Ejemplos de garra sanantonina: las historias de tres mujeres que fueron pioneras en sus áreas
Mónica Astete, Francia Abarca y Matilde Vásquez no se conocen, pero tienen algo en común: las tres insistieron y lograron formar sus negocios para salir adelante junto a sus familias.
Ayer fue el Día Internacional de la Mujer y este puerto tiene mucho que agradecer a esa garra femenina que logró -y lo sigue haciendo- la formación de instituciones o lugares que son emblemáticos. Diario El Líder quiso conocer sus puntos de vista sobre temas como la equidad de género y, por supuesto, contar sus historias de vida.
Mónica Astete, Matilde Vásquez y Francia Abarca se dedican a los negocios en áreas muy diferentes, tienen edades distintas, pero comparten dos visiones: que hoy es mucho más fácil integrarse a cualquier área laboral y que la mujer sanantonina tiene una fuerza única para levantarse. Esa misma fuerza y esa garra que las hicieron innovar y mantener sus negocios hasta hoy.
Mónica, la presidenta
Mónica Astete tiene 49 años y mientras estaba en la enseñanza media comenzó a trabajar en los locales que había al costado del muelle en San Antonio y eso le despertó el bichito por tener su propio puesto y entrar a este mundo.
"El sector pesquero es más masculino, obviamente, pero la zona de las pescaderías no era tan difícil cuando empecé, hace más de 30 años", cuenta con su típica sonrisa, que tiene tanto para atraer a sus clientes como para dirigir el sindicato de comerciantes de pescados y mariscos Esfuerzo y Trabajo, que dirige hace casi siete años.
"Pero no es solo que sea más difícil por eso de lo masculino, sino porque es complejo por lo inestable del negocio. Aquí tenemos temporadas muy buenas y otras muy malas, entonces hay que saber mantenerse y ser ordenado, porque, o si no, las cosas no salen bien", comenta Mónica.
Humildemente dice que se le dieron las cosas y logró obtener su propio local -el puesto 21, llamado "Mónica"- pero a pesar de que "teníamos una agrupación, no estábamos organizados, por eso cuando vinieron unas personas de Francia, me vieron trabajar y preguntaron si teníamos sindicato. Yo les dije que no, me invitaron a unas charlas en las pesqueras y yo sola fui. De ahí lo logré, porque yo quería formar este sindicato", relata con la voz llena de fuerza al recordar la pelea que tuvo que dar en ese momento.
Sin embargo, ella no fue la dirigenta de esos primeros años del sindicato. "Es que yo estaba embarazada, así que asumió don Luis Hernández, pero yo estaba atrás, porque yo quería y porque necesitábamos este sindicato", sentencia.
Mónica tiene dos hijos, a los que ha sacado adelante gracias a su sacrificio y al de su familia. "El mayor tiene 23 años y está sacando la Ingeniería en Geomensura y mi hija menor está terminando cuarto medio", señala con orgullo.
Durante algún tiempo dejó de lado el rol de dirigenta, "pero a medias, porque igual pertenecía a la directiva, como secretaria o como otra cosa, pero cuando hubo que reunir a la gente quise ser presidenta y hasta ahora hemos hecho varias cosas, como poner cortinas en los locales y siempre tratando de mantener todo lo mejor posible para nuestros clientes. Eso sí, ahora voy a retirarme, porque ya son muchos años y hay que seguir aportando, pero de otra forma".
-Mónica, ¿cómo ve ahora el rol de la mujer en las pescaderías?
-Ahora es más fácil que la mujer participe en todas las áreas de la pesca, antes todo era más difícil, pero lo importante siempre es dar ideas y llevarlas a cabo.
Matilde, la experiencia
Matilde Vásquez recuerda orgullosa que fue la primera locataria en ubicar su puesto por la entrada del Muelle de San Antonio. "Pero no sin esfuerzo, porque hasta tengo mi propia patrulla", cuenta esta simpática abuelita de 76 años.
"A mí me costó mucho y yo creo que fue harto de eso por ser mujer. Es que de verdad la sufrí mucho", rememora mientras unas lágrimas comienzan a bajar por sus mejillas.
Matilde llegó del sur a Santiago con sus dos hijos, porque su esposo la había abandonado. "Pasamos hartas penas, porque nos echaron de muchos lugares por no tener para pagar, pero unos años después la Gladys Marín me dio un pedazo de terreno en una toma, entonces ahí tuve lo mío, pero lo vendí y me vine para acá", afirma esta comerciante.
"Al principio me echaban de todas partes, de todas las caletas y asociaciones, no tenía permiso para vender nada. Yo creo que no me lo daban porque me miraban en menos por ser mujer. En esos años era distinto, pero yo igual fui la primera en ponerme a vender ensaladas en Centenario y cuando llegó más gente me puse con otra cosa, porque yo necesitaba trabajar", manifiesta con la mirada perdida esta mujer.
"Me hicieron la guerra pero no me cansaron. Cuando salió alcaldesa la señora Lucía Menares, yo la fui a molestar para que me diera un permiso y yo le dije que me lo diera a este lado. De ahí hay varios más que han llegado, ahora está toda esta parte con puestos, pero yo soy la primera que vendió conchitas y los colgantes". Es que su vida siempre estuvo llena de ideas innovadoras y aunque le costó sangre, sudor y lágrimas, por fin logró tener su propio puesto y, de paso, marcó el terreno para que varias personas más consiguieran el mismo objetivo.
Sin embargo, tanta pelea le pasó la cuenta. "Ahora tengo mi casita, pero tengo problemas en la entrada y en la salida, entonces me caí, me disloqué la mano, quedé con problemas en la rodilla y tuve otras complicaciones, pero no voy a dejar de venir a trabajar pase lo que pase", anuncia.
"Actualmente todo es más fácil y hay que aprovechar las cosas que antes no se daban. Ahora las mujeres tenemos más oportunidades y hay que sacar provecho de eso, porque se perdió el miedo que a lo mejor había antes", finaliza Matilde.
Las Flores de Francia
El puesto número uno del Mercado de San Antonio es el de flores de Francia Abarca, que surgió después de que ella y su esposo, Flavio Moscoso, perdieran todo por la inundación que en 1987 arrasó con lo poco que había quedado en pie tras el terremoto de dos años antes. Eso sí, ella primero tuvo su local comercial en la calle Lauro Barros, cerca de las tostadurías.
"Yo seguí los pasos de mis padres que trabajaban en esto y tenían su puesto. Por eso cuando comencé a trabajar, a los 17 años, no me costó tanto entrar ni que los otros comerciantes me aceptaran", recuerda.
Francia es de esas mujeres que no deja de trabajar ni a sol ni a sombra. "No puedo estar sin mi florería, cuando estoy en la casa me aburro. Por ejemplo, para el primero de enero me aburrí y vine a abrir el puesto", cuenta entre risas y con esa simpatía y desplante que la caracterizan.
-Y al mirar hacia atrás y ver el camino que usted ha recorrido, ¿siente que hoy es más fácil salir adelante para la mujer?
-Sin duda, porque ahora hay muchas más opciones, por eso hay tantas mujeres emprendedoras y luchadoras. Ojalá cada día sea más fácil porque tienen que darse las mismas oportunidades para todos".

