La transexual sanantonina que superó un duro calvario para volver a caminar
Hace un año la conocida Alejandra Pradón sufrió un accidente, en época del carnaval, que la dejó postrada en la cama de su hogar en el cerro Bellavista. "Pensé que no volvería a caminar", afirma con dolor.
El joven Cristián Alejandro tenía 28 años y ya había adoptado el nombre de Alejandra Pradón cuando decidió implantarse silicona líquida en sus pechos. Tras haber utilizado durante varios años rellenos de esponjas en las caderas, los glúteos y los pechos, quiso configurar su cuerpo para sentirse más mujer. Primero había probado con las hormonas que entregan las pastillas anticonceptivas, pero escuchó de la silicona líquida y decidió utilizarla.
Durante cuatro semanas estuvo realizando un tratamiento artesanal en San Antonio que consistía en inyectar directamente con una aguja la silicona que posteriormente le daba volumen a su pecho.
"La primera vez que me vestí completamente de mujer fue para el concurso Miss Gay de San Antonio que se realizó en la extinta discoteca El Alero del Cantor. Ya sabía caminar perfectamente con tacos y usaba unas plataformas gigantes", recuerda Alejandra, actualmente de 36 años, quien comenzó su vida como transexual mucho antes de subir los centímetros cúbicos de sus pechos.
18 años de vida
Cristián cuenta que "Alejandra Pradón", la conocida transexual sanantonina que siempre ha sido una de las más aplaudidas durante el Carnaval de Murgas y Comparsas (sus trajes dan que hablar por sus coloridos diseños), nació, metafóricamente, hace 18 años, en el concurso realizado en El Alero del Cantor.
Antes de eso, su adolescencia la transitó entre las dudas por su sexualidad y la interrogante sobre su identidad. A su madre le contó apenas cumplió la mayoría de edad que era homosexual, algo que para ella fue una tremenda sorpresa.
Nacido en 1980 en la comuna de Recoleta, en Santiago, cuando tenía 10 años el pequeño Cristián se trasladó junto a su familiar a vivir al Litoral Central en favor de la salud de su hermana, enferma de asma.
"Llegamos a vivir a San Sebastián con mis padres y dos hermanas y un hermano. Luego nos cambiamos a Cartagena y actualmente vivimos en Bellavista con una hermana, mi madre y una sobrina. Tengo más de 25 años viviendo acá en la zona, por lo que me conocen bastante, así que la verdad nunca he tenido problemas con nadie", reconoce sentada sobre un banco de la plaza de Armas de San Antonio.
Los problemas para Alejandra Pradón comenzaron en realidad el año pasado, y todo por culpa de un accidente. Era la época del Carnaval de Murgas y Comparsas y su madre, Gisela Echeverría, se encontraba en la avenida Barros Luco con Uno Norte, en Barrancas, instalando su tradicional puesto de venta de dulces y bebidas.
"Recuerdo que ese día justo estaba con zapatillas y no con plataformas. Mi mamá me pidió que la ayudara a estirar una alfombra bajo el toldo, y cuando estaba en eso me tropecé en un colector de aguas lluvias y caí muy fuerte, recibiendo todo el golpe en la espalda. Fui al hospital Claudio Vicuña y no tuve mucha ayuda, así que me llevaron a la casa, donde comencé a sentirme muy mal, con dolores muy fuertes en la espalda y las piernas", cuenta Alejandra, quien dos semanas después del accidente dejó de caminar por completo.
Tuvo que pasar durante un mes internada en el hospital Carlos van Buren de Valparaíso, donde los especialistas le diagnosticaron paraparesia, una especie de paraplejía ligera.
El peor vía crucis
Ahí comenzaría el calvario para la conocida transexual. No más zapatos con plataforma; no más vestidos ajustados; los eventos de animación y desfiles para fiestas gays totalmente fuera de agenda; Alejandra desde marzo del año pasado comenzó a vivir su propio vía crucis postrada en la cama de su hogar en el cerro Bellavista.
"Además, por el golpe comencé a perder la memoria, no reconocía ni a mi madre, entonces fue algo muy difícil para mí. Lo peor es que en esos momentos estaba pasando por una depresión importante, no estaba comiendo casi nada, y así era difícil poder recuperarme. Antes del accidente estaba trabajando como ayudante en una imprenta en Santiago que es de un tío, y tuve que renunciar", explica con un nudo en la garganta.
Prácticamente tuvo que comenzar de cero y dejarse ayudar las 24 horas por su madre Gisela. Alejandra incluso pensó que no volvería a caminar más. Hasta que de la cama clínica que le facilitó una tía, pudo pasar a moverse en silla de ruedas. Y de la silla de ruedas a un burrito que igual era incómodo para ella.
"Me puse a usar la silla de ruedas como burrito, porque me salía más cómodo. Hace como tres o cuatro semanas que recién puedo caminar, aunque ayudada de bastones. También estoy yendo martes y jueves a terapias en el centro de rehabilitación de la población 30 de Marzo. Eso sí, para la noche de Año Nuevo fui a festejar donde un tío a Santiago y como soy porfiada me puse a bailar porque quería pasarlo bien, pero al otro día ya me dolía todo", afirma risueña.
Mientras aprende a convivir con los dos bastones que son su diaria compañía, Alejandra Pradón confiesa que lo que más desea es poder recibir una oportunidad para trabajar en San Antonio. "La situación no está fácil, pero tampoco quiero quedarme de brazos cruzados".
-¿Y el comercio sexual para un transexual en San Antonio puede ser una opción de trabajo?
-Personalmente no me gusta la esquina ni la calle. Cuando era más joven lo hice para ver qué tal la experiencia, pero no me gusta eso de andar acostándome con uno y con otro, no va con mi forma de ser. La mayoría de los clientes que quisieron mis servicios eran caballeros de edad, que querían cumplir sus fantasías como mujer. Y la verdad que yo soy pasiva, entonces eso no me llama la atención.