La vida de superación y éxito de una de las comerciantes más queridas del mercado de San Antonio
Patricia Muñoz trabaja desde los 15 años y en su local tiene hasta el objeto más insólito que se pueda necesitar. Además, ella es quien pone el tradicional Viejito Pascuero de tamaño natural con regalos gratis en Navidad.
Patricia Muñoz Jeria es de esas típicas mujeres sanantoninas que demuestran su garra y espíritu de superación en los momentos más adversos de la vida y que a pesar de eso, siguen entregando cariño a los demás. "Soy bien positiva, porque igual siempre consigo lo que quiero y nunca me ha faltado nada, a pesar de que no he tenido una persona atrás que me diga yo te paso", contó la mujer.
En su local del mercado de San Antonio, el "San Esteban", tiene de todo lo que uno se puede imaginar: desde plásticos hasta disfraces, además de zapatos, termos, ollas, útiles escolares y muchas otras cosas más.
"Tengo de todo, de lo que me pidan, y cada día voy aumentando más, a medida que me piden o salen cosas de moda o mercadería de temporada. Para el '18' tengo trajes de huaso incluso. También zapatos, calcetas y de todo, disfraces de Halloween, adornos para la Navidad y luces que vendo más baratos que en todo San Antonio. Además, tiro las cosas de temporada por Facebook para promocionarlas. He aprendido con el tiempo", aseguró.
Esfuerzo
A Patricia no le gusta hablar mucho de su infancia. Se le pone la mirada triste y su habitual sonrisa disminuye un poco, pero vuelve al cabo de unos minutos.
Dio a luz a su primer hijo, Esteban, cuando tenía poco más de veinte años. "No conté con ningún apoyo para educar a mi hijo, estuve solita, porque me crié con mis abuelos, entonces no tenía más apoyo de mi familia que el de ellos que estaban fallecidos en esa época, porque ellos murieron cuando yo tenía 15".
Ahí recién es cuando comienza a hablar un poco, casi nada, de su niñez. "Cuando murieron mis abuelos, me quedé con mi tía, ella tiene su trabajo y todo, pero económicamente siempre dependí de mí, nunca me faltó nada, porque siempre he trabajado, desde los 15 años".
Pese a su buen presente, confesó que "a mí no me ha salido nada fácil, no me regalaron plata ni nada".
Sin embargo, de inmediato vuelve a su positivismo y prefiere hablar de sus dos razones de vivir: su hijo Esteban, de actuales 25 años, y su pequeña Nicole, de 9. "Mi hijo trabaja conmigo. Él se hace cargo del otro local y es súper bueno. Mi hija también es muy inteligente, a veces voy al baño y ella siempre atiende, es muy viva. Estoy orgullosa de ellos".
"Eso sí, a veces me hace pasar algunas rabias porque es muy inquieta en el colegio, pero es muy inteligente", agregó refiriéndose a Nicole, mientras la niña corre para atender a una cliente que acaba de entrar al local.
A Patricia le encanta que su hija esté con ella y la pequeña disfruta pasar el tiempo con su mamá y el movimiento que se da en el local. "Empecé a trabajar con ella desde que tenía dos semanas de nacida, se crió acá y a lo mejor por eso le gusta tanto", explicó con una sonrisa Patricia. Nicole asiente.
Modernización
Actualmente, Patricia tiene dos locales, uno en Llolleo y el otro en el mercado de San Antonio.
Esta comerciante también se modernizó y vende sus productos a través de las redes sociales, tiene pago por Redcompra y está esperando que le enseñen a dar facturas electrónicas.
"El comercio te hace modernizarte, por ejemplo, siempre he dado factura y ahora tengo que darlas electrónicamente. Entonces, tengo todo en el computador y me tienen que enseñar, porque aprendo rápido", señaló con su habitual buena onda.
"Siempre he estado buscando cosas nuevas, que me permitan trabajar y mantenerme, y no depender de nadie", explicó.
Añadió que "tengo el local hace como 17 años, lo arrendé. Llegué con otra mercadería y de a poquito lo fui cambiando, a medida que la gente iba pidiendo. Empecé bien chiquitita, con una florería, pero no resultó porque yo no sabía nada de flores y la persona que me ayudaba no era tan responsable y yo no sabía nada. Era comerciante, siempre he sido comerciante, pero venía de los puestos que estaban donde ahora está el mall, de esos módulos de madera. Me arriesgué a venirme para acá".
Sobre sus orígenes en el comercio, recordó que "primero vendía productos Avon, helados, ropa a crédito y empanadas en mi casa, de todo. Después una amiga me dijo 'y por qué no arriendas allá', porque me aburría de ir a cobrar y volver, de allá para acá, no hacía nada más. Entonces me arriesgué en los módulos y me fue bien. Empecé con súper poquita plata, tenía poquita mercadería y de a poco fui creciendo".
Con su ingenio, siempre está haciendo cosas para abaratar costos y así dar mejores precios a su fiel clientela. "Cuando traigo luces de Navidad, busco un proveedor que venga directamente de China. Las ollas las mando a hacer a un fabricante propio; entonces, trato de poner ofertas, porque no puedes comprar donde compran todos, si no, no se podrían hacer ofertas".
La microempresaria señala que "traigo todo lo de temporada, he tratado siempre de reinventarme y tener nueva mercadería. Por ejemplo, aprendí a hacer chocolates y manualidades. Ahora, para semana santa, hice canastos de conejitos. Me sentaba a la hora de almuerzo y los armaba", contó mientras mostraba algunos que le quedaban. Eso sí, tiene claro que en su vida hay varios objetivos. "Me gustaría tener un restaurante, pero de a poquito", explicó con un sonrisa.
Fracaso
Pero no todo ha sido éxito para Patricia, porque también conoció el lado triste del comercio. Abrió un tercer local, pero fracasó, principalmente porque no tenía a nadie de su confianza que lo administrara. "Me han tocado cosas malas también, he tenido hasta tres vendedoras, pero me han robado. Puse un local con puras cosas lindas, pero tuve que cerrarlo porque no se me veía la plata, perdía mucho. Entonces, mejor aquí, que siempre me ha dado, este (negocio) es el fiel".
Mala suerte
A pesar de que Patricia es una agradecida de la vida y de la independencia que le ha permitido su local y su espíritu "busquilla", reconoce que hay un ámbito en el que no ha logrado el mismo éxito que en los negocios: el amor.
"Estoy soltera, soy muy independiente. Ahora no tengo pareja, es que hago mis cosas y me lleno haciendo todo lo que tengo que hacer. Pero yo no creo que sea el problema, yo pienso que he tenido mala suerte", confesó Patricia, quien actualmente trata de hacerse un tiempo para, por fin, aprender a manejar el auto que tiene guardado.
Pascuero
Es normal escuchar a otros trabajadores del mercado que pasan y le gritan con aprecio "hola tía Paty", porque esta mujer reparte su positivismo al resto.
"Para la Navidad pongo un Viejito Pascuero grande en el mercado, busco juguetes en la bodega, hago regalitos gratis, es que no todos tienen la misma suerte que uno. Además, los hijos tienen que saber compartir con el resto, hay que ser agradecida y, en mi caso, también soy agradecida del local y de la dueña que confía en mí", completó.