El joven que les lleva alegría en sus bandejas a los enfermos
A los 31 años Ángelo Colombo es uno de los funcionarios más queridos por los pacientes, ya que es el encargado de llevarles las comidas durante el día. Él siempre atiende a todos con risas, humor y la mejor disposición.
Ángelo Colombo Colombo es sincero. La razón por la cual estudió técnico en alimentos fue sencilla. "No sabía cocinar y pensaba que cuando fuera más grande y estuviera solo no tendría cómo hacerme algo para comer", afirma.
Por eso, entrando a cursar tercero medio eligió estudiar esta carrera. Y cuando terminó la enseñanza media tenía dos opciones para realizar su práctica profesional de tres meses: el hospital Claudio Vicuña de San Antonio y la Empresa Portuaria. Eligió desempeñarse en el recinto de salud.
"Me decidí por el hospital porque siempre he tenido vocación al servicio, de hecho pertenecí a la compañía de Bomberos de Cartagena. Después de los primeros meses de práctica me pude quedar trabajando con el tiempo, y la primera etapa estuve cinco años en el hospital Claudio Vicuña. Mis primeras labores las realizaba repartiendo las bandejas y ayudando en lo que más se pudiera", recuerda Ángelo Colombo, quien gracias a su personalidad extrovertida y alegre, ha dejado su huella entre los cientos de pacientes que le ha tocado conocer.
A sus 31 años (26 de septiembre 1985), las intenciones que tiene Ángelo son las de seguir surgiendo dentro de su currículum profesional.
Actualmente está cursando el primer año de la carrera de técnico en enfermería en la Universidad de los Lagos.
"Lo mejor es que cualquier duda que tengo la puedo consultar acá mismo, ya que me han entregado todas las facilidades en el hospital y me ayudan con los temas de salud. Me encantaría hacer nuevamente la práctica acá y ojalá poder hacer carrera como técnico en enfermería", reconoce el joven.
Hasta costa azul
La historia de Ángelo Colombo comienza en la comuna de Quinta Normal. Allí nació y vivió hasta los tres años junto a su madre Jenny Coloma, y sus abuelos Jorge Colombo y Rosario Pérez.
"Mi abuelo, que toda su vida trabajó en transporte de pasajeros desde Arica a Punta Arenas, vendió su casa en Santiago y nos fuimos con la familia (además de dos primos: Jorge y Alexander Fuentes) a vivir al sector de Costa Azul en Cartagena. Por eso es que me siento del Litoral Central, porque todos mis recuerdos de niñez y adolescencia son en Costa Azul", afirma.
Lo que más recuerda de aquellos días en familia eran esas comidas entrañables que cocinaba su abuelita Rosario. "Lo que más me gustaba eran los porotos con riendas, aunque ella hacía porotos en todas sus preparaciones y todos les quedaban exquisitos. La verdad es que éramos bien regaloneados por mi abuelita así que tengo los mejores recuerdos de esos días".
Ángelo realizó la enseñanza básica en el Liceo Eugenia Subercaseux de San Sebastián y en primero medio fue matriculado al Liceo de Cartagena. Hasta antes que llegara a tercero medio, nunca había cocinado. Pero su premisa que si no aprendía a cocinar no podría comer cuando fuera grande, lo motivó a estudiar técnico en alimentos.
"Lo primero que nos enseñaron fue a preparar comidas típicas chilenas que podían ser cocinado en restaurantes. Hacíamos cazuelas, pasteles de papas, charquicán, y así muchos platos tradicionales. Ya después de eso nos enseñaron a utilizar recetas y cocinar con las medidas exactas y proporcionales a lo que dictaban las recetas que nos aprendíamos", explica.
Amor de hospital
Tras un paso de cuatro años trabajando en el hospital de La Serena, Ángelo Colombo volvió el año pasado a trabajar al hospital Claudio Vicuña.
"Quería un cambio de aire y me fui a La Serena. Es una hermosa ciudad donde estuve trabajando como técnico en alimentos, así que no se me hacía tan complicado porque ya conocía la labor tras los cinco años que había estado en el hospital Claudio Vicuña. Pero tenía ganas de volver y así fue como retorné a vivir al Litoral Central en el 2016", acota Ángelo, quien además pudo conocer el amor en el recinto de salud, ya que su actual pareja, Ana Valenzuela, trabaja junto a él.
"Yo soy la jefa de Ángelo, porque soy una de las maestras de la cocina del Hospital. Estudié manipulación de alimentos en el Liceo Fiscal y lo que más me gustó de Ángelo es su buen sentido del humor. Con los pacientes hombres se ríe, habla de fútbol, los molesta si son de la U, porque él es de Colo Colo, y así se lleva el día. Aunque la cosa cambia cuando va al sector de las mujeres, porque ellas lo esperan hasta perfumado, lo tratan de sultán, de que lo echaban de menos, así que son las más felices cuando Ángelo les lleva la comida durante el día", asevera su polola.
Llevando alegría
La rutina de Ángelo comienza a las ocho de la mañana, cuando empiezan a prepararse los desayunos de los pacientes y de los funcionarios que en total son 254. A las 10.30 es el turno de las colaciones y el almuerzo se sirve a las 12.00. La once se entrega a las 15.00 horas y finalmente la cena cierra el día a partir de las 17.45 horas.
-¿Cómo fueron los primeros meses trabajando en el Hospital, deben haber sido de mucho aprendizaje?
-La verdad que sí. He aprendido sobre la tolerancia y a ratos a tener que ser frío, porque uno acá se va haciendo estómago ante los olores y otras situaciones. Pero a mí siempre me ha gustado ser bueno para la talla, dicharachero, y si ando de ánimo reparto las bandejas cantando o contando un chiste.
-¿Te encariñas con los pacientes o tratas de no involucrarte mucho?
-Lo ideal sería no encariñarse pero para mí eso es algo difícil, porque tengo una vocación de servicio que me hace ir más allá de entregarle una bandeja de comida a un paciente. Preguntó cómo se siente, si les gustó la comida, los ayudo si tienen problemas para alimentarse, entonces se van formando vínculos. Varias veces me han saludado en la calle gente que ha sido atendida por mis servicios y me agradecen por la buena forma en que los trataba.