Mario "Lobito" Grez: el rescatista que añora volver al mar de su Cartagena
El miembro del Grupo de Rescate Anfibio de San Sebastián cumplió medio siglo como salvavidas. En esta labor compartió con su amigo y a quien él consideraba su hermano, el fallecido Juan Carlos Salazar.
Sentado en su silla de ruedas mirando el mar que ama, Mario Grez Poblete se emocionó al ver el simulacro de rescate que realizó la Armada en Playa Chica de Cartagena.
El hombre, a sus 66 años, no puede bucear desde que le amputaron su pierna izquierda en enero pasado debido a las complicaciones de la diabetes que padece. Por lo mismo, en el balneario observaba el océano con melancolía y con la cara repleta de ansias por adentrarse entre las olas de su eterna Cartagena y así dejar que el agua salada lavara sus heridas físicas y suavizase esos rasguños en el alma que regalan, sin quererlo, las penas.
"Lobito", como le llaman sus cercanos, nació en Santiago. Cuando era un niño su familia se trasladó a vivir a Cartagena, balneario donde comenzó su pasión por el mar y también su vocación por ayudar a los demás.
Aprendió a nadar a los 10 años cuando el bote en que jugaba con sus amigos volcó y él debió aletear espontáneamente para salvar con vida.
Grez tenía 12 años cuando por primera vez hizo sonar un silbato de salvavidas para ser ayudante de los rescatistas que en ese tiempo trabajaban en las playas cartageninas. "Me mandaban a amontonar gente en las zonas de baño mediante el uso del pito. Así nació en mí esa idea de ser salvavidas", contó.
Fue así como se enamoró del mar y nunca abandonó este romance. Se formó como buzo mariscador. A eso se dedicaba el resto del año cuando el verano pasaba y su labor como salvavidas en las playas de la zona quedaba interrumpida.
Su vinculación con antiguos salvavidas emblemáticos de Cartagena, como el conocido "Pato" Santis, afianzó su relación con este oficio, ya que ellos le traspasaron los conocimientos que solo los viejos lobos de mar pueden heredar a las nuevas generaciones. "A los 15 años fui un salvavidas titular, di mis exámenes en la Gobernación Marítima y en la Capitanía de Puerto de San Antonio y tuve mi matrícula. A partir de ese momento no paré más en todas las temporadas de verano. Me iba adonde estaba mejor la remuneración", dijo sobre esta labor de más de 50 años.
Grass
"La inquietud por crear un grupo de rescate comenzó en 1990", señaló Grez al destacar que en ese tiempo no existían los medios técnicos ni humanos para realizar un rescate en el mar, ni menos ejecutar labores de rebusca por varios días.
Todo quedó legalizado el 7 de julio de 1998, fecha en que se creó oficialmente el Grupo de Rescate Anfibio de San Sebastián (Grass), entidad sin fines de lucro que reúne a hombres, mujeres y niños cuyo fin es entregar parte de su tiempo para salvar vidas o rescatar cuerpos en el mar.
En este largo periodo como rescatista le quedan en la memoria muchos recuerdos de situaciones dolorosas y otras que también lo alivian.
"Fue doloroso cuando, hace unos 30 años, un matrimonio jovencito llegó a Cartagena. Ellos se habían casado el día anterior y armaron una carpa pequeña en el balneario El Ensueño, muy cerca de la orilla. Nosotros fuimos a advertirles, yo mismo lo hice, de que se no metieran al mar en ese lugar porque estaban en una mala ubicación, pero hicieron caso omiso. Después del mediodía hizo calor, ellos se metieron al mar y se ahogaron; sus cuerpos nunca más aparecieron", relató.
Otro hecho que ocurrió hace no más de cinco años también es recordado por Mario Grez cuando un joven alemán, que vino de intercambio a Chile, se ahogó en la Playa Grande de Las Cruces. "Su cuerpo tampoco apareció aunque nosotros lo rastreamos como ocho días", rememoró.
El Grass también participó en el rescate de los cadáveres de las víctimas del tsunami de 27-F en los Ojos de Mar de Llolleo. Además actuó en la rebusca de unos pescadores artesanales que se ahogaron en las cercanías de la costa de San Antonio.
"Como salvavidas un día me tocó, a eso de las 14.30 horas en Playa Grande de Cartagena, ver cómo una ola gigante sacó de la zona de baño a unas 30 personas. Desde la torre de salvavidas nos dimos cuenta de eso y entre cuatro salvavidas empezamos a hacer rescates simultáneos; tomábamos personas y las dejábamos en los bancos de arena. En eso llegó la unidad aeropolicial del Gope y así el helicóptero se mantenía a ras de agua y sacaba a la gente hasta la playa. Fue algo muy emocionante porque fueron muchas las vidas que se salvaron. Lamentablemente, una persona falleció después en el hospital Claudio Vicuña.
Hace cinco años, la misma Autoridad Marítima reconoció a Mario Grez como uno de los salvavidas más antiguos y experimentados de la provincia de San Antonio, galardón que lo enorgullece.
"A nosotros nos motivó siempre el servicio a la comunidad", remarcó al referirse al espíritu que, según él, mueve a quienes son parte del Grass.
Casado con Jovita Ramírez, a quien conoció cuando ambos eran rescatistas, Mario Grez tiene un hijo que lleva su mismo nombre. La familia ha sido vital en el apoyo para continuar bregando contra las tempestades.
Un hermano
Si hay alguien del Grass a quien Mario Grez recuerda con inusitado cariño es a su fallecido amigo Juan Carlos Salazar, uno de los fundadores de este grupo de rescatistas y quien recibió parte de sus conocimientos de otro experimentado salvavidas como Francisco Quiroz, activo hasta el día de hoy
Es que el "Lobito" Grez, Quiroz y Salazar eran entrañables compañeros y vivieron juntos muchos operativos de rescate.
Salazar se suicidó en la playa de San Sebastián el 13 de febrero de 2014 ,después protagonizar un violento hecho en que resultaron heridas otras dos personas.
"Fue terrible porque él era mi amigo de toda la vida, era muy bueno, era como mi hermano prácticamente", afirmó mientras el llanto lo vencía.
"Junto a él (Salazar) formamos algo que fue en apoyo de las personas que no tenían medios para contratar equipos particulares para que buscaran a sus víctimas. Su muerte fue terrible, fue una pérdida irremplazable", confesó Grez.
Según este hombre, su amigo Juan Carlos Salazar dejó un legado que hoy es recordado por sus compañeros y que motiva a los nuevos integrantes del Grass.
Los hechos relacionados con la muerte de Salazar son, de acuerdo a su parecer, parte de su vida personal y no afectaron a la institución que él representó muchas veces como su líder.
Insistió en que Juan Carlos Salazar era como su hermano y que por eso no puede evitar el llanto al hablar de él. "Teníamos los mismos pensamientos para hacer cosas por la gente en la zona", expresó.
Un sueño
Por estos días, debido a la amputación de su pierna izquierda, Mario Grez no puede hacer una vida completamente normal. Sin embargo, se las arregla para dar clases a los nuevos aspirantes a salvavidas y rescatistas del Grass, por lo que se mantiene vigente en aquel mundo que le apasiona.
Hace cuatro años que no bucea, por eso su sueño es volver a hacerlo en el mar de Cartagena. "Ha sido duro este tiempo, sobre todo en el inicio de las temporadas estivales en las que la adrenalina corre y dan ganas de participar en los rescates".
"El próximo año deberían ponerme una prótesis en la pierna, y espero caminar al borde de la piscina, ir a un operativo en la playa, coordinar algunas cosas, volver a estar metido ahí, que es lo que encanta. Ahora, por mi incapacidad, estoy a cargo de las comunicaciones con la Capitanía de Puerto, Carabineros, el Samu y Seguridad Ciudadana, coordino todo con la central de comunicaciones que tengo en mi casa. Este es mi sueño, además de volver a bucear", admitió.
"Mi pasión por esto la mantendré viva hasta el día en que me muera; de hecho, sigo dando orientación y charlas sobre autocuidado en el mar. Además, hago instrucción al borde de la piscina y en silla de ruedas. Seguimos preparando a jóvenes y esto no se ha cortado, porque el espíritu de esta misión ha seguido adelante enfocada en la memoria de Juan Carlos Salazar", manifestó.
Grez recalcó que la labor del Grass es vital para ofrecer a los jóvenes una opción que les permita no caer en vicios como la drogadicción.
Lejos de la pena que aún siente por la ausencia de su amigo Juan Carlos Salazar, a Grez lo mueve también esa convicción de que no existen barreras imposibles cuando los sueños se pensaron para hacerlos realidad, y por eso hoy él avanza en una silla de ruedas, pero mañana caminará con sus piernas, y luego nadará libre en medio de las olas de la gran Cartagena. "Hay que seguir adelante", dijo "Lobito", el hombre, el rescatista de mil historias.