Con 92 años, es la vecina más antigua de todo el cerro Alegre
Amalia Aranda Zúñiga llegó a su hogar en calle Camilo Henríquez en 1948 junto a su marido y tres hijas, por lo que el próximo año cumplirá 70 años viviendo en este sector de la ciudad puerto de San Antonio.
Una noche de 1981, el joven sanantonino Víctor Manuel Rojas salió de su casa ubicada en el cerro Alegre sin imaginar que nunca más volvería. Se despidió de su familia y emprendió rumbo al centro. Tenía 21 años de edad y tras varios días en que nadie sabía de su paradero, su cuerpo apareció sin vida en una casa abandonada de Bellavista.
36 años han pasado de aquel triste episodio y Amalia Aranda Zúñiga, madre de Víctor Manuel, mantiene presente el recuerdo de su hijo. Se emociona e inmediatamente le brotan pequeñas lágrimas desde sus ojos profundamente azules.
"Cuando me dijeron que mi hijo estaba muerto fue el día más triste de mi vida, una gran pena que nunca podré olvidar", asegura Amalia Aranda, quien a sus 92 años de edad es la vecina más antigua del sector del cerro Alegre.
Junto a su marido José Rojas Maldonado se instalaron con su hogar en 1948, cuando no existía ni el uno por ciento de lo que actualmente está edificado y construido.
La más conocida
Actualmente, en el sector donde se ubica la calle Camilo Henríquez, la figura de la "Abuelita Amalia" es parte del paisaje cotidiano. El próximo año cumplirá siete décadas viviendo en la casa que ha compartido con su esposo, hijas, nietos, bisnietos y hasta tataranietos.
"Y acá espero estar hasta mi último día. Cuando llegamos a este sitio, fue porque la hermana de mi esposo ya vivía acá, entonces nos pusimos en el terreno del lado. Esto era un fundo que incluso tenía un estero que con el tiempo fueron rellenando para construir casas. Criábamos chanchos, gallinas, pollos y otros animales, porque teníamos harto espacio, pero con los años también tuvimos que sacrificarlos, porque todos los espacios se fueron reduciendo", recuerda la señora Amalia, quien se trasladó hasta la ciudad puerto de San Antonio desde el sector rural de Algarrobo.
Vida de campo
Sus padres, Manuel Antonio Aranda y Raquel de las Mercedes Zúñiga, trabajaban de forma "apatronada" en el fundo San Gerónimo, y allí se instalaron a vivir junto a sus 16 hijos.
Amalia era la mayor de las mujeres y desde pequeña comenzó a trabajar en la tierra. Desde temprana edad supo lo que era levantarse de madrugada, con el cielo oscuro y un desayuno contundente para aguantar las jornadas que terminaban cerca de las diez de la noche.
"Desde que tengo uso de razón que he trabajado, ya que como era la mayor de mis hermanas era el paso lógico. En ese tiempo estudiar para la gente que vivía en el campo no era algo que estuviera presente, por eso que para mí era algo normar tener que trabajar desde chica", reconoce sin problemas.
Fue justamente en uno de sus trabajos en el sector rural de Algarrobo, donde la mujer que por esos años tenía 19 años, conoció a José Rojas, quien se convertiría en su esposo y padre de sus nueve hijos, ocho mujeres y un varón.
"Él era mayor que yo en diez años. Estuvimos un tiempo pololeando y a los pocos meses nos casamos en la iglesia La Candelaria de Algarrobo. Tuvimos tres hijos mientras vivíamos allá, hasta que en 1948 nos cambiamos para el sector que ahora es el cerro Alegre", agrega.
Ya en San Antonio, Amalia tuvo seis hijos más. Pero el destino les jugó una mala pasada a la familia Rojas Aranda, ya que dos hijas no lograron sobrevivir al parto.
La cocina es su lugar
"Estando acá me desempeñaba como dueña de casa, ya que era harto lo que había que hacer. Siempre me ha gustado cocinar, de hecho a los ocho años ya hacía sola y sin ayuda, el pan amasado para toda mi familia, por lo que prácticamente pasaba todo el día haciendo almuerzos, empanadas, postres, sopaipillas, mote con huesillo, todo lo fui aprendiendo mirando desde chiquitita a las demás personas cuando cocinaban", explica esta "masterchef" que últimamente debido a sus problemas en las rodillas no puede estar tanto rato de pie, por lo que alguna de sus hijas que viven con ella prácticamente la desalojan de la cocina cuando ven que lleva muchas horas entre ollas y cucharones de palo.
Sueño para el barrio
A sus 92 años de edad, la vecina más antigua del cerro Alegre reconoce que le gustaría cumplir su último gran sueño. "Me gustaría que pavimentaran la calle Camilo Henríquez, me encantaría ver ese progreso para el sector en el que vamos a cumplir 70 años viviendo con mi familia. Creo que es algo muy necesario para todos los que vivimos en este sector del cerro Alegre", dice llena de convicción Amalia Aranda, quien actualmente recibe el cariño de sus seis hijas: Rosa, Ofelia, Aurora, María Isabel, Elia Patricia y Elena.
"Pese a que dos hijas no sobrevivieron al parto, y tuvimos la lamentable muerte de mi único hijo Víctor Manuel, he tratado de vivir siempre con alegría y sonriéndome, creo que esa es la única clave para mantenerse y llegar a vivir más de 90 años como me ha pasado a mí", afirma entre risas la querida "Abuela Amalia".