Profes optaron por la educación libre con método para niños fuera del sistema tradicional
Una pareja de docentes creó el club escolar Siete Colores, que este año albergará alrededor de 30 niños que no encajan en los colegios, potenciando sus mejores habilidades.
Cuando Tomás fue diagnosticado con una enfermedad que no le permite desarrollarse en un ambiente de estrés, su madre Tamara Avello no lo pensó dos veces y decidió trasladarse de Santiago a El Tabo, en búsqueda de un ambiente compatible con el estilo de vida que precisaba su hijo.
"El Tomy tiene un tipo de anemia que causa un estrés en sus glóbulos rojos y blancos, por lo que la vida en constante estrés no es compatible con su enfermedad. Cuando vivía en Santiago, colegio al que iba le hacían bullying; entonces, el doctor me recomendó cambiarnos a una ciudad más tranquila porque mi hijo ya estaba en un estado crítico de salud", explica Tamara, de profesión educadora.
"Llegamos a El Tabo y él estaba entrando a primero básico. Fuimos a un colegio municipal donde había mucho bullying, fuimos a una escuela alternativa donde estuvimos un año, pero le faltaba la parte académica, porque su tipo de educación era muy libre".
Insatisfecha con la educación que estaba recibiendo el segundo de sus tres hijos, Tamara comenzó a educar paralelamente a Tomás en su propio hogar, reforzando el área emocional.
"La única forma que yo tenía de ayudarlo era enseñarle el empoderamiento, que aprendiera a decir 'no quiero que me golpeen'. Siempre he pensado que no es normal que los niños se maltraten porque el humano es un ser que evoluciona y aprende, pero este tipo de conductas está masificada", lamenta.
En 2014, Tamara y su esposo, Ignacio González, crearon un espacio que cumpliera con sus expectativas como pedagogos y como padres, un lugar que le permitiera a Tomás educarse de forma tranquila, sin retrasar su nivel académico.
"Hicimos el club escolar Siete Colores, de esa forma solventamos la educación libre y también llegan niños del sistema tradicional que vienen después de clases para reforzar lo que ya han aprendido en el sistema", explica la educadora.
"El primer bastión fue Tomás, de ahí nació la idea. Después llegó Simón, que era nuestro vecino y le llamó la atención que nuestro hijo se estuviera educando en casa. Estuvimos alrededor de un año y medio solo con los dos. Abríamos una cortinita en la casa y estaba la escuela, era súper entretenido. El lazo que se formó entre nosotros como profesores y ellos dos como amigos fue potente y muy bonito, porque de manera continua nos sugerían llamar a otros niños, transformarnos en escuela, buscar un nombre, una identificación. Todo eso lo hicimos con ellos", recuerda Ignacio, profesor de Ciencias Naturales y Biología.
El sistema de enseñanza que aplica el club Siete Colores rescata lo mejor del aprendizaje tradicional y de diferentes métodos alternativos de educación.
"Tenemos la metodología Waldorf, Montesori, Emmi Pliker, hay varias metodologías y métodos alternativos que se han ido potenciando a través de los años, porque la gente busca esta otra educación y tratamos de sacar lo mejor de cada una", cuenta Tamara.
"Nuestra metodología está basada en entregar el conocimiento a través de la emoción y de un aprendizaje del hacer. Incorporamos lo que nos pide el Ministerio de Educación, que es el tema académico, pero también entregamos el área emocional. Trabajamos con los niños la meditación y la educación emocional, donde se va orientando al niño sobre algún tema específico, como la resolución de conflictos o el empoderamiento ante otro niño que los quiera agredir", explica la educadora, especialista en el área de Planificación, Evaluación e Investigación.
-¿Qué tipo de niños llegan a educarse al club escolar Siete Colores?
-Nuestro perfil de alumnos es bien complejo, nos hemos convertido en una especie de clínica pedagógica, porque llegan niños muy saturados por estar en ambientes de bullying; otros que tienen problemas de salud, de aprendizaje, niños a los que les cuesta adaptarse al sistema tradicional, entonces tenemos que hacer toda una reparación emocional en ellos.
"La atención personalizada que reciben los alumnos es uno de los factores principales para desarrollar las habilidades propias de cada niño", manifiesta Tamara.
"Siempre recordamos que el niño es un ser único, no hay otro igual y todos operan de forma distinta. Con algunos puedo aplicar la estrategia de la contención, pero con el de al lado quizás tengo que ser exigente para que no maltrate al compañero, entonces de esa forma hemos ido construyendo este proyecto que es muy personalizado", relata.
Dentro de las salas, los niños son reunidos por niveles, lo que se denomina multigrado.
"Este año vamos a tener tres niveles. En el uno están los más chiquititos que son los de kínder, pre kínder, primero y segundo. En el nivel dos trabajan de tercero a sexto y el nivel tres es la enseñanza media", comenta Avello.
"El multigrado ha resultado bien positivo, porque los niños aprendieron a sociabilizar entre ellos y, además, aprenden a enseñar a otros. El verdadero trabajo en equipo, que no es estar sectorizado con un mismo grupo etario, es un grupo donde cada uno tiene sus propias capacidades y lo asociamos mucho a las inteligencias múltiples, donde cada niño tiene su don y cuando se encuentran en este multigrado van avanzando distintas etapas, porque se presenta el espacio para eso", concluye.
Cada año, los alumnos educados en sistemas alternativos validan su aprendizaje a través de pruebas que exige el Ministerio de Educación, para aprobar sus grados académicos.
"De primero a cuarto básico solo rinden pruebas de Lenguaje y Matemáticas, y ese era el déficit que encontré en otras escuelas de sistema libre, donde les enseñaban solo esos dos ramos. Acá les enseñamos de todo, aunque no lo evalúen, porque si no les potencias otras habilidades, generas tremendos vacíos académicos que les pesan a lo largo de la vida", asegura Tamara.
Masificación del sistema
Lo que comenzó como un proyecto familiar, terminó por convertirse en un sistema alternativo de educación al que cada año se suman más alumnos y apoderados.
"Este año la matrícula se extendió mucho. Tendremos alrededor de 30 niños y será nuestro tope, porque la idea es trabajar con los pocos que tenemos, pero hacer bien el trabajo que tiene que ser con dedicación", afirma la profesora, que reconoce no haber sido fácil llevar a cabo la iniciativa en un comienzo.
"La experiencia es dura, porque culturalmente la gente no está acostumbrada a lo distinto. Desde lo personal, me pasó cuando decidí sacar a mi hijo del sistema tradicional y mi familia me decía que me estaba equivocando, entonces los fui reeducando también a ellos", manifiesta.
Actualmente, en el club Siete Colores participan diez profesionales. "Todo el aspecto pedagógico, académico y curricular se basa en teorías distintas, por eso trabajamos con especialistas de áreas; por ejemplo, una profesora académica que tiene una mejor formación para introducir al lenguaje al niño", dice Tamara.
El método del club escolar también busca acercar a los niños con la comunidad, a través de talleres y actividades que les permitan un desarrollo emocional, al mismo tiempo que aprenden a sociabilizar con su entorno.
"Tratamos de incorporarlos a diferentes actividades. Tampoco podemos tenerlos en una burbuja, ellos tienen que conocer a otros niños y participar activamente de la comunidad de la que son parte. Este año vamos a potenciar talleres de vóley playa, yoga, teatro, circo, talleres lúdicos que les van a ser abiertos para toda la comuna", afirma Avello.
Esta apuesta educacional ha sido el mayor desafío y también la mayor alegría de Tamara e Ignacio, que hoy ven los frutos de su trabajo con los niños.
"Ha sido una experiencia súper bonita. En términos profesionales, ha sido la mejor batalla. Esto de hacer de circo pobre, pero después darte cuenta de que mucha gente lo está haciendo fuera del país."
"Y cuando lo están necesitando los niños, nosotros nos transformamos en una especie de clínica y con eso el corazón se nos llena, porque los chiquillos llegan con muchos karmas, son los inadaptados del sistema, no daban con la habilidad ni su identidad. Este año lo estamos esperando con el equipo completo para entregar lo mejor y yo creo que es lo más bonito, porque te vuelves a cautivar con una profesión que es hermosa, pero que está tan maltratada, que es la docencia", sentencia Ignacio.