La cena solidaria que alegra los corazones de los "patroncitos"
En el salón de la Escuela Industrial de San Antonio, estudiantes de la pastoral, profesores y apoderados recibieron con un plato de comida calentito a más de 30 personas que viven en situación de calle.
La cumbia sonaba en el ambiente, mientras en la cocina el profesor Lázaro Gil, junto a estudiantes de la pastoral social "Movimiento juvenil Eisano" y una colaboradora apoderada, echaba los fideos a cocer para la cena de los "patroncitos". Más temprano, el mismo grupo había preparado la salsa boloñesa, un pebre y las ensaladas, que ya estaban dispuestas en la mesa a la espera de los comensales.
"Yo llegué hace 16 años a la Eisa (Escuela Industrial de San Antonio) y ya se hacía esta cena. El año 2001 la tomamos como pastoral y la cambiamos a este mes para que coincidiera con el mes de aniversario de la escuela. La idea es compartir lo bueno", relató el profesor mientras alegremente picaba cilantro para la ensalada.
Alyson González va en primero medio y es una de las ayudantes de cocina que durante la tarde ayudó a picar ajo y cebolla para la salsa que bullía en el fuego. "Me gusta participar en la pastoral social porque se hacen cosas provechosas para las personas. Esta es mi primera cena y espero participar de aquí hasta 4° medio", afirmó Alyson.
En la cocina, se percibía el espíritu colaborador y alegre. Liliana, apoderada de un 4° medio, lleva cinco años participando en esta actividad y lo hace de puro corazón. "Cuando yo veo a los viejitos en la calle, yo pienso en mi papá, en cómo sería si él hubiese llegado a esta situación, por eso vengo a ayudar. Acá nosotros le damos un plato de comida calientita a personas que quizás llevan días sin comer", señaló mientras revolvía los fideos para que no se le pegaran.
La cena
Mientras en la cocina afinaban los últimos detalles, por avenida Centenario y sus calles aledañas, los estudiantes y el profesor Antonio Mardones, encargado de la pastoral, buscaban a personas en situación de calle para invitarlos a cenar.
"La cena de los 'patroncitos', como les decía el Padre Hurtado a las personas en situación de calle, la llevan adelante los jóvenes del Movimiento Juvenil Eisano. Este es un acto social donde todos nos vinculamos con esta población que para muchos es invisible. Queremos hacer visibles a estas personas a los ojos de los estudiantes y que ellos entiendan que son personas que están en una situación de abandono y que detrás de ellos hay una historia. La idea es que los alumnos entiendan que nadie está ajeno y que no vivimos solos", manifestó el maestro Mardones.
Poco a poco comenzaron a llegar los primeros invitados, cargados con sus bolsos, frazadas y mochilas. Hicieron su primera parada en una mesa instalada afuera del casino, donde los estudiantes dejaron ropa y zapatos para que los "patroncitos" pudieran llevar lo que necesitaban. Incluso, algunos se cambiaron los zapatos ahí mismo.
"¿Aquí es donde vamos a comer?", preguntaron algunos. Otros, sin haber probado bocado aún, no paraban de agradecer por la comida que les servirían.
Las mesas comenzaron a llenarse y la música de las cumbias comenzó a apagarse bajo el sonido de las conversaciones y risas de los festejados. Antes de servir la comida, Mardones pidió silencio para hacer una oración. Cuando concluyó la bendición de los alimentos, muchos gritaron fuerte "amén".
Los estudiantes rápidamente empezaron a llevar los platos a las mesas. "Gracias, mijito", "bendiciones" y "que Dios me la bendiga" fueron las frases que llenaron el ambiente. Otros estudiantes sirvieron vino, ganándose más agradecimientos.
Abrigando corazones
Cuando empezó la cena, me siento junto a un grupo, donde conozco a Pamela, Julio y el "Flaco". El "Flaco" trataba de contar sobre su vida, pero Julio lo interrumpía, y luego los tres hablaban al mismo tiempo sin parar, haciéndose callar y volviendo a interrumpirse, hasta que el "Flaco" se molestó y, por fin, lo dejaron hablar.
Contó que ellos han tenido suerte. "Estoy muy contento. Nosotros estamos bien gracias a la señorita Rosa y don Francisco. Por ellos yo me la juego toda, hasta la muerte, porque gracias a ellos estoy bajo techo. Tengo luz, una cocina, mercadería y una camita donde dormir. Nosotros vivíamos en una carpa en el estero y ellos nos ayudaron. Yo me la juego todas por ellos, porque ellos son legales", expresó el "Flaco", de pie frente a todos, emocionado y agradecido.
Francisco Ramírez y Rosa Reyes son fundadores del albergue "Abrigando corazones", que se encuentra en el sector del puente Arévalo, donde reciben a personas en situación de calle. "Comenzamos este proyecto a inicios de este año y con cooperaciones y beneficios obtuvimos una mediagua, donde tenemos espacio para siete personas. Les tenemos una cocina equipada y camas. Nosotros recibimos a personas con problemas con el alcohol, no con otras drogas, porque las podemos manejar mejor", indicó Rosa.
El "Flaco" lleva casi toda la vida viviendo en la calle, según Rosa, aunque él no me hablo de eso. En cambio, Pamela sí. "Yo vivía en El Convento, con una pareja, pero me tuve que ir. Hay cosas que una como mujer no puede aguantar. Él tenía cosas buenas, pero usted me entiende que hay cosas que uno no puede permitir", me dijo ella sobre la historia que la llevó a vivir en la calle. "Solita la pasó mejor", afirmó Pamela riéndose.
El último patroncito
Cuando los más de 30 comensales ya se habían marchado, con porciones extras en cajitas de plumavit para ellos y sus amigos que no pudieron ir, llegó un hombre solitario. No me dijo su nombre, pero me contó lo mal que lo ha pasado en la calle: "Yo llevo seis meses viviendo en la calle y los días de lluvia son los más difíciles. Antes arrendaba piezas, pero ahora está lleno de negros. Ellos son responsables, trabajadores, pero muy bulliciosos y yo no les podía pedir que se callaran, porque son esforzados", dijo el hombre, que tiene 45 años.
En estos seis meses él ya tuvo un accidente. "Yo soy artesano y no he podido trabajar. La otra vez me quedé dormido en el talud de 21 de Mayo y cuando me desperté pensé que estaba en otra parte, entonces me levanté y di un paso y caí, me tuve que afirmar de una liana que había para no caerme a la calle, iban pasando autos. Ese es el problema cuando uno no está con los sentidos al ciento por ciento, uno corre riesgos", me dice, mientras me muestra su codo izquierdo, que aún está un poco hinchado y con las huellas de un moretón.
Aunque él tiene familiares, prefiere no molestarlos. "Mi mamá es profesora, pero ya es mayor, tiene que estar tranquila ya. Yo sé que superaré esto, ya he dejado cosas peores", dijo refiriéndose a sus problemas con el alcohol.
De pronto, solo quedamos los dos en el casino. Los estudiantes han limpiado el lugar y a él lo viene a buscar Rosa Reyes. Ella había estado conversando con él y supo su historia, por lo que decidieron ayudarlo. Al menos esa noche, uno de los "patroncitos" tuvo una cama calentita donde llegar, sin los peligros de la calle.