Trump, impredecible
por Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo.
Para ser Presidente de los Estados Unidos no se requiere un certificado de (buenos) antecedentes o de "irreprochable conducta anterior". Un Presidente (Nixon) tuvo que proclamar en la TV que "no soy un ladrón". Otro (Clinton), trató de explicar, sin convencer, cómo era su relación sexual con Mónica Lewinsky. A Kennedy nadie le pidió explicaciones públicas mientras vivió. Pero con los años, la leyenda de sus amores sigue creciendo, incluyendo por cierto a la mítica Marilyn Monroe.
La lista es larga: Franklin D. Roosevelt murió en brazos de su amante; Ike Eisenhower protagonizó una ardiente historia de amor con la británica que era su chofer durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Por qué entonces hay tanto escándalo en torno a Donald Trump?
Simplemente, a mi juicio, porque los tiempos han cambiado. Es lo que le pasó al Rey Juan Carlos. Dejado por Franco como su heredero, inicialmente lo miraban con desdén (el "Príncipe campanita: tan ton tin"), pero cuando España estuvo al borde del precipicio por culpa del coronel Tejero, el prestigio del Rey se consolidó, sin importar lo que era un secreto a voces: sus aventuras extramatrimoniales. Su error fue seguir jugando a ganador con la complicidad de la prensa. Finalmente, cuando fue fotografiado mientras cazaba elefantes con muy buena compañía femenina, se le desarmó el tinglado. ¿Resultado? Su renuncia a poco andar.
Donald Trump, que asumirá el viernes 20 como el Presidente número cuarenta y cinco de Estados Unidos, es un compendio de todas las salidas de madre de sus colegas más tristemente famosos en el mundo entero. "Bombástico, vanidoso, resbaladizo… petulante y arrogante", resumió The New York Times el jueves pasado, después de su disparatada primera conferencia de prensa como Presidente electo. Agréguese a eso su sarcástico sentido del humor, disparado sin control contra mujeres, negros, mexicanos, discapacitados y estrellas de Hollywood y periodistas. O su insólito concepto del patriotismo y las relaciones internacionales. Y, por cierto, las acusaciones que lo presentan, durante una anterior visita a Moscú, como protagonista de tórridas sesiones sexuales.
En apariencia nada le ha hecho mella. No cree que la acumulación de denuncias pueda significar su "impeachment". Hace alarde de una superioridad casi divina: "Dije que seré el mayor creador de empleos que Dios ha creado. Y lo creo".
El mundo entero está desconcertado. Todavía no se termina de superar el shock de su inesperado triunfo, y ahora nadie sabe realmente cómo será su gobierno.
No hay más remedio que esperar.