La educadora mapuche que difunde su cultura en honor a su difunta madre
Natividad Herrera Ancain se reencontró con sus orígenes de adulta, cuando su mamá le contó cómo había sido su infancia en Puerto Saavedra y su dolorosa vida en la capital. En ese momento, decidió empezar a mostrar su cultura, labor que es central en su vida actual.
Natividad Herrera Ancain (52) es una educadora intercultural mapuche que se crió con la sensación de no pertenecer a ningún lugar. En los colegios y en las poblaciones donde vivió, a ella y a sus hermanos los llamaban "indios" y en su familia materna les decían "huinca", la palabra con la que los mapuches se referían a los conquistadores y, actualmente, a los "chilenos".
"Mi papá era de descendencia española, él, mis tíos y primos eran todos blancos y de ojos de color miel, verdes, azules. Para su familia nosotros éramos los indios; de hecho, nunca nos invitaron a los cumpleaños de mis primos. Para mi familia materna, en cambio, nosotros éramos huincas. Mis tías me decían champurri, que en el pueblo mapuche es alguien que no tiene sangre completamente mapuche, sino mezclada. Por eso tenía la sensación de no sentirme parte de ninguno de los dos mundos", cuenta Natividad sobre su niñez.
Hasta los 9 años, vivió en Santiago, donde sus vecinos solían mofarse por su origen. Luego, su familia se vino a vivir a San Antonio, donde las burlas continuaron en la escuela. "Siempre me decían 'india' en la escuela, por mi pelo negro y largo, mi trenza, mi cara redonda y morena y mis ojos oscuros. Me decían así y yo no entendía por qué, porque mi mamá (Juanita Ancain Millao) no me quería hablar de nuestra cultura", recuerda.
Por eso, cuando llegó a la adolescencia, comenzó a investigar a sus familias y entendió el silencio de su madre, quien falleció en enero de 2016.
El reencuentro
"Cuando me contó su historia me di cuenta por qué no quería que mis hermanos y yo habláramos mapudungun, era muy doloroso para ella. Nosotros conocimos algunas palabras, los números por ejemplo, pero por mi papá. Él nos contaba con gran histrionismo la historia de los grandes héroes mapuches; mi mamá siempre guardaba silencio. Hasta que alrededor de los 16 años comencé mi búsqueda personal", manifiesta.
Fue entonces que Natividad se enteró que su madre tuvo una vida maravillosa hasta los 9 años, cuando dejó su comunidad en Puerto Saavedra, en la Región de La Araucanía. "A esa edad ella se fue a Santiago porque sentía que así iba a tener los recursos para ayudar a su familia. Le hicieron pensar que vivir en una ruca, rodeada de animales, sembrando y cosechando era pobreza, cuando era todo lo contrario, porque ellos estaban en contacto con la tierra, se alimentaban de forma sana y no sufrían enfermedades, pero les hicieron ver que eso no estaba bien", afirma.
En la capital, su madre vivió los momentos más difíciles. "Llegó sin hablar castellano y sin zapatos, la trataban de 'india a pata pelá', 'india ignorante', los niños y patrones le tiraban sus trenzas, incluso le cortaron el pelo. La hacían trabajar hasta las 11 o 12 de la noche y tenía que levantarse a las 4 de la mañana a buscar la leche. Ella vivió muchas agresiones sin poder ni saber cómo responder, porque no conocía el idioma".
Natividad relata que fue muy difícil que su madre volviera a hablar mapudungun. "Costó mucho que hablara su propio idioma y el mate fue nuestro encuentro, porque ella había dejado de tomar mate, sólo lo hacía cuando venían mis tíos del sur. Entonces, empecé a tomar la costumbre del mate y eso nos unió, comenzamos a hablar de su infancia, su abuelita, sus tíos, sus perritos, sus caballos y me contaba cómo saltaba los cercos y cómo fue libre".
Luego de ese proceso, Natividad conoció a una nueva mujer: "Me di cuenta que mi mamá siempre habló mucho, pero en su idioma, con el que podía comunicarse sumamente bien. Cuando estábamos en su comunidad, en la ruca y en torno al fogón ella hablaba todo el rato, pero volvíamos a la ciudad y era una persona ausente y casi invisible. En el mundo chileno era muy tímida, pero en su mundo era un ser lleno del luz, saberes y conocimientos".
Educadora
Tras conocer la historia de su madre, Natividad comprendió sus orígenes y tuvo un cambio en su vida, el que se profundizó cuando nació su hijo Sam. "Cuando nació mi primer hijo tomé más conciencia y entendí que mis hijos no podían criarse como yo, sin raíces. Ahora mis cuatro hijos viven la cultura mapuche, tocan instrumentos, visten los trajes de nuestro pueblo y me acompañan a mis actividades. Además mi esposo se autoidentificó como mapuche, por lo que todos vivimos tratando de respetar las tradiciones y ritos de nuestro pueblo".
En esa etapa, ella empezó a transmitir lo que estaba aprendiendo con su madre, quien fue su "fuente de consulta". "Como ya tenía más información, comencé a hacer intervenciones en las escuelas y donde me lo pidieran. Lo que yo estaba haciendo era en honor a mi mamá, porque sentía que a la que tenían que conocer era a ella y yo debía ir abriéndole el camino", señala.
Mapudungun
Después de mucho tiempo, logró que su madre participara en las actividades de las escuelas, hablando en mapudungun para los estudiantes. Natividad cuenta que su madre "pasó a ser conocida como la ñuke (mamá) en las escuelas. Yo buscaba que el reconocimiento le llegara, porque yo no había hecho nada sin ella y era ella quien debía recibir el cariño y el saludo de los niños, y ver que si su cultura había sido mal mirada en algún momento -por desconocimiento o por intereses personales de otros-, eso había cambiado y que los cambios podía hacerlos uno también. Ella tenía que cruzar ese umbral y darse cuenta que también había un mundo de respeto que la esperaba".
-¿Cómo fue para su madre participar en las escuelas?
-Ella me decía 'nunca pensé que yo iba a escuchar mi idioma en las escuelas, que iba a ver mi bandera en el mástil de la bandera chilena, me emociono cuando veo esto porque jamás pensé que iba a ser real'".
Su misión
Natividad lleva cerca de 17 años como educadora tradicional. Los martes trabaja en las escuelas rurales Bucalemito, Claudio Vicuña y El Convento, y los miércoles, jueves y viernes en un jardín infantil de Bellavista, donde enseña juegos, canciones y relatos para acercar la cultura mapuche a los niños.
-¿Cómo ha sido educar sobre su cultura a los niños?
-En estos talleres he encontrado a niños con apellidos mapuche que inicialmente están con la cabeza baja en la sala. Por ejemplo, en una escuela un profesor me dijo 'tengo un alumno con apellido mapuche' y yo le pregunté al niño cuál era y entre dientes me respondió. Ahora ese estudiante toca la trutruca de una forma maravillosa. De hecho, un día estábamos en la escuela, haciendo clases en el patio y la escuela se paralizó, todos salieron de las salas para ver quién estaba tocando la trutruca.
Identidad mapuche
Además de los talleres para todos los niños, realiza uno de identidad para los estudiantes mapuches, donde conversan, explica Natividad, "los aspectos más profundos de la cultura, de sus relatos, de dónde vienen sus apellidos o de si su abuela es machi. Generamos un espacio donde conversan sin temor a sentirse distintos o a que se burlen de ellos".
-¿Qué buscan con estos talleres?
-Necesitamos que ellos se sientan identificados con sus apellidos y que entiendan que son portadores de una cultura milenaria, que ha permanecido en el tiempo porque nos hemos juntado y hemos hablado de nosotros. El sistema nos separa, pero durante cientos de años hemos buscado instancias para seguir encontrándonos, por ejemplo, con el palín, un encuentro de deporte, o el wüñoy tripantu, que es el retorno del nuevo sol.
Para ella los niños "son nuestro futuro presente, porque es ahora cuando tienen que fortalecerse para que en el mañana tengan la mirada consciente de lo que somos. Ellos serán nuestros educadores tradicionales que tendrán que seguir con su formación personal y también deberán compartirla con otros".
A pesar de sus años como educadora, ella declara que "me falta mucho para ser una educadora tradicional, yo me declaro más una aprendiz y una facilitadora. Espero algún día poder ser una educadora y compartir con sabiduría todo lo que me enseñó mi mamá y lo que he aprendido con los hablantes y los quimches de las comunidades, para ayudar a mantener intacta la cultura mapuche", señala con humildad Natividad Herrera Ancain.