La profesora que prefirió a los niños del campo en vez de la TV
Paula Hermosilla decidió retornar a su natal Cuncumén para trabajar como educadora diferencial en el Colegio Agrícola. Este año compitió en el reality MasterChef, pero optó por dejarlo para dedicarse 100% a su vocación: educar.
Paula Hermosilla González, de 24 años, es una profesora cuncumenina que se hizo conocida en el país por competir en el reality MasterChef, de Canal 13, donde fue seleccionada por la preparación de un tradicional charquicán.
Pero la cocina no es la única pasión de esta joven. Paula también es una amante de la vida en el campo y la educación, dos cosas que este año logró unir y que no piensa dejar a corto ni a largo plazo.
En su participación en el programa televisivo, Paula tuvo altos y bajos. Primero fue eliminada, y cuando volvió tras ganar el repechaje, tomó una decisión que a muchos dejó boquiabiertos: le cedió su puesto a la competidora Miryam Ugalde, quien había sido eliminada en una competencia contra ella.
"Me retiré del programa porque no era capaz de convalidar el trabajo con el programa. Grabábamos durante la semana y yo debía ir a clases. En otros trabajos es diferente porque si faltas cualquiera puede reemplazarte, pero es diferente trabajar con niños. Dejé la televisión para dedicarme a hacer clases", explica la educadora diferencial, quien trabaja en el Proyecto de Inclusión Educacional del Colegio Agrícola de Cuncumén.
Mujer de campo
Cuncumén es el lugar donde Paula vivió gran parte de su infancia, conectada íntimamente con las tradiciones del campo chileno. Para ella, Cuncumén significa "adaptación, tranquilidad, felicidad, familia y hogar".
Durante más de cinco años vivió fuera de su pueblo natal. Primero, en Santiago, donde estudió Educación Diferencial, y luego durante seis meses en Andalucía, España, donde realizó una pasantía gracias a una beca que se ganó. Todo ese tiempo, añoraba el campo.
"Yo me siento súper campestre. El campo es parte de mis raíces, por lo que volver fue agradable. De hecho, en los cinco años que estuve estudiando en Santiago era estresante subirme al Metro, ir apretada, los viajes, el Transantiago. Volver a Cuncumén era lo que necesitaba, lo que yo quería hacer: vivir ahí y retomar lo cotidiano que es vivir en el campo", señala la educadora.
A principios de este año, decidió irse con camas y petacas a la casa de su familia en la localidad rural, donde vive acompañada de sus tres guardianes: sus perros Balto, Ricky y Butito.
"No tengo vecinos, solamente tengo vacas alrededor", cuenta riéndose la joven.
En su diario vivir en este sector rural, ella aplica los conocimientos que sus abuelos y padres le han transmitido, que van desde hacer fuego hasta faenar a un animal.
"Mi abuelo paterno, antes de que le diera Alzheimer, era carnicero y criaba animales. Entonces siempre vi cómo se criaban hasta que eran faenados y puestos en la mesa. De hecho, si hoy tengo que faenar un pollo para hacer una cazuela, sé perfectamente hacerlo o soy ayudante de mi papá cuando hay que faenar animales más grandes, como cerdos o vacunos", explica la profesora.
Su día a día en el campo tiene obligaciones muy distintas a las que podría vivir en la ciudad. Planificar las compras del mes; preocuparse de que el estanque esté siempre lleno para cuando se corta el agua potable; tener linternas para cuando se va la luz; y picar la leña y hacer fuego en los días de invierno son algunas de sus preocupaciones.
Respecto a qué llevó a una joven a optar por la vida en el campo, explica que "no hay como despertar en la mañana y que no haya bulla. Quizás sí está escarchado y todo húmedo, pero a mí me gusta. La gente que está acostumbrada a la ciudad quizá va al campo y lo encuentra entretenido para ir una semana o algunos días, pero vivir allá es totalmente distinto. Yo estoy acostumbrada a ese sistema de vida, para mí no sale de lo normal".
Educación
"Tuve varias ofertas de trabajo, pero me decidí por Cuncumén porque siempre me he sentido cuncumenina, entonces cuando ya terminé todo (en la universidad), dije que quería volver y aportar con mi granito de arena a la educación". Esa convicción llevó devuelta a Paula a la localidad rural.
En el Colegio Agrícola de Cuncumén, junto a un grupo de profesionales de distintas áreas, apoyan en sus estudios a los niños con necesidades educativas especiales, como dificultades de aprendizaje o déficit atencional.
"En Cuncumén las principales necesidades educativas pasan porque son chiquillos que se han criado y vivido siempre ahí. Les falta un poco ampliar los horizontes culturales y sociales, eso es lo que genera algunas dificultades para acceder al aprendizaje", explica la profesora.
El sueño de Paula es que los niños puedan conocer otras realidades y experiencias, hablándoles sobre temas que aún no son comunes para ellos, como la inmigración y temáticas de género.
"Yo volví con toda la intención de que los niños puedan conocer más allá de Melipilla y San Antonio. Los niños van a Santiago una vez a las mil quinientas, para los paseos culturales, y más allá no conocen, a no ser de la gira de cuarto medio donde viajan al sur o el norte. Mi idea es que ellos cuenten con herramientas con las que puedan salir de Cuncumén si así lo desean", afirma.
Para ella, el campo es un lugar ideal, pero sabe los sacrificios que hacen quienes viven allí. "A veces la pobreza no se visualiza en el campo, porque quizás la gente no vive en mediaguas, pero los sueldos son bajos, porque la gran mayoría de los papás trabajan de temporeros o en fundos. Lamentablemente, el desgaste físico es alto y el sueldo no refleja eso. Si bien viven en una casa que los protege y cubren las necesidades básicas, hay otros gastos que no pueden cubrir".
"Yo estudié con becas y decidí volver para quedarme, que es distinto a que un chiquillo tenga que quedarse porque los medios no le permitieron salir de Cuncumén y seguir trabajando en lo mismo que el papá trabajó, sin poder salir de un círculo que cuesta cortar. Entonces, la idea es dar herramientas a los niños, que les permitan tomar esa decisión y no verlos a futuro trabajando ahí mismo, conociendo a la gente de ahí mismo y haciendo lo mismo", reflexiona.
Paula sueña con poder seguir trabajando como profesora en Cuncumén o en otras escuelas, "pero siempre del ámbito rural, y, por qué no, más adelante, pero muchos años más adelante, convertirme en la directora de la escuela en Cuncumén", afirma sonriente la apasionada joven cuncumenina.