Guía para candidatos
por Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo.
Un humorista norteamericano escribió una vez que su país no necesita un Presidente.
Explicó su afirmación haciendo un recuento histórico y una cruel conclusión: Franklin Delano Roosevelt demostró que una víctima de parálisis infantil podía ser presidente. Ike Eisenhower probó que un militar puede desempeñarse dignamente en la Casa Blanca. Lo mismo Reagan: un actor puede ser presidente. Kennedy confirmó que también puede serlo un intelectual mujeriego. La excepción: Gerald Ford demostró, dijo el humorista, que Estados Unidos funciona mejor sin presidente.
Bromas aparte, lo que prueba esta historia es que no hay requisitos específicos para alcanzar el poder, tanto en Chile como en Estados Unidos. Por eso es un ejercicio algo inútil lo que se ha repetido en los últimos días a partir del desconocimiento de Manuel José Ossandón del Acuerdo Climático de París o las especulaciones de Sebastián Piñera en torno al espionaje en la Sofofa. Y qué decir de algunos lapsus memorables de Alejandro Guillier.
En Estados Unidos se han popularizado algunas recomendaciones que pretenden dibujar el perfil de un presidente ideal. La más famosa la hizo Peter F. Drucker, economista austriaco, "padre del management moderno" según sus admiradores. En The Wall Street Journal señaló: "Es difícil imaginar un grupo más diverso que los predecesores de Bill Clinton, en capacidades, personalidades, valores, estilos y logros. Pero incluso los más débiles de ellos tuvieron una eficacia considerable en la medida que observaron seis reglas de administración. E incluso los más poderosos perdieron eficacia en cuanto violaron estas reglas".
Drucker sostiene que el presidente debe empezar por preguntar: ¿Qué hay que hacer? "No debe hacer lo que obstinadamente quiere hacer, aun cuando fuera el punto central de su campaña".
Lo segundo es concentrarse, no diversificarse. "Generalmente hay media docena de respuestas correctas a "¿Qué hay que hacer?". Sin embargo, a menos que un presidente haga la elección arriesgada y polémica por una respuesta única, no logrará nada".
Tercero. "Jamás apueste por algo seguro". Roosevelt nunca pudo imponerse sobre la Corte Suprema, lo que consideraba esencial para el éxito completo de su Nuevo Trato. Clinton creyó que abrir el ingreso de los homosexuales a las Fuerzas Armadas estaba garantizado. Pero no fue así. Lo que acaba de ocurrir con Theresa May solo confirma el riesgo de apostar sobre lo que parece seguro.
Cuarto: "Un Presidente eficaz no micro-administra".
Quinto: Un Presidente no tiene amigos en el gobierno, como decía Abraham Lincoln. "Un Mandatario que hace caso omiso de esta regla ha vivido para lamentarlo. Nadie puede confiar en los 'amigos del presidente'. ¿Para quién trabajan? ¿Por quién hablan? ¿A quién se reportan realmente?"
¿Y la sexta regla? "Es el consejo que Harry Truman le dio a John F. Kennedy cuando recién había sido elegido: ´Una vez que fuiste elegido, deja de hacer campaña´".
Trasladar estas recomendaciones a nuestra realidad no es difícil. Lo importante es sacar provecho de las lecciones de la historia, en el caso chileno desde el Director Supremo de hace 200 años hasta nuestros días. Y, lo más importante, no navegar por las mismas aguas de Donald Trump que enfrenta cada día mares más procelosos.