La investigación que revela los secretos arqueológicos mejor guardados de Algarrobo
El antropólogo Luis Morales presentará hoy las conclusiones de "Identificación del patrimonio cultural-arqueológico de Algarrobo", estudio que detectó 32 sitios donde se conservan restos de los primeros habitantes que tuvo la provincia.
Reconstruir la historia nunca es una tarea sencilla, menos cuando se trata de una que pudo pasar hace 8 mil o 3 mil 500 años. Pero, sin importar qué tan antiguos sean los hechos, el ser humano -sin intención de hacerlo- siempre ha dejado rastros de su paso: cerámicas, restos de lo que comían y sus propios huesos. Siempre queda algo para que las generaciones posteriores reconstruyan el pasado.
A las 20 horas de hoy, los algarrobinos podrán conocer el suyo. El antropólogo Luis Morales dará a conocer los resultados de su trabajo denominado "Identificación del patrimonio cultural-arqueológico de Algarrobo" en la Casa de la Cultura de esa comuna.
Es la primera vez, según cuenta, que se realiza una investigación de estas características en el balneario, que, de acuerdo a su relato, "es una de las áreas más ricas" de la zona central para descubrir quiénes y cómo vivieron los primeros pobladores de lo que actualmente es la provincia de San Antonio y de buena parte del país.
Hallazgos
En tres meses de trabajo detectó 32 "puntos de relevancia arqueológica" y cinco de "importancia mayor". En palabras sencillas, se trata de espacios donde se radicaron las culturas que habitaron el territorio antes de la llegada de los españoles al continente americano.
"Hablamos de asentamientos que se formaron entre 8 mil años antes de Cristo y el año 1550 después de Cristo", dice Morales.
Probablemente nada permanece de la misma forma que entonces. Ni siquiera los cerros, que han permanecido por siglos de la misma forma, tenían la misma vegetación.
"En este lugar había un clima mucho más cambiante, con fuertes vientos por ejemplo. En cuanto a la vegetación predominaban árboles de gran tamaño, estaba lleno de palmas. El peumo y el molle, que son dos especies nativas, recién aparecieron hace unos 3500 años. De eucaliptos o pinos ni hablar, aún no llegaban por este rincón del mundo", explica.
-¿Cómo era la vida de estos habitantes?
-Dependía básicamente del mar y de los mariscos que había en el borde costero. Era tal la abundancia que bastaba con recogerlos de las playas. Las comunidades se van moviendo por el territorio, pero siempre cerca del mar.
-¿Cómo saben, a pesar de los miles de años que han pasado, que esto fue así?
-De partida en los primeros pueblos no había agricultura, eso es algo que aparece después. Para reconstruir la historia en la zona ha sido fundamental el hallazgo de los conchales.
-¿Conchales?, ¿qué es eso?
-Como esta gente se alimentaba principalmente de mariscos, iba dejando una especie de vertederos de conchas, que también servían de señales de caminos; estos son de tal tamaño y magnitud que persisten hasta el día de hoy.
Protección
Son precisamente estos "conchales" los que se pretenden proteger después de este estudio.
"La idea de este trabajo es que se creen áreas protegidas, con fines educativos y turísticos, y que se ponga en valor todo este patrimonio que está en riesgo", prosigue el investigador oriundo de Isla Negra y titulado de la Universidad Austral de Valdivia.
La quebrada Las Petras, Peñablanca, caleta Huacho, el humedal El Yugo y Tunquén son algunos de los puntos donde predominan estos descubrimientos.
Además, hace unos 1000 o 1200 años, la cultura Llolleo ocupó uno de los lugares emblemáticos de Algarrobo: el islote Pájaro Niño. "Este es un lugar excepcional", resalta el antropólogo.
"En esa época no tenía el aspecto rocoso que tiene hoy. Por el contrario, era un frondoso bosque donde se veneraba a la naturaleza. Se creía que esta guardaba los espíritus de los antepasados y se les adoraba en este punto", explica.
"Lo destacable es que los individuos de esta cultura tenían por costumbre enterrar a sus muertos bajo el piso de sus viviendas. Se conocen pocos lugares, de hecho, destinados al entierro masivo de cuerpos, el islote es uno de ellos", narra.
"Se sabe que este sitio está compuesto solo por enterramientos que contienen restos de mujeres, los cuales fueron puestos dentro de grandes vasijas de cerámica, a modo de urnas", detalla.
-Ha habido mucha discusión en Algarrobo sobre el valor medioambiental de esta isla...
-Por cierto que lo tiene, pero no lo es todo. Está claro que siempre ha sido un ícono cultural y espiritual. En términos arqueológicos es de suma importancia que se mantenga y se cuide.
-Sobre los cuidados de estos puntos en general, ¿se espera que sean protegidos?
-Si bien el objetivo de esta investigación, que es una iniciativa de la Municipalidad de Algarrobo y que se está desarrollando a través de su Departamento de Cultura, era establecer e identificar estos lugares; una vez que toda esta información esté disponible es necesario tomar medidas para protegerlos y ponerlos al servicio de la educación y el turismo.
-¿En qué condiciones se encuentran estos sitios?
-El paso de los años evidentemente los ha arrasado, una cultura ha ido dominando a la otra, primero fueron los Llolleo, más tarde llegaron picunches, luego los incas y conquistadores españoles. Cada una (de estas culturas) fue mezclándose con el tiempo y construyendo su forma de vida sobre lo que había desarrollado la anterior. Lo bueno es que la expansión inmobiliaria no ha avanzado tan rápido en estos lugares como para dejarlos enterrados definitivamente.
"Por lo que hoy en esta comuna pasan varias culturas a lo largo del tiempo. La más representativa ha sido la Llolleo, pero también ha habido otras. Se estudia la posibilidad de que en algún punto hayan llegado habitantes de la Polinesia y se hayan incorporado a la población local", agrega.
-Volviendo a las amenazas, ¿es la construcción el principal riesgo?
-Claramente. La idea, según mi perspectiva, es no levantar un conjunto de departamentos donde hay tanta historia que nos sirve para rescatar y saber quiénes somos. Hay que pensar que son nuestros antepasados en cierta medida. Por más que tengamos apellidos españoles o de otra descendencia, hay sangre de los nativos entre nosotros, entre la inmensa mayoría de los chilenos.