La lavandera que a punta de esfuerzo se convirtió en un ejemplo de superación
María Lillo lleva quince años desarrollando el mismo oficio, pero hace dos decidió comenzar con su propio negocio gracias a un crédito social. Hoy incluso le da pega a otra mujer.
"Lavo, plancho y saco la ropa", dice entre risas María Lillo, quien ha pasado los últimos 15 de sus 48 años de vida como una orgullosa lavandera.
Hace dos años se pegó el gran salgo y comenzó su propia microempresa en el sector alto de Llolleo. Tuvo que superar el miedo para quitar sus sueños del "remojo", pero hoy es capaz de darle empleo a otra muchacha.
María Lillo, madre de dos hijos, contesta todas las preguntas con una sonrisa en su rostro. Los primeros cinco minutos estaba visiblemente nerviosa y desviaba la mirada hacia las fotos que cuelgan sobre una pared, en el living-comedor de su residencia.
Su hija de 11 años y una nieta un poco más grande revolotean por distintos rincones de la casa. Ellas están igual de tensas. "Es que ahora voy a ser famosa", comenta entre carcajadas.
Razones para ser reconocida no le faltan. Ella es una de las cientos de personas que a punta de esfuerzo, y en este caso rompiéndose los huesos literalmente, ha logrado tener un ingreso honrado para mantener a su familia.
"No me voy a hacer rica, pero puedo dar un trabajo y enseñarle a mis hijos que con esfuerzo se puede salir adelante", resalta.
El COMIENZO
María Lillo empezó como lavandera hace unos 15 años "con una señora que también tenía un emprendimiento como este", revela ella.
De a poco empezó a dominar las técnicas para eliminar las manchas más persistentes y dejar las prendas tan albas como un copo de nieve.
Ni tonta ni perezosa, como dice el dicho popular, empezó a hacer encargos "para callado" en su casa cuando uno de los clientes de su empleadora tuvo un desacuerdo con la mujer.
"La señora empezó a cobrar más y el caballero, (quien administra un centro de salud y de quien no revelaremos el nombre por petición de María) se fue enojado, así que yo le dije que podía hacerlo y me dijo que sí, pero cuando me pillaron, la jefa me echó y empecé con mi propia lavandería. Al menos tenía un buen cliente", confidencia.
La anécdota fue el puntapié inicial. Pidió un microcrédito en Banigualdad y con el primer préstamo de cien mil pesos compró una lavadora semiautomática (las clásicas redondas) y se puso manos a la obra, o mejor dicho al agua.
"Fue difícil empezar, porque tenía miedo y pensaba que ahora era yo misma quien tenía que hacerme un sueldo, pero había que hacerlo, porque tenía otras razones personales más importantes", añade.
Esas "razones personales" tienen que ver con su hija mejor, de entonces nueve años.
"Tenía que dejarla sola y no podía estar tranquila pensando en que le podía pasar algo malo. Uno como mamá siempre está atenta e incluso temiendo lo peor de puro susto", indica.
Por las causas que fueran, tuvo que enfrentarse a sus peores pesadillas. "He ido mejorando, ahora tengo dos lavadoras y una secadora", explica con orgullo.
Su casa lavandería
A pocos pasos de donde habíamos estado conversando, atrás de su casa, están las instalaciones de la "lavandería artesanal", como ella misma se refiere a su negocio.
A las mencionadas máquinas se suma una enorme tina, donde enjuaga kilos y kilos de ropa. Una lavadora automática le sirve para centrifugar y, poco más atrás, los cordeles y el patio que hace poco tiempo terminó de techar.
"Esto era para la risa, porque se ponía a lloviznar y tenía que salir corriendo a recoger la ropa, después salía el sol y volvía a colgarla, y así pasaba para adentro y para afuera", recuerda.
Ahí mismo, también bajo techo, hay una mesa y una plancha a vapor.
"Acá es donde termina todo estirado y ordenado para que la gente se lo lleve impecable", describe con orgullo.
"Hay personas que solo me buscan para que planche, porque les carga hacerlo, sobre todo a los más jóvenes", revela mientras se acaricia su hombro derecho.
El constante movimiento de su labor despertó un eterno dolor. Después de quince años dedicados al oficio, su brazo colapsó.
"Esto es por la plancha, se me desgastaron el hueso y el tendón", admite.
"Después de tanto tiempo igual el cuerpo se ve afectado por el cloro, los detergentes, estar refregando, pasando la escobilla y el peso de la ropa mojada", se lamenta.
"Ni las uñas puedo mantener pintadas porque el esmalte se desgasta con el agua y no saco nah", dice mostrando cómo le queda solo una mancha de lo que fue la pintura que cubrió la punta de sus dedos. Hasta el color es difícil de determinar.
A pesar de que tendrá que hacerse una operación para evitar los intensos malestares en su extremidad, no piensa en dejar de lado lo que tanto le ha costado construir.
"Estoy muy orgullosa de lo que hago, si algún día fuera necesario espero que mi hija siga el ejemplo, porque es un trabajo honrado, que necesita dedicación y que no le hace daño a nadie", reflexiona.
Pero María no solo quiere ser un ejemplo para su niña, sino que también para otras mujeres que temen aventurarse a perseguir sus sueños.
"No es fácil, porque nadie le va a querer dar un crédito a uno, ni pensar en ir al banco porque en mi caso, por ejemplo, nunca tuve un contrato de trabajo o una imposición, pero hay fórmulas como Banigualdad, que sirven mucho. Yo sin ellos no sería nada", agradece.
"Cuando empecé no tenía nada más que los conocimientos de cómo hacerlo y las ganas. Con eso, y harto esfuerzo, bastó", comenta al invitar a otras dueñas de casas a hacer lo mismo.
"En mi casa yo decido cuándo quiero hacer las cosas, si tengo que salir, o si hay una emergencia. No tengo que verle la cara a nadie, pero al final uno tiene que responder, porque cuando vienen a buscar lo que le dejaron, uno tiene que tener todo listo y ordenado para su cliente", cuenta.
-Señora María, cuéntenos la verdad. Usted que lleva muchos años en esta pega, ¿nos puede decir cuál es el mejor detergente?
-Bueno yo tengo mi fórmula para que la ropa quede con buen aroma y limpia.
-No es por ser intruso, pero ¿cuál es?
-Digamos que no hay que confiarse del detergente más caro ni tampoco del más barato.
Si quiere contar con los servicios de lavandería y de planchado… (eso de quitar la ropa era talla no más), puede ubicar a María Lillo al 971453726.