Maestro carnicero se pegó el salto y ahora tiene su propio restaurante
Víctor Tapia (56) dejó su ajetreada vida en Santiago para concretar uno de sus anhelos. Han pasado tres años desde que se hizo cargo del local de su tía en el mercado y aunque ha vivido altos y bajos en este aprendizaje, reconoció estar feliz con su nueva vida en San Antonio.
Víctor Tapia Cofré (56) trabajó por 21 años en una carnicería en la Región Metropolitana. Desde hace mucho tiempo que la idea de darle un giro a su vida le venía dando vueltas en la cabeza, por eso cuando se enteró que su tía tenía la intención de vender su restaurante en el mercado de San Antonio, supo que esa era la oportunidad que había esperado por años.
Dejar su trabajo como maestro carnicero no fue una decisión fácil de tomar por la incertidumbre que le generaba empezar todo de cero; por eso lo consultó una y otra vez con su almohada. Finalmente, la necesidad de hacer algo nuevo y de buscar la tranquilidad que tanto anhelaba lo trajeron a probar suerte a nuestra ciudad. Lo bueno es que tras tres años viviendo aquí, aseguró que trasladarse a la comuna ha sido la mejor decisión que pudo tomar.
"La primera vez que estuve acá no me gustó mucho, pero luego lo encontré muy bonito, sobre todo tranquilo", recordó.
Han pasado tres años desde que Víctor tomó las riendas del restaurante "San Andrés", ubicado en los locales 34 y 35 en el mercado y hasta ahora la experiencia ha sido muy buena, aunque aseguró que en más de alguna ocasión pensó en tirar la esponja, especialmente cuando se veía sobrepasado por la situación. "Yo no estaba acostumbrado a ver gente que, con unas copas de más se pusiera a pelear. Yo tenía que meterme a separarlos. Eso me hizo pensar harto la decisión de venirme para acá. Al final me di cuenta que el negocio era bueno y que era justo lo que andaba buscando".
Otra de las situaciones que complicó a este hombre de 56 años, fue tener que lidiar con los clientes que se iban sin pagar la cuenta o en buen chileno "hacían perro muerto". Contó que en más de alguna oportunidad tuvo que salir a perseguir a las personas que no cancelaban lo consumido.
"Al principio, las mesas que estaban afuera se me olvidaban; entonces, cuando iba a cobrar, los clientes ya se habían ido. Me costó acostumbrarme a esa situación. Lo bueno es que aprendí y ahora a los que se sientan ahí les cobro altiro", sostuvo, entre risas.
-¿Se le hizo difícil adaptarse a San Antonio?
-Con el pasar de los días me fui acostumbrando; además que, entre vivir en Santiago donde uno pierde horas trasladándose de un lugar a otro y vivir en San Antonio, donde en cinco minutos estoy en mi casa, no existe comparación.
Justamente una de las situaciones que más agobiaba a este santiaguino era el tener que perder tanto tiempo de su vida yendo y viniendo de su trabajo a su casa que estaba ubicada en la comuna de Conchalí.
"Una hora y media me demoraba en llegar al trabajo, después me demoraba otra hora y media más en llegar a la casa, es decir, perdía tres horas de mi vida en trasladarme, siempre y cuando no me topara con un taco. Eso no es vida porque ni teniendo auto uno se salvaba de eso. En Santiago andan todos estresados", añadió.
Para Víctor hacerse cargo de este nuevo desafío, le significó aprender a llevar un negocio y a darse cuenta lo difícil que es tratar de emprender, más aún cuando no se tiene la experiencia necesaria.
"De a poco tuve que aprender a administrar el negocio, y la verdad es que no es fácil. Muchos piensan que porque eres el dueño del negocio tienes menos responsabilidades, pero eso no es así; al contrario, tienes que pagar sueldos, pagar proveedores, hacer mejoras al local. Tener tu propio negocio requiere de harto sacrificio", reflexionó.
Durante este tiempo, Tito, como también es conocido este trabajador, realizó importantes mejoras a su negocio las cuales le han dado un nuevo aire a este local donde los sanantoninos tienen la posibilidad de disfrutar un exquisito desayuno o si quieren también puede ir a almorzar .
Cariño
Para Víctor atender su restaurante también le ha servido de terapia, ya que como él mismo reconoció: "a veces tiendo a deprimirme. Este negocio me ha servido para que eso no ocurra".
Mientras Víctor cuenta más detalles sobre su vida, un par de clientes se acerca para despedirse cariñosamente de él.
"En estos tres años he conocido gente muy buena como estas dos personas que se despidieron de mí. Cuando no abro el local, al otro día de inmediato, pasan a preguntar por qué no estuve. Ahora que estoy medio resfriado, también pasan a verme y eso obviamente se valora", señaló agregando que "puedo decir que ellos son mis amigos y también mi compañía porque muchas veces terminamos hablando de nuestras cosas. Muchas personas que vienen al local, a veces, solo buscan algo de compañía".
Empezar con su negocio a Víctor le ha significado estar lejos de su familia. Su mujer, quien ha sido un pilar fundamental en la decisión de hacerse cargo del restaurante, trabaja de lunes a viernes en una escuela de Curacaví.
"Ella es profesora así que de lunes a viernes se queda en Santiago para hacer clases, pero los fines de semana viene a verme. Ella ha sido muy importante en todo esto porque el estar separados tampoco ha sido muy bueno. Ella sabe que me gusta mucho el restaurante y que siempre he sido bueno para cocinar", relató.
Durante los primeros días Víctor notó la falta experiencia. Con harto entusiasmo y sacrificio intentó realizar todas las tareas del restaurante. Incluso la de cocinar.
"Cocinaba, atendía las mesas, limpiaba, lavaba la loza... no fui capaz. Eso también me hizo cuestionar todo. Así y todo seguí adelante y eso me tiene contento porque he aprendido mucho. Ahora tengo una excelente maestra de cocina que se encarga solamente de eso. Yo asumí la administración y la atención de los clientes", comenta con la satisfacción reflejada en su rostro.
Nuevos aires
Hay varios proyectos dando vueltas en la cabeza del comerciante, pero el más importante tiene que ver con el cambio de nombre del establecimiento. Aseguró que con esto su negocio "tomará nuevos aires".
"El restaurante pasará a llamarse "Donde Tito", afirmó con orgullo.
-¿Y cómo ha hecho su clientela?
-El negocio tenía su clientela. Lo bueno es que se ha mantenido y también han llegado nuevos. Eso me tiene contento porque quiere decir que estamos haciendo bien las cosas.
Llega la hora del almuerzo en el mercado y Víctor regresa a poner manos a la obra. Pronto saldrán a las mesas platos de pescado frito, frescas ensaladas y sabrosas cazuelas.
Seguro este trabajador mirara a los comensales llegar y dibujará una sonrisa en su rostro.