Sanantonina vivió momentos de terror con el terremoto de México
Ema Cabezas iba al interior de un carro del metro cuando comenzó el movimiento telúrico. "Se apagaron las luces y las puertas se mantenían cerradas. Yo me agarré fuerte de una de las barras, pero fue una crisis de pánico colectiva".
El viaje de Ema María Cabezas Torrealba a Ciudad de México ha sido una trágica historia de la que todavía no ha podido reponerse.
Esta nutricionista de 62 años de edad, avecindada en El Quisco, fue por un mes a visitar a su hijo que se radicó allá por motivos de trabajo. Pero los dos terremotos que sacudieron al país azteca cambiaron radicalmente su estadía.
Desde México, cuenta que el martes había tomado el metro para encontrarse con su hijo en el centro de la ciudad cuando comenzó el sismo de 7,1 grados. "Se apagaron las luces y las puertas se mantenían cerradas. Yo me agarré fuerte de una de las barras, pero fue una crisis de pánico colectiva. Si no me afirmaba de ese fierro el movimiento me botaba", comenta Ema.
De acuerdo a su relato, no tiene claro si estuvo más de una hora o menos encerrada al interior del metro, pero indica que mientras estuvo en el túnel, cada minuto se le hizo una eternidad.
"Era hora punta allá y en ese horario se dividen los carros para hombres y otros para mujeres. El movimiento era tremendo y los gritos de la gente eran lo peor", señala.
Una vez que el tren continuó con su marcha, Ema dice que llegaron a la siguiente estación y pudieron bajar.
"Yo no tengo teléfono mexicano, así es que le pedí a otra persona que me prestara el suyo y hablé con mi hijo. Nos pusimos de acuerdo en devolvernos y encontrarnos en su departamento", agrega.
Ema revela que salir del metro fue una experiencia terrible y que la gente "estaba como loca". No fue si no hasta llegar al departamento de su hijo cuando logró darse cuenta que estaba llena de hematomas.
"Mi hijo tuvo que caminar cuatro horas para llegar a la casa, pero gracias a Dios no nos pasó nada. Eso sí que es muy triste ver, a una cuadra de donde estamos, los edificios en el suelo", dice.
Restaurador
El hijo de Ema, Pablo Marfán, es un profesional especialista en restauración y al momento del terremoto se encontraba trabajando en una construcción del siglo XVI en el centro de la ciudad. De acuerdo a lo que comenta Ema, la obra no sufrió ningún daño y tampoco tuvieron que lamentar lesionados.
En cuanto a los servicios básicos, Ema relata que en el edificio donde viven, estuvieron cerca de 4 horas sin agua y sin luz, pero los teléfonos no dejaron de funcionar. Sólo se deterioraba la señal, pero siempre lograron comunicarse.
Su temor y nerviosismo continúan. "Ya no estoy tan asustada como el martes, ahora solo siento el cansancio en mis piernas y no quiero salir a la calle", revela.
Sus planes de pasar un mes completo de gratos días con su hijo, recorrer los museos de Coyoacan y turistear por la gran capital, ya quedaron de lado, puesto que ahora prefiere quedarse en el departamento.
"Estamos en la parte sur de la ciudad, donde hubo más destrucción. Salir de acá y ver edificios completamente destruidos es realmente doloroso, porque ves mucho sufrimiento", añade.
Por ahora Ema cuenta los días para volver a su casa en El Quisco, pero atesorará cada momento que pueda compartir con su hijo en los diez días que le quedan de estadía en Ciudad de México.
7,1 grados Richter fue el terremoto que vivió la quisqueña en el barrio Coyoacan ubicado al sur de la Ciudad de México.