El portuario que se salvó del terremoto que en 1985 destruyó el muelle del puerto de San Antonio
Tras 37 años ininterrumpidos en el terminal, Francisco Rojas recalca que este trabajo le ha dado mucho de lo que tiene en la vida.
Francisco Antonio Rojas Córdova afirma que es uno de los portuarios de San Antonio que por más años ha desempeñado este trabajo. A sus 59 años, recuerda que fue en enero de 1980 cuando llegó desde Santiago para sumarse al Sindicato de Empleados de Bahía y Malecones, donde su cuñado Sergio Parraguez era uno de los dirigentes.
"Vine desde Santiago a trabajar al puerto", dice sobre esa época en que a los portuarios eventuales, como lo fue él, se les conocía como "pincheros".
Partió como tarjador y romanero, labores que son esenciales para el desembarque o embarque de la carga. Para él quedaron atrás esos días en que muy joven era operario en una fábrica textil en tierras capitalinas.
Eran en esos años ochenteros en que en el puerto se usaba que las viudas de portuarios arrendaran el carnet o matrícula con que el esposo entraba a trabajar al terminal. "Eso se llamaba la palanca de la viuda", explica.
Orgulloso de sus hijas
Ya a los 23 años, Rojas se había casado. Hoy, sus hijas América (38), María José (33) y Aracely (24) son su gran orgullo porque son mujeres responsables como él quiso siempre que lo fueran. "Todas son profesionales, estoy muy orgulloso de ellas", resalta.
Sin embargo, a poco andar, en 1981 la pega en el puerto se puso escasa, ya que la nueva normativa vigente permitía que varias compañías contrataran trabajadores para las faenas del terminal y así se ampliaba la cantidad de mano de obra mientras los puestos laborales no aumentaban.
En ese tiempo, Rojas tuvo que trabajar como empleado del Programa de Ocupación para Jefes de Hogar (Pojh), que fue creado por el gobierno militar con el fin de aplacar la alta cesantía de ese entonces. También manejó un taxi colectivo.
Después pasó a ser parte de las actividades de la empresa Cosseport, que por esos años era liderada por el ex alcalde de Cartagena, Osvaldo Cartagena Polanco.
Tras pasar por diversas empresas que suplían de personal al puerto, Francisco Rojas ingresó a Cosemm, una compañía ligada a Saam. Corría el año 1989 y el puerto ya era todo para él.
En 1995 lo ascendieron a supervisor en Cosemm, lo que le permitió desarrollar sus habilidades de líder.
En 2000, cuando Saam se adjudicó la concesión del Molo Sur, y se creó la empresa San Antonio Terminal Internacional (STI), "Pancho" Rojas fue uno de los primeros contratados.
"Me invitaron a ser partícipe de ese proyecto, y desde el año 2000 a la fecha que estoy en STI", afirma.
En STI, hoy es jefe de sección de patio, lo que significa que comanda un equipo de operarios que está a cargo de la recepción y despacho de la carga. "Estoy en toda la parte operativa del terminal", sostiene al señalar que la gran cantidad de naves que atiende STI lo obliga a estar siempre atento a lo que esté pasando en el muelle, incluso monitoreando vía celular que todo funcione a la perfección.
Y aunque sus funciones en el puerto han cambiado en los más de 30 años que lleva como portuario, asegura que mantiene siempre la misma pasión por esta labor.
"El trabajo en STI me ha dado grandes posibilidades de proyectarme a nivel laboral y personal; he viajado dos veces a Panamá a capacitarme porque la empresa me envió a hacer algunos cursos", agrega.
Añade que en el puerto de hoy todo está pensado en la seguridad de los trabajadores, los que, según él, son los primeros llamados a velar por su propia integridad. "Cuando yo empecé en el puerto se hacían cosas muy inseguras que hoy son impensadas", enfatiza.
Terremoto
De su historia en el terminal sanantonino, recuerda que estaba en el puerto cuando ocurrió el terremoto del 3 de marzo de 1985.
"Para ese terremoto, yo estaba trabajando y justo había subido a un buque que estaba embarcando fruta. Yo, que era tarjador en ese tiempo, veía cómo estaban estibando las cajas de fruta cuando se empezó a mover la nave, y los estibadores, que estaban abajo, comenzaron a gritar 'está temblando´, yo me di vuelta hacia la ciudad y se veía como se levantaba el polvo, como si fuesen fumarolas. Luego, el buque se empezó a ir hacia un lado, y a la vez vi que se caían las grúas del sitio 1 del Molo Sur", relata sobre aquella inolvidable y destructiva jornada.
"Luego, el muelle se empezó a partir. Me acuerdo que en el sitio 2, unas grúas horquillas cayeron al mar. En eso, con la desesperación, salió el primer oficial del buque y dijo ´todo el mundo a tierra porque el buque se va pa´fuera´; así que bajamos saltando porque en el muelle había grietas y había que trepar para llegar hasta una zona segura; yo salté y con los nervios, calculé mal y caí a un hoyo que había provocado el terremoto en el muelle. Como había visto algunas películas, pensaba que iba a quedar atrapado entre el cemento, pero, rasguñando por la tierra, pude salir y corrí hacía el Espigón", narra.
Raudo a casa
Cuando aún seguía temblando fuerte, Rojas alcanzó a tomar su vehículo que estaba aparcado cerca del Espigón, para emprender rumbo hasta su casa ubicada en la esquina de las calles República y Aconcagua, en Barrancas.
"Salí a Barros Luco y no se podía transitar porque había árboles en la calle. Llegué a mi casa y todo se había derrumbado, nuestro hogar estaba en el suelo, aunque a mi familia no le pasó nada. Después de eso, la municipalidad nos dio una mediagua para que nos pudiéramos levantar", rememora.
Paradojalmente, fue gracias a ese megasismo que Francisco Rojas tuvo su casa propia, ya que se adjudicó un subsidio estatal que le permitió tener su hogar en la Villa Los Pinos, en San Antonio. "Obtuve mi casa en 1987 pagando una sola Unidad de Fomento, y esa es la misma casa donde vivo ahora", declara.
Una situación similar le correspondió vivir para el terremoto del 27 de febrero de 2010. "Esa también fue una experiencia fuerte porque a mí me tocó participar en el levantamiento de contenedores, ver cómo quedó el puerto con los contenedores en el suelo, fue fuerte, aunque no tanto como para el terremoto de 1985".
"Creo que el terremoto de 1985 permitió que se modernizara el puerto de San Antonio, porque con la reconstrucción se logró poner a un nivel más alto", señala.
Compañeros
Lo más triste del trabajo que ha desempeñado es haber estado en el muelle cuando han ocurrido accidentes laborales que terminaron con la vida de algunos de sus colegas.
Para él es imposible no recordar lo que se produjo en 2014 en STI, cuando tres portuarios murieron en el desarrollo de sus faenas al interior del terminal. "Ese fue un periodo triste para todos los que trabajamos en STI. Fue un año muy duro, pero sacamos grandes lecciones, dolorosas, pero grandes lecciones porque ahora la seguridad pesa más que la productividad", concluye.