñera y Eduardo Frei, por ejemplo. "A Frei lo vemos casi todos los días, porque viene muy seguido", señala y repara que fotos con ellos no tiene porque las políticas del club lo prohiben, pero que en sus recuerdos mantiene vivos recuerdos con cada uno de esos personajes.
Otras de las anécdotas que siempre recuerda Juan son las que tienen que ver con lo paranormal, ya que dice que aparte de todas las historias de supuestos fantasmas que cuentan muchos de sus colegas, como la monja sin cabeza, apariciones, entierros y pájaros extraños, él fue testigo de varios hechos que no ha podido explicarse en toda su vida como trabajador del recinto deportivo.
"Cuando trabajaba como cortador de grines llegué a las tres de la mañana en la máquina y sentí que me tocaron la espalda. Me di vuelta y no había nadie. Cien metros más allá, me pasó lo mismo y nuevamente no había nada. Pero más allá en ese green (indica el lugar con su mano), al iluminar con los focos de la máquina pude ver un bulto oscuro, era como un pájaro muy grande, como ver a una monja de espalda. Me dio miedo, y como no se movió de ahí me fui a otra parte para seguir con mi trabajo. Pero cuando aclaró el día, en el lugar donde vi esa especie de pájaro, había quedado una mancha de pasto quemado. Fue muy raro y nunca he encontrado la explicación", recuerda.
Además de esta historia dice que todos los días veía una llama como una vela sobre uno de los pinos del sector y que en una oportunidad tomó valor y se acercó a ver de qué se trataba. "Cuando aclaró el día fui y ya no estaba la vela, pero me encontré con un montón de tierra y se veía el hoyo desde donde habían sacado un baúl. Ese era justamente el lugar donde decían que aparecía la monja sin cabeza. Pero yo nunca vi a la monja", dice convencido.
Acerca de este tipo de temas Juan dice que hay mucho que contar, ya que no hay trabajador de este recinto que no haya pasado por alguna situación extraña.
"Acá no se trata de que unos sean más supersticiosos que otros, porque a todos les ha pasado que les pisan las mangueras o que escuchaban cosas como cadenas", afirma.
-¿Qué hacía cuando le pasaba algo como eso?
-Sentía mucho miedo, me quedaba paralizado y me daban ganas de irme a mi casa.
-¿Qué ha sido lo más tenebroso que vivió?
-Una vez entré a las doce de la noche y pasé por una cancha con la manguera al hombro cuando siento que se arrastra una cadena. No veía nada, pero de repente veo que se empieza a acercar y acercar el sonido y veo algo que para mí era un perro con el hocico rojo, muy rojo. Me quedé paralizado.
-¿Pero era un perro?
-Para mí era como un perro, pero tenebroso con su hocico rojo.
-¿Qué pasó con ese perro?
-De un momento a otro desapareció.
-¿Desde que era niño que pasaban estas cosas extrañas?
-Siempre y yo no era el único que las veía, por eso prefiero referirme sólo a lo que yo he visto y efectivamente he visto muchas cosas extrañas.