Flavio del Valle: un patiperro que formó sus raíces en San Antonio
A finales de los ochenta y principios de los noventa gozó de popularidad gracias a la Lotería Familiar que instaló cerca de la plaza de Llolleo y que se llenaba todas las noches de familias sanantoninas.
Flavio Omar del Valle del Valle acaba de despertar y sobre su cuerpo el brazo tieso de su madre Corina lo abraza. La noche anterior la mujer presentaba complicaciones producto de un aborto espontáneo que había sufrido horas antes y le pidió a su hijo que la acompañara.
El pequeño Flavio tenía apenas seis años de edad. No había conocido a su padre y solamente gracias a algunas historias familiares sabía que su progenitor tenía nacionalidad española.
Hasta aquel día, los únicos dos apoyos que tenía para escudarse eran su hermana y su madre Corina del Valle Medina. Los tres vivían en el subterráneo de una casa ubicada en calle Santos Dumont, comuna de Recoleta, en los faldeos del cerro San Cristóbal. Allí la mujer trabajaba como asesora del hogar y a las primeras personas a las que Flavio les avisó sobre el estado de su madre fue a sus patrones.
"La imagen cuando estaban sellando el cajón donde estaba mi madre con un soplete me quedó marcada para siempre", afirma Flavio cuando recuerda aquel episodio que lleva grabado desde aquella noche en que su madre Corina decidió que abrazar a su pequeño hijo sería su último acto reflejo antes de partir de este mundo.
El pasado 20 de marzo Flavio Omar del Valle del Valle cumplió ochenta años. Actualmente vive junto a su señora Estrella Rossel en la casa de su suegra, en la calle Del Centenario del cerro Placilla.
El matrimonio, que lleva 42 años junto, se levanta el viernes, sábado y domingo a las siete de la mañana, ya que una hora después están saliendo en vehículo para instalarse en las ferias libres de San Antonio. "Vendemos artículos de ferretería y de cocina. Siempre hemos trabajado, así que para nosotros es algo que nos mantiene activos. Llevamos casi seis años en esto", explica Estrella.
Sin embargo, el trabajo en la feria llegó producto de un infortunio. Hasta el 2010, previo al terremoto del 27 de febrero, don Flavio junto a su señora Estrella eran muy conocidos en Llolleo.
Juntos trabajaron en la primera Lotería Familiar que se instaló cerca de la plaza y que funcionaba en los entretenimientos Flamingo. Por años, su local se llenaba de familias enteras que jugaban durante varias horas los cartones que en su mejor época podían tener un total de 200 ejemplares vendidos.
"Había trabajado en una lotería en Cartagena pero que no era familiar, porque los premios eran botellas de vino o pisco, galletas y nada más. Entonces se nos ocurrió que tendríamos otros premios. Con mi señora partíamos a Santiago a comprar cristalería fina, como vasos, copas, tazas, entonces a las familias les gustaban esos regalos y se entusiasmaban a jugar", recuerda Flavio.
Vida de patiperro
Pero antes de comenzar a gritar los números y hacerse conocido por la Lotería Familiar de Llolleo, Flavio del Valle experimentó una vida que él mismo define "como de patiperro, siempre fui nómade".
Tras la muerte de su madre en Santiago, comenzó a viajar constantemente a Cartagena, ya que tenía algunos tíos que trabajaban en la comuna. "Me quedaba en la residencial Del Valle, que era de unos tíos. Estaba en la Playa Chica y lo que hacía yo era ayudar, limpiar o ir a comprar. Era chico pero me gustaba hacer todas esas cosas. Pero estuve harto tiempo dando botes de un lado para otro, y algunos tíos ya no querían hacerse cargo de mí. Así que volví a Santiago por un tiempo, hasta que decidí retornar a Cartagena. Me puse a trabajar en la panadería La Marítima, donde aprendí del oficio de panadero".
Gracias a esta labor, un joven Flavio pudo ingresar al Sindicato de Panificadores de San Antonio. Un paso que sería relevante para reafirmar su condición de "patiperro" frente a la vida en esos momentos. "Al pertenecer al sindicato uno podía optar a un pase de beneficio con el que se podía trabajar en cualquier panadería del país. Así que aproveché eso y durante dos años me dediqué a recorrer hacia el sur, llegando hasta Osorno", hace memoria.
Rincón del libro
Tras las aventuras sureñas, nuevamente Flavio volvió a San Antonio. "Porque pucha que cuesta dejar este puerto", dice medio en serio y medio en broma.
Ya casado con Estrella Rossel, instalaron en el sector donde estaba la estación de trenes de San Antonio una librería que bautizaron como "El Rincón del Libro", la que en cosa de semanas contó con el aprecio de los lectores. "Me gustaba mucho leer y por eso instalamos esa librería. Primero teníamos libros de todos los tipos, pero luego aproveché unos contactos que tenía en el barrio Meiggs (sector Estación Central, Santiago) y nos ampliamos para vender cuadernos, libros, agendas, artículos de colegio y otras cosas dependiendo de la temporada. Estuvimos cuatro años en ese lugar del centro de San Antonio", señala Flavio, quien junto a su señora comenzarían otra aventura, esta vez en Arica.
En la ciudad de la eterna primavera se instalaron nuevamente con una librería en una galería comercial en el centro. Pero con una salvedad, ya que al negocio le agregaron la compra y venta de libros usados. Además, un ingenioso invento de Flavio los hizo aún más conocidos.
"Lo que pasa es que por el tema de la compra y venta de libros usados los que más iban al local eran peruanos y bolivianos, porque les salía más barato que comprar en sus países. Se me ocurrió la idea de ofrecerles casetes copiados, ya que había inventado un sistema en el que grababa en una radio Sharp la música que hacía sonar en un vinilo que arreglé. Me fue muy bien con eso", reconoce sobre su paso por Arica.
Pero la muerte de su hermana Georgina del Valle, quien fue directora provincial de Educación, lo motivó a retornar una vez más a la ciudad puerto de San Antonio. En calle Pedro Montt puso un local en el que siguió haciendo lo mismo que en Arica.
"Estuvimos dos años con los casetes copiados y los libros usados, hasta que comenzamos a formar lo que sería la Lotería Familiar, que es con lo que más nos recuerda la gente en Llolleo. Tuvimos un gran éxito, y muchas veces había filas muy largas de gente esperando por entrar, por lo que tenían que venir incluso los carabineros a resguardar la seguridad", reconoce Flavio del Valle, quien pese a haber nacido en Santiago, se siente un sanantonino de toda la vida.