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Hegemonía patriarcal

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por Jean Flores Quintana, politólogo U. de Los Lagos.

Cuando la diputada Camila Vallejos intervino en la discusión del proyecto que sanciona la publicidad sexista, puso el foco central en el discurso hegemónico indicando que este "no es sólo aquello que constituye una práctica en las relaciones humanas, sino que [el problema] es el discurso mismo. Lo que desde chico se nos transmite en los colegios, en las universidades (…) y la publicidad contribuye a reforzar ese discurso hegemónico donde la mujer juega un rol y el hombre otro rol". Maquivelo, un pragmático de la ciencia política -espinoso de recordar en un escrito que reivindique los derechos de las mujeres-, advierte que el poder es una relación social y un conjunto de instrumentos de producción de hegemonía ideológica de un grupo contra otro.

La transformación del poder institucional sólo es posible si va acompañada por una lucha en el campo simbólico-cultural, por ello cada una de las acciones que realizan organizaciones que defienden los derechos de las mujeres y de género son valiosas, desde las luchas en el uso y significado de las palabras hasta mociones en el Congreso, pasando por marchas, cortes de tránsito y encadenamientos en edificios públicos. Los que conservan espacios de poder, no cederán centímetro alguno de manera voluntaria.

Son vergonzosos todos los ensañamientos contra las mujeres ocurridos este año y los anteriores, pues no son sólo un problema particular, familiar o de la mujer; representan un grave problema país. En territorio nacional se están asesinando mujeres sólo por el hecho de serlo. Las declaraciones institucionales no bastan, urge que se inviertan más recursos en: prevenir la violencia de género, facilitar canales de denuncia segura en las relaciones desde el pololeo y proteger a las mujeres que rompen el miedo para hacerlo, educar con equidad de género en todos los niveles y fortalecer las redes de protección social pues en sectores vulnerables la dependencia económica del proveedor/agresor es altísima.

La violencia contra la mujer en particular y contra el otro en general se manifiesta en una infinidad de actos cotidianos que por desgracia están profundamente arraigados en nuestro país. Un primer paso para erradicar esta indignante realidad es quitarnos el velo de los ojos y resquebrajar el vidrio de la normalización hegemónica impuesta en el terreno cultural.

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