La joven que se luce prestando ayuda a los turistas chinos que llegan en cruceros
Nayadeth Molina estudia hace tres años chino mandarín. El miércoles estuvo en el paseo Bellamar, en el marco de la feria turística-laboral, colaborando con los visitantes del país asiático. "El chino es el idioma del mañana", dice ella.
Muchos de los turistas que el miércoles llegaron al puerto de San Antonio tuvieron la posibilidad de disfrutar de ricas preparaciones gracias a la feria turística-laboral que se desarrolló en el paseo Bellamar.
Ciudadanos americanos y chinos, en su mayoría, recorrieron este tradicional sector de la comuna deleitándose además con los diferentes productos que ofrecían los emprendedores locales.
En medio de ese mar de gente estaba Nayadeth Molina Tuma, estudiante de chino mandarían en el Instituto Confucio de la Universidad Santo Tomás. Está en su tercer año. Debido a la escasa posibilidad que tiene para practicar este idioma, decidió acudir a esta feria y colaborar con los turistas chinos que llegaron al paseo a efectuar sus consultas.
"Mi hermana es la encargada de la Oficina de Turismo de El Tabo y me pidió que viniera a ayudarla porque sabemos que son varios los ciudadanos chinos que llegan en estos cruceros. Además vi en esta instancia la posibilidad de practicar mi chino", cuenta muy amablemente la joven de 26 años.
Pero cómo nacen las ganas de aprender esta lengua, la más hablada del mundo, con más de cinco mil años de antigüedad y que además es una de las seis lenguas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) junto con el español, árabe, francés, inglés y ruso.
Esta sanantonina se encontraba estudiando la carrera de Administración Hotelera y Gastronómica en la Universidad de Valparaíso cuando un día llegó a sus manos como por arte de magia una gran cantidad de folletos sobre el chino mandarín.
Su pasión por los idiomas la llevó a aventurarse en este mundo donde el gigante asiático se convertiría en el eje central de su vida.
"Comencé a ir a clases de manera constante porque me fue gustando. Me empezó a ir bien porque me di cuenta que tenía facilidad para aprender el idioma", relata.
Reconoce que aprender esta lengua no es una tarea fácil principalmente porque "por un lado está la escritura y, por otro, el tener que hablarlo porque es un idioma que posee muchos 'tonos' y si uno se equivoca (en el tono) puede decir otra cosa".
"Entender el idioma también es complicado porque cuando un chino te habla es diferente a cuando uno lo practica. Ellos hablan muy rápido y además el chino mandarín no es el único idioma que hablan, por eso muchas veces pasa que el chino que vive en el norte no entiende al que vive en el sur", explica.
-¿Qué es más fácil: hablar o escribir chino?
-Ninguna (ríe). Es que en la escritura tienes que memorizar muchos caracteres que son estas letras chinas que tienen dibujitos. También hay que considerar que un caracter significa una palabra, entonces para tener un buen entendimiento debes entender unos 4 mil caracteres como mínimo.
A Nayadeth le quedaba muy poco para terminar su carrera cuando se enteró de una tremenda noticia: se había ganado una beca para ir 22 días a China.
"Después de ganarme la beca decidí dejar la carrera y dedicarme de lleno al estudio del chino mandarín. En mi casa no se lo tomaron muy bien porque había mucha inversión de tiempo y de dinero detrás de mis estudios, pero me estaba yendo bien y al final creo que fue lo mejor porque estoy muy contenta", confiesa.
El 5 de julio de 2016, esta vecina de la comuna de El Tabo viajó junto a otros jóvenes a la ciudad de Shanghái y a las provincias de Juanjuí y Hebei.
En los 22 días recorrieron universidades, museos y además visitaron distintos lugares turísticos, pero a Nayadeth una de las cosas que más llamó su atención fue la magnitud de las construcciones.
"Todo era gigante y majestuoso. Los edificios eran muy altos. A la salida de los bancos había unas tremendas estatuas que protegen a las entidades. Los museos son tremendos y para qué hablar de las universidades", afirma.
Además de conocer grandes construcciones, la estudiante tuvo la posibilidad de visitar Huangshan, La Montaña Amarilla, una de las formaciones geológicas más impresionantes de China y que año a año recibe a miles de visitantes. "Para ellos era muy importante que nosotros conociéramos ese lugar".
La joven reconoce que otros de los aspectos que le llamó la atención fue la nula delincuencia que existe en el país asiático.
"Para las familias chinas tener un hijo ladrón es una deshonra tremenda, entonces por eso no hay delincuentes", cuenta.
Para Nayadeth, en esta maravillosa experiencia que significó su viaje a China, el único punto que le jugó en contra fue el tema de la comida.
"El último día nos invitaron a comer, pero el tema es que nos sirvieron un plato que a pesar de que para ellos era un lujo comerlo, la mayoría de nosotros ni siquiera lo probó", dice.
Se trata de una sopa hecha de tortuga y en la cual sirven al animal sin cabeza dentro de un plato.
"La mayoría era pro animal, entonces era imposible comer. Algunos tenían de mascotas a tortugas, por eso casi se murieron cuando las vieron dentro del plato y sin cabeza. Yo quería probar porque al final es su cultura, pero se decidió devolver los platos, algo que no es muy bien visto porque para ellos es una ofensa", señala.
Famosa
Cuando Nayadeth viajó a China tenía el pelo de color rojo. Eso llamó mucho la atención de los asiáticos por lo que en más de una ocasión le pidieron tomarse fotografías junto a ella.
"Un día iba caminando y sentía que me seguían unas personas. Después me iba para otro lado y ellos venían detrás, jajaja. Me tomaban fotos, pero cuando me daba vuelta dejaban de hacerlo. Al final la niña que andaba con nosotros me dijo que no estaban acostumbrados a ver gente así y por eso querían una foto conmigo. Me sentí famosa", relata.
Esta situación se repitió en varias oportunidades. "Cuando iba subiendo la Montaña Amarilla yo iba muy cansada porque es tremenda, pero durante el trayecto tuve que detenerme muchas veces para tomarme fotos. Me decían que era linda, jajaja".
Nayadeth quiere regresar a China lo antes posible, por eso ya está pensando en postular a otra beca que le entrega el Instituto Confucio. "Esta beca es de un año, por eso estoy esforzándome mucho para obtenerla. Quiero volver a China, no para quedarme porque allá es mucha la contaminación, pero sí para seguir aprendiendo porque el chino es el idioma del mañana y superará por lejos al inglés. Cada día que pasa estoy más convencida que elegí lo correcto y la verdad es que puedo decir que soy muy feliz".