David Muñoz Castillo
De entrada Oscar Miranda, el shihan (maestro) del dojô que funciona en el gimnasio SO2 de Llolleo aclara que su arte marcial fue caricaturizada por la prensa, el cine y los dibujos animados. Los ninjas no son esos personajes, que se visten con trajes negros, caminan por los techos, lanzan bombas de humo y son los malos de las películas.
Hace 18 años practica Bujinkan (Casa del Divino Guerrero en japonés) arte marcial milenaria fundada por Masaaki Hatsumi, quien heredó la tradición de nueve escuelas que se desarrollaron desde tiempos inmemoriales. "El arte marcial que practicamos data de hace 3 mil años atrás. Nace por una necesidad de sobrevivir y protección", explicó.
Se tenían que proteger de las fuerzas de la naturaleza, como terremotos o tsunamis, de los ladrones, señores feudales o de sus enemigos. "Las personas buscaban una forma de defenderse y de repente alguien estaba cortando leña con un hacha, le robaron tres veces y a la cuarta le pegó con el hacha y se dio cuenta que servía para matar", relató.
La práctica de estas artes marciales se extendió en el tiempo, pero recién a fines del primer milenio de la era cristiana se estructuraron. "Según algunos libros en el año 900 y otros dicen que en el 1.200 ó 1.300 se organizan como escuelas. Alguien que recibió de sus padres o de sus abuelos un montón de tradiciones y escritos, los organizó y creó una familia que opta por un nombre y un sokê (padre de familia) que es el fundador de la escuela", ahondó Miranda.
El Bujinkan, el arte que practica Oscar Miranda, se compone de 9 escuelas o tradiciones, que se traspasaron de generación en generación y tuvieron varios sokês.
"Llegó un momento en que el anterior Sokê, Toshitsugu Takamatsu, hablamos entre 1880 y 1910 heredó las escuelas de manos de 3 maestros distintos, entre los cuales estaban su tío, un maestro que era el jefe de seguridad de la fábrica de su padre, y otro maestro. De estos tres maestros recibe las enseñanzas y le heredan las 9 escuelas. Este Sokê le enseñó a varios, pero finalmente le traspasó las 9 escuelas al doctor. Masaaki Hatsumi, el heredero actual", precisó sobre su estilo.
Mantiene la esencia
Oscar Miranda cuenta que en la actualidad las artes marciales tienen un carácter deportivo y competitivo, la Bujinkan, en cambio mantiene ese sentido de supervivencia original.
La caricatura de la imagen del ninja es para el shihan (maestro) una confusión. La mayoría cree que el samurai, el antiguo guerrero japonés, y el ninja, son antagonistas.
"El Ninjutsu (ninja) es una enseñanza una filosofía de vida. Muchos samurais eran de las escuelas ninjas. El samurai era una casta un linaje militar y social, eran como oficiales ", explicó.
Tres de las 9 escuelas que componen el Bujinkan son de Ninjitsu, nacen con esa especialización, pero como precisa Miranda "con el tiempo y el cruce de escuelas todas han recibido algún barniz de los ninjas".
El ninja estaba orientado al espionaje, la estrategia, a la supervivencia, a la filosofía y a la espiritualidad.
Ese es uno de los rasgos más marcados del Bujinkan, según Oscar Miranda. "Nuestra característica es tener una conexión con la naturaleza. Primero con la interna; luego con el entorno los 5 elementos, el agua, la tierra, el viento, el fuego, la madera, el Kú (vacío), que es más filosófico", ahondó en su estilo.
Por insistencia
Antes de comenzar a practicar Bujinkan, Oscar Miranda no tenía ningún interés en practicar artes marciales. Era cliente frecuente de algunos bares de la comuna como el desaparecido 9 Milímetros.
La insistencia de su hermano menor lo llevó al parque O'Higgins a practicar un deporte desconocido cuando tenía 27 años y no tenía ningún interés más que disfrutar de la vida y la juventud. Cristian Godoy, su primer profesor, le hizo una propuesta: que practicara Bujinkan por un mes. "Pasaron 18 años y no paré. Me encantó la conexión, lo real que es", aseveró.
Esa es otra de las diferencias de esta escuela con otras artes marciales. "Tenemos un maestro en Japón y es el maestro para todos. No existe un Bujinkan estilo 1, estilo 2 ó estilo 3, ni la asociación de China, Chile o Jamaica. Estamos todos conectados tanto por las enseñanzas, documentos, pruebas y etapas que debemos pasar", precisó. "Yo tengo mi profesor, que está en Argentina, que es mi maestro y guía, pero a partir de 5 dan existe una conexión directa con sokê".
Igual existen coincidencias con otras disciplinas. "Los cinturones eran blancos, porque se usaban para abrocharse el traje. A medida que entrenaban se iban ensuciando con la tierra y el barro, se ponía cada vez más oscuro. Se entendía que quien tenía un cinturón bien oscuro, era porque llevaba mucho tiempo entrenando. De ahí sale el concepto que los instructores usan cinturón negro", relató.
En una etapa inicial tienen 10 kyus o grados, y tras obtener el cinturón negro vienen los danes, que son 15.
La antigua tradición del Bujinkan consideraba una prueba que solo el sakê podía tomar cuando se pasaba del cuarto al quinto dan. El postulante se arrodillaba en el suelo y el maestro a sus espaldas y con una espada en la mano atacaba a su pupilo. Si este sentía la sensación de la muerte venir y salía rápidamente del lugar superaba el desafío. En la antigüedad se efectuaba con una espada real, hoy con un arma de madera. Muchos no la pasaban y morían en el intento.
Masaaki Hatsumi permitió que algunos decimoquintos danes tomaran este reto. Confesó que tener que matar a alguien también lo mataba de a poco. Es una prueba peligrosa para quien la toma como para quien la debe pasar.
El sokê no es un ser divino ni alejado de sus discípulos. Oscar ha viajado un par de veces a Japón. El 2006 dio la prueba, en Noda (prefectura de Chiba en Tokio). Del quinto al noveno dan se convierten en shidoshis (persona que muestra el camino) y del décimo al decimoquinto son shihanes (maestros).
"Es una etapa de progresión con el desarrollo de la persona, los niveles en tu vida, como aportas a la comunidad. Para sensei no existe la posibilidad de que uno de sus alumnos avanzados esté entrenando oculto en un cerro", aseguró Oscar Miranda, sobre su motivación para entregar las enseñanzas que adquirió en casi dos décadas de práctica de esta arte marcial.
En Llolleo en el gimnasio SO2 (Inmaculada Concepción con José Miguel Carrera), instaló su dojô, donde bajo los acordes de la música japonesa le muestra a sus alumnos el camino del guerrero.