La conexión de El Tabo con la red de espionaje nazi en Chile
En plena Segunda Guerra Mundial un enigmático hombre recorrió el balneario aparentando ser un turista más. Pocos sabían que ese sujeto era el líder de un grupo alemán infiltrado en el país. ¿Cuáles eran sus planes?
Un hombre de mediana estatura, rubio, tez blanca, de modales educados y con aires de seductor camina por las calles del balneario de El Tabo.
Podría ser uno de los turistas que de tanto en tanto llegan al pequeño poblado. No llama la atención; es más, pareciera que se esfuerza por pasar inadvertido, hace lo que todo visitante hace en la costa: recorre el camino que bordea el mar, compra en algunos pequeños establecimientos comerciales, pero no intercambia palabras con los habitantes locales.
Es un turista más o por lo menos eso parece... Claro que hay algo en él que lo hace distinto, una actitud, un cierto aire que le da distinción... quizás sea su prestancia... su cierto aire de superioridad.
Es 1943, Europa se desangra en la guerra más brutal que el mundo moderno había visto hasta ahora. La Segunda Guerra Mundial entraba en una etapa crítica. Los alemanes habían sufrido su más aplastante derrota en Estalingrado, 300 mil germanos muertos y 450 mil de sus aliados, 108 mil han sido tomados prisioneros.
Los aliados toman Trípoli, la última ciudad libia en poder de los italianos y los bombarderos de la fuerza aérea inglesa lanzan los primeros ataques diurnos sobre la capital Berlín, hasta ese entonces inexpugnable.
Los alemanes saldrán de Africa derrotados. Cae Benito Mussolini en Italia.
Los dirigentes aliados: Churchill, Roosevelt y Stalin, se reunieron en la ciudad iraní de Teherán para coordinar nuevas estrategias militares y geopolíticas. Principalmente se debatió la necesidad de abrir un segundo frente en Europa y sentar las bases del reparto del continente, lo que acrecentó el poder de Stalin y la Unión Soviética en las naciones del Este.
Alemania y su amenazante ejército empezaron a conocer las retiradas. Algo que años de blitzkrieg (guerra relámpago) hacían pensar en imposible.
Muerte, desolación, refugiados, bombardeos aéreos, artillería pesada...
Pero en el poblado de El Tabo, entonces una subdelegación dependiente del Departamento de Melipilla, nada de eso trastocaba la habitual tranquilidad. Solo las alarmantes noticias que aparecían en los diarios y que durante las tardes informaba la radio, daban cuenta de la lucha que tenía en vilo al mundo.
Parecía que a nadie en El Tabo le importaba lo que sucedía a miles de kilómetros... parecía, porque al enigmático visitante con aspecto europeo era algo que lo perturbaba.
Espías
Como si fuera un capítulo de una novela policial del escritor norteamericano Raymond Chandler o de Agatha Cristhie, los detectives de los Servicios de Investigaciones, Identificación y Pasaportes (actual PDI) que formaron la unidad especializada conocida como Departamento 50, se dieron a la tarea de desentrañar el funcionamiento de grupos nacionalsocialistas en el sur de Chile y la intercepción de transmisiones radiales de este movimiento.
El director de Investigaciones, Jorge Garretón, y su secretario, Salvador de la Vega, citaron a una reunión al comisario Hernán Barros Bianchi, de 30 años, quien había participado en las primeras pesquisas contra los nazis en el sur.
El joven detective, quien se dedicaría a desarticular las redes infiltradas, trabajó en coordinación con agentes del Special Intelligence Service (SIS), una unidad que el FBI de Estados Unidos organizó exclusivamente para investigar el nazismo en América Latina.
A principios de los años 40, se detectó que en el cono sur había asentamientos nazis en Argentina y Chile. Investigaciones conoció dos hechos que darían origen al Departamento 50. Primero, se supo de jóvenes descendientes de alemanes con formación paramilitar en Puerto Varas, que llegaron incluso a tener armas. Segundo, se comprobó que transmisiones de la Armada fueron interceptadas por grupos nazi.
En 1942 y 1943, los detectives del Departamento 50 desbarataron una estación radial alemana en Quilpué que transmitía mensajes codificados a Alemania, sobre los itinerarios de los buques mercantes aliados desde el puerto de Valparaíso; específicamente referidos a cargas de cobre, salitre, yodo y carbón.
Además se descubrió una red de espionaje alemana que poseía transmisores que, luego del rompimiento de las relaciones diplomáticas de Chile con las potencias del Eje, fueron sistemáticamente enterrados en diversos puntos de la capital junto con importante sumas de dinero.
El cabecilla de toda la red de espías era el chileno de origen alemán Bernardo Timermann. El mismo hombre que trató por todos los medios pasar desapercibido en El Tabo.
Diligencias
Recientemente la PDI y el Archivo Nacional de Chile desclasificaron los documentos que daban cuenta de la exhaustiva investigación llevada a cabo por los policías en el Chile de hace 75 años. Son cientos de páginas donde se revela el accionar de los espías, métodos de encriptar sus mensajes, medios tecnológicos y económicos que disponían, residencias, conexiones incluso con altos efectivos militares chilenos.
Las pesquisas del equipo liderado por el detective Hernán Barros Bianchi, rindieron frutos y a la vez revelaron cómo los tentáculos de la red de espías llegaron hasta El Tabo.
En 1944 Bernardo Timermann Buschung, de 32 años, ex militar del ejército alemán, de profesión fotógrafo, fue sometido a una serie de interrogatorios. Al principio negó alguna vinculación con acciones de espionaje, pero los policías lo habían investigado. De inmediato le pusieron sobre la mesa los antecedentes que daban cuenta de sus movimientos dentro del país, sus giros de dinero, sus contactos con funcionarios de la embajada alemana y sus continuos viajes a Valparaíso y a la costa del hoy Litoral de los Poetas.
Poco a poco las coartadas de Timermann se fueron desmoronando. Reconoció que liderada un grupo conocido como Salvador, que incluía al menos 16 personas. En 1943 dijo haber sido contactado por la embajada germana en Chile, por lo que según él estimaba, era su conocimiento de la organización del Tercer Reich. Le propusieron ser parte de un grupo de actividades especiales y para ello recibió dinero, mucho dinero: 200 mil dólares, en moneda chilena actual unos 130 millones de pesos. Solo hay que imaginarse lo que se podría haber hecho con esa cifra en 1943.
Con esos recursos su elenco de alemanes entregó constantes informes a Alemania vía radio o por sobres a través de Buenos Aires. Los documentos daban cuenta del movimiento de buques estadounidenses e ingleses desde Valparaíso, entregaban datos acotados de las características de aviones aliados y recursos técnicos de la Fuerza Aérea de Chile.
Cuando Chile le declaró la guerra a Alemania, Italia y Japón, el 20 de enero de 1943, entre los espías cundió el pánico. Rápidamente se deshicieron de transmisores radiales, los enterraron o fundieron. ¿Y el dinero? ¿Qué hacer? ¿Cómo se puede hacer desaparecer millones de pesos chilenos?
Bernardo Timermann repartió entre sus contactos sendas cajas con dinero para que las enterraran. A muchos de quienes las recibieron no les dijo qué contenían. Ellos también fueron detenidos y se sorprendieron de la cantidad de billetes de dólares que aquellos envases portaban.
En 1943 Timermann se apersonó en El Tabo. Conducía un auto Chevrolet de 1938, se dirigió hacia la casa de su suegro Adolfo Bethke y cavó cuatro misteriosos hoyos.
A las pocas personas que pasaron por el lugar les pareció que era una persona trabajando en su jardín.
Las casas de aquellos años en El Tabo, sobre todo las de las personas de mayores recursos, lucían cuidados jardines y no pareció extrañar a nadie.
Cuando Timermann se vio apremiado durante los interrogatorios, decidió derechamente colaborar. Entregó los nombres verdaderos de sus contactos, las identidades y alias de sus colaboradores, dio las direcciones de las casas donde estaban enterrados los equipos radiotransmisores, y los lugares donde ocultó las millonarias sumas de dinero.
En el interrogatorio del 15 de marzo de 1944 en una fría sala del cuartel capitalino de Investigaciones, el detenido cumplía una jornada más de entrevistas con los policías. Una de las tantas a las que había sido sometido en los últimos días. Declaró: "Siempre en la misma época, es decir más o menos en febrero del último año (1943), enterré en tres puntos distintos en el jardín de la casa veraniega que tiene mi suegro señor Adolfo Bethke, en El Tabo, en cajitas de latas la suma de cuarenta y cinco mil dólares en billetes de a cien. Ni mi suegro, ni nadie se impuso de esta operación, que hice solo, a escondidas, pretextando de estar trabajando en el jardín".
Los policías encabezados por el prefecto inspector jefe de Extranjería, Salvador de la Vega, personal subalterno y Bernardo Timermann se incorporaron en una comitiva que raudamente se trasladó desde la capital hacia El Tabo.
El chileno-alemán entregó la dirección de la casa de su suegro y llegaron a la residencia de dos pisos inserta en un amplio terreno. Solo unos pocos curiosos observaron la escena desde lejos. El grupo de policías siguió cuidadosamente las indicaciones del detenido. Con palas y picotas en mano los detectives cavaron donde les indicó Timermann.
Los primeros lugares no arrojaron nada de lo que se esperaba, hasta que de pronto alguien encontró un artefacto metálico, un tarro mediano sellado.
Al abrirlo encontraron unos rollos de billetes. Eran dólares de alta denominación: 45 mil dólares en total en billetes de 100. Una fortuna para la época.
Timermann mantuvo la cabeza gacha la mayor parte del tiempo.
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El espía y tres jerarcas nazi detenidos en Chile fueron a parar a la cárcel. El dinero fue entregado a tribunales todo inventariado e identificado con sus números de serie. Los detectives... los 22 agentes del Departamento 50 fueron felicitados por las autoridades y posteriormente la unidad fue disuelta al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
El Tabo... El Tabo volvió a su habitual tranquilidad.