El dirigente que soñó con darles casa, educación e iglesias a los trabajadores portuarios
Este sábado 8 de julio se cumplen 46 años de la trágica muerte del líder sanantonino Arturo Villatoro Marambio, quien en una corta carrera gremial logró grandes beneficios sociales para miles de obreros a lo largo del país.
Arturo Villatoro Marambio "era porfiado como una mula", confiesa su hermano Manuel Villatoro (padre del actual gobernador del mismo nombre). Tal vez por esa tozudez no quiso aceptar el cargo de ministro del Trabajo cuando el Presidente Eduardo Frei Montalva lo llamó en 1964 para integrarse a su gabinete; y tuvo el coraje para recorrer todo el país alentando a los portuarios para luchar por sus derechos.
El hombre, que por entonces bordeaba los 35 años, era un destacado dirigente gremial sanantonino, pero nunca quiso dejar de serlo para convertirse en un político.
En pocos años de "combate" había conquistado tantos beneficios para los trabajadores, que sintió que lo mejor era seguir con ellos.
Liderazgo
Arturo, según cuentan su hermano y sus amigos Guido Escobar y Sergio Cabrera, comenzó a demostrar su liderazgo a fines de la década de los cuarenta, cuando en una acalorada discusión renunció al pequeño club deportivo "Juventud Antofagasta", que se ubicaba en la esquina de las calles Maestranza con Orella, en Barrancas.
Sin embargo, no fue hasta mediados de los cincuenta cuando sus dotes florecieron del todo. Primero, en el club Unión Católica, donde llegó a ser presidente por dos periodos, y más tarde en el puerto de San Antonio, al que había ingresado como "movilizador manual" en 1951.
Allí, en el entonces precario terminal marítimo, coincidió con gente igual de joven y comenzaron a pelar por derechos que hoy parecen muy sencillos, pero que para la época eran impensados.
"Cambió muchas cosas. Hasta ese tiempo los viejitos tenían que limpiarse en barricas e ir al baño en el borde del mar nomás, pero de a poco empezamos a demandar duchas, guardarropas y baños", cuenta Manuel, quien desempeñaba las mismas faenas que su hermano.
"Nuestra generación, la que Arturo lideró, cambió al puerto. Antes la gente llegaba muy sucia a su casa, pero nosotros entrábamos y salíamos 'pinteaditos'", agrega Guido.
Así, de a poco, Arturo comenzó a hacerse notar. A mediados de los sesenta ya era el cabecilla de su gremio y empezó a trabajar para unirlos en un solo gran colectivo.
El segundo semestre de 1965 fue elegido para sacar la cara por San Antonio en un congreso portuario en el que participaban representantes de todos los puertos nacionales.
Allí nació la Federación Nacional de Trabajadores Portuarios de Chile. La directiva estaría al mando por dos años. Arturo Villatoro quedó en el cargo de primer vicepresidente.
Dos años después, cuando renovaron a la dirigencia, el militante sanantonino de la Democracia Cristiana ganó la presidencia con amplia mayoría.
Desde ese momento y hasta su muerte alzó aún más la voz.
"Recorrió todo Chile. Fue a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Suecia y conoció cómo era la tendencia del trabajo portuario en Europa, y lo que vendría para Chile después. Nosotros apenas teníamos un par de grúas y allá ya estaban usando los contenedores", cuenta su amigo Sergio.
A donde quiera que fuera, Arturo solía terminar sus discursos con la frase: "nosotros soñamos que cada portuario tenga una casa donde vivir, una plaza donde sus hijos puedan jugar, una escuelita donde estudiar y una iglesia donde rezar".
Su anhelo se hizo realidad en San Antonio y varias ciudades más.
Legado
De acuerdo al relato de sus amigos, el sanantonino impulsó la promulgación de la Ley 16.250, que permitió entregar miles de viviendas a los obreros y funcionarios portuarios.
"Esto fue gracias a un reajuste que nos habían hecho para la reconstrucción del terremoto del 60. El gobierno se había comprometido en devolvernos la plata y cuando lo hizo, se ideó la forma en que se nos entregara solo una parte, que el Estado hiciera otro aporte monetario extra y que con ese fondo se construyeran casas para los trabajadores", describe Manuel.
Así nació la población Movilizadores Portuarios, el colegio con el mismo nombre, una población en Las Dunas, otra en Llolleo y por distintos puntos de Barrancas.
Se creó un Departamento de Plan Habitacional, que apoyaba a decenas de cooperativas de trabajadores en las zonas portuarias. Incluso se hacían préstamos para que quienes tenían casa propia pudieran arreglarla.
También adquieren sedes sociales, se modifica la carrera funcionaria y se permite a los obreros, de acuerdo a su comportamiento -que quedaba registrado en una hoja de vida- ir subiendo de grado, de cargo y sueldo.
"Los viejos portuarios, que eran nuestros padres o abuelos, tenían cocinas a leña y casas con piso de tierra. Nosotros ya avanzamos y compramos las primeras cocinas a gas, por ejemplo. Son cosas pequeñas, pero que modernizaron a San Antonio", agrega Sergio, quien valora que en los tiempos políticamente más polarizados de la nación, "Arturo nunca fue sectario. Daba lo mismo si eran radicales, socialistas o lo que creyeran, los derechos eran para todos".
Cada portuario era tan consciente de lo que merecía que tenía una "biblia" con él. La Federación Nacional distribuyó miles de copias de una compilación de leyes sociales que permitía a cualquier trabajador reclamar, literalmente, con la ley en la mano.
"Hay una última cosa muy importante, él también hizo un convenio con la Universidad Católica de Valparaíso e hizo que muchos portuarios fueran universitarios", resalta Sergio Cabrera.
Trágico final
La lista de beneficios ganados en aquel tiempo pudo ser mucho más larga, sin embargo, una tragedia puso un inesperado fin a la vida de Arturo Villatoro Marambio.
Estaba en un local nocturno del centro de San Antonio, cuando a las 23.04 horas del 8 de julio de 1971 un terremoto con epicentro en Illapel azotó con fuerza a la zona central. Una viga le cayó en la cabeza y falleció en el mismo lugar.
"Ese día estábamos celebrando el santo de mi señora (Isabel). Me llamó más temprano y me dijo que tenía una reunión del partido (la DC). Después llamó otra vez y me dijo que vendría a saludar a su comadre, porque también éramos compadres", recuerda su hermano Manuel.
El sismo impidió tal saludo. Esa misma noche Manuel salió con un grupo de amigos a buscarlo, pero no lo hallaron. Les dijeron que no lo habían visto salir del recinto donde se realizaba la reunión.
Al otro día, un grupo de portuarios emprendió la misión.
"Nos dieron libre en el puerto, sacaron las horquillas, de hecho, para remover escombros de algunas partes de San Antonio, porque hubo mucha destrucción", complementa Guido.
En medio de esas tareas de rescate, que se repetían por distintos puntos de la comuna, hallaron a Arturo sin vida. Tenía 41 años. Estaba casado y era padre de tres hijos.
Dos días después, en el Cementerio Parroquial, su compañero Jorge Pinto lo despidió así:
"No podemos sino resignarnos por tu increíble desaparecimiento. Hubo instantes inciertos en que todos alentábamos la esperanza de que solo fueran suposiciones, pero la muerte, siempre amarga e inoportuna, ya había trazado su zarpazo hacia ti, y consternados tuvimos que aceptar la amarga realidad".
Este sábado, a las 16 horas, se hará una misa para honrar su tremendo legado en la capilla Santa Rita de Casia, en calle La Boya, en la población Movilizadores Portuarios.