Llolleíno tiene a 220 marinos "marchando" en el living de su casa
José Silva, un ex oficial de la Armada y de la Marina Mercante, aprendió a elaborar figuritas de plomo y hoy, después de nueve años, posee un completo destacamento de infantes de marina en su vivienda de calle Cristo Rey.
Es el año 1992 y José Silva Marchant acaba de desembarcar tras un largo y agotador viaje como oficial de la Marina Mercante. Lo primero que hace luego de pisar tierra firme es dirigirse a la plaza Sotomayor de Valparaíso, su ciudad natal, para comprarle un obsequio a su padre, quien había trabajado 30 años como infante de marina.
Silva Marchant, quien tuvo una corta carrera como oficial naval, se acordó que había un local donde vendían soldaditos de plomo. Entre la gran variedad de figuritas encontró una que era el regalo perfecto para su progenitor: un cadete de la Armada de Chile.
Valían 18 mil pesos cada uno, una cifra alta para aquellos años, más aún pensando que medían apenas 10 centímetros de alto. Pero le gustó tanto que compró dos, uno para su padre y otro para él.
Durante varios años le dio vueltas a la idea de hacer una réplica de su apreciado cadete de la marina, que se había convertido en una especie de joya para él. Pero no sabía cómo hacerlo. Silva había investigado y tenía claro que el plomo sólido pasaba a estado líquido a los 350 grados, pero no encontraba un molde que soportara tal temperatura.
Casualidad
En 2008, dieciséis años después de adquirir su cadete de fantasía, este ex marino se encontraba en un taller arreglando su jeep Lada cuando vio una silicona que estaba utilizando el mecánico. Empezó a leer las especificaciones del producto y se percató de un dato que le llamó poderosamente la atención: "resiste hasta 350 grados Celsius".
La ampolleta se le encendió de inmediato. "Compré la silicona y comencé a hacer los moldes. Obviamente que al principio me costó muchísimo, pero echando a perder se aprende", comenta Silva, quien llegó a San Antonio en 1980 tras casarse con la sanantonina Pilar Duque. "Reconozco que yo soy solo un aficionado, porque los profesionales realizan los moldes con un caucho de silicona que es carísimo".
Y como la práctica hace al maestro, lentamente empezó a perfeccionar su técnica y a medida que el tiempo pasaba iba agregando más detalles. "Debo confesar también que he tenido la importante ayuda de Pilar (Duque) y de dos de mis nietos, Darien Cornejo (19), quien está haciendo el servicio militar en la Armada en Iquique, y José Tomás Orozco (14), que juega en las cadetes de Curicó Unido".
"Ahora, con el tiempo, me demoro un poco más de tres horas en hacer cada uno de los marinos. Lo que más tarda son los detalles que tiene cada uno", afirma.
Destacamento
En los últimos nueve años logró reunir cerca de 190 figuritas de plomo, que pesan 300 gramos cada una. En marzo pasado, estimulado por su enorme amor por la Armada -aparte de su padre, su abuelo y otros tíos también pertenecieron a la institución- pensó en hacer un homenaje a las Glorias Navales en el Mes del Mar. Y qué mejor manera de hacerlo que con sus propios marinos.
"Desde marzo hasta ahora hice cerca de 30 figuritas. En total tengo 220", comenta este orfebre en plomo.
Para que el tributo estuviera a la altura, construyó un mesón, con estructura de fierro y cubierta de cholguán, de 1,5 metros por cada lado. "Tenía que ser lo suficientemente resistente para soportar los cerca de 66 kilos de peso que hay entre todos los marinos", asegura.
Hoy, en un habitáculo que está en el living de su casa de calle Cristo Rey 986, en Llolleo, tiene una dotación de la Escuela Naval y de un destacamento completo de infantes de marina. En la muestra se puede apreciar hasta el comandante de las Fuerzas de Presentación y al director de la Escuela Naval, con sus ayudantes incluidos.
"Esto lo hago como un hobby. Nunca he pensado en sacarle un provecho económico", aclara este llolleíno de actuales 63 años.
-¿Y nunca le ha dado por vender las figuras?
-En el 2009 vendí 15, pero lo hice porque era un ex compañero marino que me lo pidió. De hecho, para el terremoto de 2010 se le cayeron y solo a uno se le salió la cabeza. El resto quedó intacto.
El orfebre reconoce, en todo caso, que su afición por los marinos de plomo nació mucho antes de ver a aquel cadete en la vitrina del negocio de la plaza Sotomayor de Valparaíso. "Desde que era cabro chico me gustaba este tema. De niño jugaba a hacer ejércitos con las tapitas de metal de las bebidas que había en aquella época. Como no existía la tecnología ni los juguetes de ahora, con mis amigos del cerro Santo Domingo de Valparaíso nos entreteníamos haciendo estos ejércitos de tapitas".
Exposición abierta
José Silva montó esta exposición con sus 220 marinos como un gusto personal, pero dice que está dispuesta a abrir las puertas de su casa por si algunas personas, especialmente sus ex colegas de la Armada, quieren apreciarla.
"Si se da la posibilidad, me gustaría exponer a mis marinos en un lugar público de manera que más personas puedan apreciarlos", indica, junto con anunciar que la exposición en el living de su residencia la tendrá hasta el próximo 7 de junio, cuando se conmemore un nuevo aniversario del asalto y toma del Morro de Arica por parte del Ejército de Chile (1880).
-¿Y tiene algún otro proyecto en mente, don José?
-Para septiembre quiero hacer una exposición con soldaditos de la Banda de la Escuela Militar. El problema es hacer el penacho, que tiene una especie de plumas que va en la cabeza de los soldados. Veremos qué pasa.