Los Méndez, el clan que llegó a Cartagena para quedarse
Oscar Méndez y Rosa Rojas se instalaron con un almacén y una residencial. Cuentan que al principio los vecinos no los querían, pero ellos se vinieron al balneario popular a echar raíces.
Afines del 2011 Oscar Méndez Escobar (58) y Rosa Rojas Lastra (51) comenzaron una nueva vida. Tomaron sus maletas, a sus seis hijos y se fueron a vivir a Cartagena, en busca de la tan preciada y escasa tranquilidad.
"Nosotros vivíamos en El Bosque, teníamos un negocio allá y nos iba muy bien. La gente nos quería harto, pero nos vinimos a vivir acá por la tranquilidad. Allá lamentablemente hay mucha drogadicción y algunos malulos, aunque a nosotros nunca nos asaltaron", cuenta Oscar.
La pareja, que lleva 33 años de matrimonio, se vino cargada de sueños a Cartagena. Oscar y Rosa compraron la tradicional residencial Italia -una casona de más de 120 años ubicada en Balmaceda con Almirante Latorre- y el almacén que allí había y empezaron su nuevo proyecto que no ha estado libre de malos momentos.
"Al principio fue muy difícil para nosotros. Llegamos con harta mercadería que traíamos de nuestro mimimarket de Santiago. La gente comenzó a hablar de nosotros, algunos inclusos nos acusaron de que éramos narcotraficantes", afirma Rosa aún dolida por esa situación.
Su hijo Oscar también comentó esa etapa. "Es una lata lo que la gente hizo. Que hablaran así fue muy doloroso para todos nosotros, porque la gente no sabe el esfuerzo que hay detrás de lo que han logrado mis papás".
Amor en la capital
Desde el negocio ubicado a una cuadra de la Playa Grande, Oscar y Rosa recuerdan con cariño sus inicios como pareja.
"Nosotros nos conocimos en el centro de Santiago, pero al principio nos caíamos mal", dice Rosa.
¿Por qué?
Oscar Méndez responde: "Lo que pasa es que ella andaba peluseando con sus amigas en el centro, jajaja. Pero yo andaba trabajando, andaba con el carretón, por lo que no tenía tiempo para ponerme a pelusear.
Contó que al comienzo él trabajaba recogiendo papeles con un carretón de mano en el centro de Santiago. "Mi oficina estaba en Moneda con Ahumada, afuera del EuroCentro", dice riéndose Méndez.
Oscar tenía 21 años y Rosa tenía 14. Con el tiempo forjaron una amistad y años después comenzaron una vida como pareja.
Francia, hija de Oscar que se crió junto al matrimonio, recuerda muy bien los esforzados inicios de la familia a mediados de los años 80.
"Mi papá trabajaba recogiendo papeles y mi mamá los separaba. Vivíamos en una mediagua en Carrascal, sin agua, sin baño. Cocinábamos a leña", recuerda.
"Entre todos ayudábamos. Nosotros acompañábamos a nuestros papás a recoger papel, cartón, aluminio", dice Francia.
"Para los hijos era como un juego -agrega el patriarca del clan-, ellos iban dando vuelta los arturitos, como les decíamos a los basureros del Paseo Ahumada- y nosotros íbamos revisando si había algo para reciclar".
Buena época
La familia siguió en este negocio, hasta que a principios de los '90 les salió la casa propia.
"Nos fuimos a vivir a El Bosque y los dos seguimos trabajando en distintas cosas por un tiempo, hasta que a mi señora se le ocurrió comenzar a vender ensaladas en el antejardín de nuestra casa", cuenta Oscar.
Esto derivó en un negocio redondo para la familia. Rosa rememora que "nos comenzó a ir muy bien, la gente nos compraba tanto que llegamos a vender 400 ensaladas diarias".
Como es la lógica familiar, todos aportaron con su trabajo en ese momento. "Entre todos lavábamos, cocíamos, picábamos y envasábamos las ensaladas. Siempre trabajando unidos", afirma Oscar.
La idea de la matriarca familiar llevó a otra: instalarse con un negocio.
Durante más de 20 años tuvieron un almacén en El Bosque, donde se ganaron el cariño de todos los vecinos.
"Nosotros regalábamos rosas para el Día de la Mamá, bolsitas de dulces para el Día del Niño o Halloween. Cuando podíamos cerrábamos el pasaje para hacer una gran once para todos", manifiesta Rosa.
"Siempre hemos sido sociables y humanitarios, como se debe ser. A veces pasaban vecinos que no tenían para el pasaje y nos pedían prestado y luego a la tarde nos devolvían y llegaban con algún regalito", cuenta él.
Los Méndez son tan sociables y fanáticos del Colo Colo, que cuando había un partido del albo sacaban la tele para todos los que quisieran verlo.
"Cuando uno era niño había que pagar para ver tele; entonces cuando yo tuve, quise compartir", dice Méndez.
Ganarse a cartagena
La tradición de los partidos se la llevaron a Cartagena, donde han tenido que adaptarse de a poco a la vida en el balneario popular.
"Mi mamá tenía un quiosco en la playa, por lo que conozco bien Cartagena y siempre me ha gustado. A él le costó más acostumbrarse. De hecho, en el invierno él gritaba por la ventana '¡vive alguien aquí!', porque no entendía que acá fuera tan tranquilo", señala Rosa.
Méndez recuerda que se levantaba temprano en invierno para abrir el negocio.
"Yo me ponía a mirar acá. Recuerdo que había días en que llovía mucho y no venía nadie, las calles estaban vacías. Me costó adaptarme. Además, que al principio nos costó relacionarnos con los vecinos".
Mientras cuentan sobre la resistencia de la gente, da la impresión de que esto nunca sucedió. Quienes entran al local tratan con cariño a Oscar, algunos incluso le dicen tío.
"Fue difícil, pero ya nos hemos ido ganando a los vecinos. Los domingo yo saco la mesa afuera del negocio y almuerzo con mi familia ahí, porque como tengo que tener el almacén abierto así podemos estar todos juntos. Por lo que los vecinos han empezado a saludarnos. También sacamos la tele para los partidos, todo eso ha hecho que ya comiencen a conocernos y a saber quiénes somos", afirma.
El matrimonio, a pesar del difícil proceso de adaptación, ya no se imagina lejos de Cartagena.
"De acá no nos movemos", afirma con seguridad Rosa.
"Mi papá, quien fue mi ejemplo de esfuerzo, siempre me decía que con un hombre de trabajo y una mujer esforzada se forma un buen castillo. Yo le decía a mi mujer que cuando yo le tuviese un castillo me podía ir tranquilo y ahora ya le tengo uno", afirma Oscar, señalando con orgullo la casona que consiguieron con años de trabajo y donde todos los Méndez suelen pelusear felices de la vida.