Vinos del valle de San Antonio, algo de lo que se puede presumir
Suaves lomajes son bañados cada mañana por la vaguada costera proveniente del Océano Pacífico, inundando los campos con su salinidad y frescor. En medio de la humedad, con raíces bien plantadas en la tierra, crecen uvas que guardan un gran secreto…
Es la mañana de un día de semana en pleno diciembre en el valle de San Antonio y los cerros de la viña Amayna lucen totalmente cubiertos por una densa nube.
Es la vaguada costera que por estos días es típica de la provincia y en este subvalle de secano costero de la Cordillera de la Costa crecen 175 hectáreas de uvas, dedicadas a la producción de un vino especial, un vino que ha sabido capturar lo mejor del suelo y del clima frío que caracteriza al lugar.
Los profesionales que decidieron innovar con viñedos en este lugar, que antes no era utilizado más que para el pastoreo de animales, supieron dar con el punto exacto de la tierra y producir uvas con un secreto de sabor y textura que les ha permitido crear vinos premiados internacionalmente.
Pareciera increíble -para los expertos incluidos- que en terrenos a solo 11 kilómetros del mar se pudieran producir vinos blancos y tintos de altísima calidad.
En 1999, los Garcés Silva plantaron las primeras uvas en su campo de Leyda, convirtiéndose en los pioneros en producir Sauvignon Blanc y Pinot Noir con vista al Océano Pacífico. Esto los llevó a sustentar una revolución enológica, a la que agregaron la pasión, talento, filosofía empresarial y la visión de los diferentes miembros de la familia.
En el año 2002 nace la primera bodega del Valle de Leyda con sus vinos Amayna y más tarde con Boya.
Y es ahí, con las condiciones de la tierra y del clima frío y húmedo, donde el Chardonnay y el Pinot Noir de Viña Amayna vieron la luz.
Este año ambas producciones de esta empresa instalada en el valle de San Antonio, cerca de Leyda, resultaron premiadas en la XXXIV versión del Internacional Wine Challenge, instancia que calificó lo más granado de la oferta vitivinícola del mundo.
A través de una evaluación, un meticuloso y preparado jurado premió a los vinos con denominación de origen de San Antonio. Viña Amayna recibió una medalla con su Syrah 2015 en la categoría Trophies y en la categoría Gold.
Los expertos calificaron a estos productos como de "nivel mundial".
Trabajo
María Paz Garcés, directora comercial de Viña Amayna, comentó a Diario El Líder que "la producción en el valle de San Antonio comenzó cuando se logró canalizar el agua del río Maipo (distante a 8 kilómetros) y se obtuvieron los primeros resultados en 2003. Aquí tenemos temperaturas más bajas que en el valle central, tenemos vaguada costera en la mañana y sol por las tardes, las uvas maduran posteriormente y eso les permite lograr todo su potencial".
En una cuidada bodega y en una planta industrial donde se han considerado todos los aspectos técnicos y de respeto al ambiente, logran productos que son -en su mayoría- exportados al mercado extranjero (a 24 países) y, a la vez, tener presencia en establecimientos gastronómicos de alta gama en Santiago.
En todas las botellas que produce Amayna se lee el nombre de "San Antonio, Chile".
"Esto es gracias a un trabajo minucioso y sustentable. El tema del vino se ha desarrollado en Chile y el consumidor se ha vuelto más exigente; entonces, hay que responder con productos de calidad como los que tenemos nosotros en las líneas Boya y Amayna", sostuvo María Paz Garcés.
Concepto natural
En San Juan, en el kilómetro 11 del camino que conduce hacia la Ruta 78, se ubica la plantación de la viña Hacienda San Juan. Son escasas hectáreas, muy exclusivas de la cepa Pinot Noir, que son desarrolladas bajo el concepto biorgánico propuesto por el enólogo profesional francés Emeric Montignac.
Este pequeño espacio inserto en lo que fuera la hacienda de la familia del ex Presidente Balmaceda, se ubica a solo 4 kilómetros del mar. La cercanía del océano los incentivó a iniciar este proyecto único en la zona, donde aprovechan el potencial de lo que ellos denominan el "microclima" del lugar que les brinda suelos compuestos de arcilla volcánica, de granitos muy antiguos y calcáreos (pedregosos). Toda esa mezcla les brinda mineralidad a los vinos.
Emeric Montignac recalca que el manejo de la viña es natural, respetando sus ciclos, sus tiempos, utilizando el agua necesaria en los momentos precisos. Y evitando por todos los medios el empleo de químicos y elementos adicionales que afecten la calidad del producto.
He ahí el empeño puesto por el empresario Francisco Freire, que en apenas cuatro años, logró instalar el concepto en Hacienda San Juan y hoy lleva la denominación de origen San Juan de Llolleo a Estados Unidos y a los principales establecimientos gastronómicos de Chile.
"En 2016 produjimos 5.800 botellas de 8.500 plantas. Con poca intervención en la viña, este año tuvimos 3 mil botellas y a futuro esperamos llegar a las 8 mil botellas de las mismas 8.500 plantas", señala Freire.
Recalca que busca potenciar los productos y el maridaje (compatibilizar comida y vino) en la zona.
"Buscamos la diferenciación, aprovechar la riqueza del valle, los matices del suelo y la forma de producir. Aplicamos un sistema de plantación distinto a lo que se hace en el país, lejos de la contaminación, y logramos un vino de expresión propia".
El valle de San Antonio entró con fuerza en el mundo del vino premium, un trabajo desarrollado por empresarios de la mano de profesionales enólogos que han obtenido productos reconocidos a nivel mundial.
¿San Antonio productor de vinos?
Una realidad de la que hay que sentirse orgullosos y, además, presumir.