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Una noche de lluvia en casa de Nicanor Parra

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por Rafael Vallvé

Partí aquella noche de invierno desde Isla Negra a Las Cruces bajo una lluvia torrencial. Por entonces yo oficiaba de corresponsal de prensa del Diario La Nación, medio que me solicitó le entregase personalmente una invitación a Nicanor Parra, en su residencia de Las Cruces. Con un conocido conseguí su número telefónico y "Don Nica" accedió a recibirme. Esta anécdota tiene poco más de quince años.

Muy gentilmente me hizo pasar al living de su hogar. Desde siempre le hice ver que no iba a entrevistarlo (quizá por aquello de su amabilidad y cortesía). Después de interrogarme y preguntarme tuteándome ¿qué haces? ¿dónde vives?, y otras preguntas domésticas, él descorcha una botella de tinto. Me cuenta que "está dedicado a recopilar cosas banales y muy populares, ampliamente conocidas por todos. Y se pone a declamar: "Una vieja que plantaba matico, la vieja que se agacha... ", en medio de sus propias carcajadas. Acto seguido -y coincidentemente- suena el teléfono, y la mujer que trabajaba y lo cuidaba le dice: "Don Nicanor, lo llama don Mauricio Redolés". El antipoeta se para del sillón y se pone a conversar con su amigo, que estaba al tanto de las recopilaciones que estaba reuniendo, y lo había llamado precisamente para dictarle y recordarle de otras por el estilo. Las risas aumentaban a medida que el también poeta, y músico le seguía contando.

Por aquella época en el litoral cada vez que llovía y había temporal se cortaba la luz, y esta vez no fue diferente, por lo que las risas y los brindis continuaron a oscuras, para seguir con un par de velas.

Cuando me estaba despidiendo de él - y al igual que el tango "a media luz", junto a un mueble de arrimo que tenía a la entrada de su hogar, el autor de Artefactos agarra un papel, me vuelve a preguntar mi nombre, dibuja su ya clásica y conocida figura de la ampolleta de Thomas A. Edison y me la regala. Cuando regreso a mi isleño hogar reviso el papel con detención, y era la copia de un depósito bancario que había hecho en su cuenta corriente por un interesante monto, para la época. Documento y souvenir que guardé como "hueso santo". Tanto fue así que hasta el día de hoy no lo he podido encontrar. Pero ese regalo que me dio la vida, el de haber estado compartiendo en su propio hogar "con un grande", y en ese contexto; con la lluvia y tormenta, con un buen tinto, las risotadas de "Don Nica" no se me perderá jamás. Nunca le conté al antipoeta que esa noche yo estaba de cumpleaños.

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La profesora sanantonina que a los 15 años se hizo amiga del vate crucino

Denise Abarca contó que cuando era una liceana buscó a Nicanor Parra por varias comuna del litoral, hasta que un día él mismo la invitó a su casa.
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Rodrigo Ogalde

En entrevista con Diario El Líder, ayer, la sanantonina Denise Abarca (30) contó cómo fue que se hizo amiga del poeta Nicanor Parra.

"Yo estaba en el colegio y yo leí muchas novelas, la poesía era algo muy lejano para mí porque no me decía mucho. Un día en la biblioteca pública de San Antonio hojeé un libro y encontré el poema 'Es Olvido', y me gustó muchísimo, por primera vez sentí que un poema me había hecho algo y me provocaba una cosa muy rica", reveló Denise.

Ella tenía en sus manos precisamente aquel poema de Parra en que se puede leer "Juro que no recuerdo ni su nombre, mas moriré llamándola María, no por simple capricho de poeta: por su aspecto de plaza de provincia".

A partir de ese descubrimiento, Denise empezó a recorrer gran parte de la obra del antipoeta. Con sólo 15 años, ella ya memorizaba sus poemas.

"Me empecé a obsesionar con la idea de ir a buscar a esta persona que había escrito todas esas cosas tan lindas. Después leí en un diario y supe que Nicanor Parra vivía en el Litoral Central, entonces empecé a ir a buscarlo en El Quisco, Algarrobo y preguntando hasta que un señor en un quiosco de Cartagena me dijo que él sabía que don Nicanor iba los domingo a comprar el diario ahí", relató.

Presa de su obsesión, la entonces quinceañera y alumna de la escuela El Retiro de San Antonio, fue en busca del escritor. "Al domingo siguiente fui hasta el quiosco y esperé que llegara pero nunca lo hizo; el señor del quiosco me dijo que don Nicanor Parra había ido el miércoles y que él había hablado de mí y que me había dejado un papel con su número de teléfono", añadió.

"Yo era una cabra chica y no sabía si llamarlo y ni tampoco que le diría. Me armé de valor y lo llamé por teléfono desde una cabina y él contestó y me invitó a almorzar, a la semana siguiente fui con mi madre", prosiguió.

De acuerdo a su narración, Parra fue muy amable con ella. "Me dijo que él había esperado muchos años para que llegara una persona a su casa que se supiera sus antipoemas de memoria y que le hablara de poesía, porque a su hogar llegaban embajadores, académicos y gente famosa, pero nadie que vibrara con su poesía", agregó.

Denise resalta que sus visitas a la residencia de Parra se repitieron muchas veces. "Conocerlo a él fue abrirme al mundo del arte de una forma a la que yo tenía acceso porque en la escuela de la pobla donde yo vivía no eran muy exigentes", explicó.

Admitió que "con Nicanor tuvimos unas conversaciones súper bellas, gratificantes para mí. Cada vez que yo me iba de su casa o me despedía por teléfono, él me decía la frase 'nos queda el postre y el café pendiente', después eso lo vi en uno de sus Artefactos y yo entendía que eso era para mí. Hace un par de años, me tatué esa frase en el brazo y el año pasado se lo fui a mostrar, él quedó soprendidísimo y estaba muy agradecido, fue súper cariñoso".

Aquella vez, cuando Denise le enseñó el tatuaje a Parra, fue la última vez que ambos se vieron.

De paseo por san antonio

"Nunca más entrevistas. Me distorsionan todo lo que digo", dijo Nicanor Parra en 2017 cuando paseaba por la avenida Barros Luco de San Antonio y fue "perseguido" por un periodista de Diario El Líder.

emol
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nicanor parra vivió por más de 20 años en las cruces. donde sus vecinos lo
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