El presidente del Sindicato de Pescadores Montemar, Cristian Miranda, destaca de las navidades de su infancia que "nuestro regalo era estar todos juntos. Éramos pobres y eso era lo más significativo, aunque mi mamá, que nos crió sola a mi y mis hermanos, siempre nos daba un engañito". Uno de los obsequios que recuerda hasta el día de hoy, se lo dieron cuando tenía 7 años: "Me regalaron una pelotita verde de goma con estrellitas. En esos años quien tenía una de esas pelotitas era top ten, era un regalo de los buenos", afirma. La pelota se transformó en su juguete favorito. "La tuve por hartos años, hasta que se quemó, no recuerdo donde habrá quedado. Todos jugábamos con mi pelota, porque entonces solo había pelotas de trapo. Ahora están al alcance de todos, pero en esa época no. Han pasado 53 años de eso, pero igual parece que la estuviera viendo y jugando con ella", rememora el dirigente sindical. "Cuando éramos niños sentíamos al Viejito Pascuero. Había un vecino que vivía a dos cuadras de nosotros y se vestía de viejito para llevarle regalos a su hijo. Nosotros los mirábamos y esperábamos que pasara por nuestra casa. Aunque no había mucho, mi mamá siempre nos dejaba algo en el árbol de Pascua, un camioncito o una pelotita", cuenta Miranda.
El año más difícil de francisco y su dulce final
Francisco Ramírez, fundador del albergue para personas en situación de calle "Abrigando Corazones", tiene grabada en su corazón la Navidad de 1972, cuando él tenía apenas 9 años. "Ese año la pasamos muy mal, fue muy difícil. Mis papás se habían separado y yo y mis cuatro hermanos nos quedamos con mi papá, quien también se llama Francisco Ramírez. Vivíamos en una mediagua en la calle Las Vertientes, en Villa Italia. La mediagua tenía dos piezas y dos camas: en una cama dormía mi papá con mis hermanos menores, y en otra dormíamos los tres más grandes", cuenta Ramírez, quien tiene 54 años. Para pasar las tardes, él y sus hermanos solían ver televisión. "La vecina que vivía frente a mi casa tenía televisión y nos abría la ventana para que viéramos. Mi papá regresaba del trabajo y siempre nos pillaba mirando por la ventana de la vecina", recuerda. "El día de vísperas de Navidad, que para nosotros fue muy triste porque fue la primera sin mi mamá, mi papá nos llevó a jugar a una cancha. Como sorpresa, esa noche cenamos un pan de pascua, bebida y chocolates y, como gran regalo, a las 11 de la noche, recuerdo perfecto la hora, mi papá nos muestra que debajo de una sábana tenía un televisor para nosotros. Fue heavy", dice conteniendo apenas la emoción. "Nuestra situación económica no era para tener un televisor y el papá se la jugó y logró comprar un Motorola de 14 pulgadas en blanco y negro. Esa noche me quedé viendo villancicos en televisión hasta que cortaron las transmisiones", recuerda Ramírez sobre esa Navidad de hace 45 años que aún lo hace llorar por el gesto de su padre.
Natalia y su búsqueda del viejito pascuero
"Una de las navidades que me quedó grabada, por su sensación, es una de cuando tenía 5 años. Yo creía en el Viejito Pascuero, pero mi hermano, que es mayor 4 años, ya no", cuenta Natalia Pavez, una de las dueñas de la Tienda Mona's. "Al ser la única que creía, todo consistía en mantener viva mi fe. Ese año, como siempre, en mi casa estábamos haciendo todo a última hora. Mi hermano me había dicho que íbamos a ir a ver al viejito, que pasaba en un trineo en el cielo. Yo estaba muy ansiosa por ir. Mi mamá, que es modista, me había hecho un vestido amarillo claro con blonditas y me estaba arreglando, y yo lo único que le decía era que se apurara para salir con mi hermano", recuerda la sanantonina de 30 años. "Cuando estábamos en la esquina del pasaje, mi hermano me decía "ahí pasó, ¿lo viste? Y yo no veía nada. Él me respondía que esperáramos, que pasaría de vuelta. Mientras me contaba tenía a todos los niños convencidos de que pasaría. De nuevo me dijo que había aparecido, que si lo había visto y le contesté que había visto una colita del trineo. Años después supe que mi hermano me llevó para que mi papá pusiera los regalos en el arbolito. Lo más bonito fue que cuando volvimos a la casa la sorpresa fue para ambos, porque ese año a mi hermano le regalaron su primera bicicleta", cuenta. Sobre esta fecha tan especial, Natalia reflexiona que "el espíritu navideño va más allá de los regalos, está en el entusiasmo que le pones como familia. Por un lado, mi mamá que se preocupaba de la cena y que nosotros nos viéramos bien para la ocasión, y mi papá tratando de complacer nuestros deseos".
Las sencillas navidades en el campo de Celinda
"Las navidades que más recuerdo fueron mis primeras viviendo en el campo. Cuando yo tenía 7 años, mi papá trabajaba en el fundo Bucalemito, en Santo Domingo, y allí celebrábamos durante todo el día", cuenta Celinda Mella Malhue, mujer mapuche e integrante de la Red de Emprendedoras Indígenas de San Antonio. "La Navidad era muy distinta a la de ahora, donde prima el consumismo. En esa época nuestro árbol navideño era un cerezo, cuyo adorno eran las mismas frutas y copitos de algodones que le poníamos, que decíamos que era la nieve. Era tan bonito y natural", rememora con alegría. Para Mella, lo más importante en esas fechas era que "todos compartíamos durante el día. Las familias que vivíamos en el fundo nos íbamos en carretón a la iglesia, donde nos hacían una misa. Luego, se hacía una fiesta, donde cada familia aportaba con lo que podía". "Esos fueron uno de los mejores momentos que he vivido, porque la Navidad era un día donde todos compartíamos y eso era lo más lindo", indica. Según Celinda, lo que diferencia a las navidades de su niñez con las actuales es que "se mantenía aún la esencia de esta fiesta, que es el nacimiento del niño Jesús y una oportunidad para compartir, no volverse locos comprando. Hoy muchas personas han olvidado la esencia de esta hermosa celebración, cuando lo más importante y el mejor regalo que podemos hacer es ayudar a quienes lo necesiten, acordarnos de que hay personas que lo están pasando mal y darles una alegría".
La veloz navidad que vivió el deportista david Jiménez
David Jiménez tenía 10 años cuando vivió su mejor y más divertida Navidad. El joven de 16 años, quien es vicecampeón nacional de esgrima, cuenta que "ese año todos celebramos en la casa de mi abuela, en Llolleo. Como es tradición, antes de las 12, los adultos nos llevaron a la plaza a ver al viejito, pero no pasó nada. Regresamos a la casa, porque un tío nos dijo que lo habían visto allá, y cuando entramos al pasaje, nos dijo 'corran, que se van a perder al viejito'. Con mis primos nos pusimos a correr y cuando entramos a la casa vimos el árbol lleno de regalos, fue fascinante. Como somos una familia grande de verdad el arbolito estaba repleto". Pero esa no fue la única impresión de la noche. "Tengo un primo de mi misma edad, Andrés, que es mi yunta. Esa noche, mi tío nos dice que nuestro regalo no estaba ahí, que debíamos salir al patio. Cuando salimos nos encontramos con unas motos eléctricas. Fue una tremenda sorpresa, estábamos felices", cuenta. "El pasaje de al lado estaba cerrado, por lo que fuimos a probarlas. Yo me creía el mejor en la moto y le di la máxima velocidad. Teníamos la cuadra solo para nosotros y yo corría como nunca, cuando de pronto choqué con la vereda y salí volando, me di una vuelta de carnero, caí de poto y luego terminé de espaldas en el piso. Quedé viendo pajaritos", recuerda entre risas. David agrega que "mi papá corrió para ver cómo estaba, pero lo bueno es que no me pasó nada. Al día siguiente estaba de nuevo con mi primo andando en moto. Las usamos durante todo el verano y por varios años más". "El año pasado la vendí porque ya no resistía mi peso. Siempre voy a recordar esa Navidad como la más graciosa y buena que he tenido", señaló.
La intensa celebración que pasó a ser el recuerdo más querido de la bailarina viviana pérez
Sin saberlo en ese momento, el año 2015 Viviana Pérez, bailarina y fundadora de la Escuela de Danza Moderna San Antonio, vivió una de las navidades más significativas de su vida. Ese año, celebró junto a su papá, Ibar Pérez, y toda su familia en su casa, pero no fue fácil. "Esa vez decidí pasarlo por primera vez en mi casa. Mi papá vivía en Coquimbo durante el año, cuidando a sus padres, y venía siempre a pasar la fiesta con nosotros. Ese año, justo después de llegar a San Antonio, se peleó con mi mamá y no quería ir a la cena de Navidad", manifiesta Viviana. Frente a esta diferencia familiar, ella optó por tomar cartas en el asunto: "Me podría haber enojado también, pero decidí ir a convencerlo. Fui a la casa y estuvimos conversando harto rato, incluso lloramos, hasta que lo convencí y vino a pasar la Navidad con nosotros a mi casa. Fue una noche genial, lo pasamos súper bien, tanto que mi papá decidió pasar el Año Nuevo con nosotros, algo que no era común en él", señala. Respecto a lo inolvidable de esa celebración por sobre otras, Viviana señala que "fue importante para mí porque fue la última Navidad que mi papá pasó con nosotros. En marzo del 2016, murió a causa de un infarto al corazón a los 65 años de edad". "Mi papá no estaba separado de mi mamá, pero la mayor parte del tiempo estábamos lejos; él en la Cuarta Región y nosotros acá en San Antonio, por lo que estas fiestas eran importantes para mí; era el momento en que estábamos todos juntos. Es por esto que esa es la mejor Navidad y la más recordada que tengo. A partir de ella me acuerdo de todos los momentos bonitos que compartí con él", afirma la joven bailarina.