El artista sanantonino que le dobló la mano al destino gracias a la música
Alimer Belmar vivió una niñez marcada por el maltrato y, a pesar de haber pasado varios años en la calle, decidió salir adelante. Hoy es todo un ejemplo.
A los 14 años Alimer Belmar (55) decidió dejar la casa de su familia en la comuna de San Carlos, en la Región del Biobío, y con un bolso lleno de sueños más que de pertenencias, se subió a uno de los vagones del tren de carga que antiguamente trasladaba animales, llegando finalmente a Santiago.
Por muchos años sufrió graves maltratos, por eso un día, cansado de tantos golpes y humillaciones, decidió dejar el pasado atrás y emprender una nueva vida. No fue fácil porque por muchos años durmió en la calle, pasó hambre, pero, sobre todo, sintió el peso de estar solo en este mundo.
"Lloré mucho y también pasé mucha hambre, pero a pesar de eso jamás caí en los vicios. Dormí solo tapado con cartones, pero aún así logré salir adelante", recuerda.
Desde pequeño tuvo un cariño especial por la música. Ganó todos los festivales de canto de su colegio y gracias a esto y a los elogios que recibía tanto de sus profesores como de sus compañeros, supo que esto era lo suyo.
En 1981 se presentó en el programa "Cuánto vale el show", conducido por Leo Caprile, y tras una alabada presentación de parte del exigente jurado compuesto por Enrique Lafourcade y Yolanda Montecinos, ganó el concurso durante toda una semana.
Eso le trajo buenos dividendos especialmente monetarios. "Gané como 7 lucas y eso en ese tiempo sí que era plata", rememora.
Pero eso no fue todo. Después se presentó en el Festival de la Una y más tarde estuvo sobre el escenario de Éxito, programa conducido por José Alfredo Fuentes.
"Después de esas presentaciones, decidí dejar de lado la música por un tiempo y dedicarme de lleno a las instalaciones eléctricas. Así llegué a San Antonio. Acá trabajé en la construcción de las Viudas, de Alto Mirador y también estuve trabajando en Reñaca", explica el artista que hoy comienza con algunas presentaciones en el sur.
Dedicado ciento por ciento a su trabajo en la construcción, Alimer llegó a tener una pequeña empresa donde enseñó a sus empleados todo lo que por muchos años y con harto esfuerzo había aprendido.
"Tenía trabajadores muy buenos, los cuales siempre estuvieron dispuestos a aprender y a ponerle el hombro a la pega, pero el resto no. Al final decidí terminar con la empresa porque la gente era muy floja y al final eran puros problemas", cuenta, y luego agrega: "cuando uno está dispuesto a trabajar, debe hacer lo que le piden, pero la gente era muy floja, así que al final me aburrí".
Amor por la música
Con el término de su empresa, este vecino de Alto Mirador decidió retomar su carrera artística y darle un nuevo aire a su vida. "Dedicarme a la música no fue una decisión fácil porque cantar en la calle es bien complicado. El que nace cantando en la calle recibe críticas de toda índole y eso te hace superar tu voz, aprender a respirar y todo lo relacionado con el canto. Yo todo lo que he aprendido en la vida ha sido en la calle porque apenas tengo séptimo básico", confiesa.
Han pasado más de 25 años desde que Alimer decidió dedicarse a su gran pasión, y a pesar de lo sacrificado que ha sido estar todos los días en el paseo Bellamar dando a conocer su música, se siente completamente feliz.
"Siempre he estado en el Bellamar. Incluso cuando el paseo era pura tierra, pero me gusta estar acá porque me he dado a conocer. La gente compra mi música y eso se agradece. En el 2001 grabé mi primer disco y hasta la fecha ya son varios".
- ¿A qué hora llega al Bellamar?
-Como a las 7.30 porque tengo que agarrar estacionamiento, pero ya tengo mi lugar en el paseo porque son muchos años de canto. Además la gente ya sabe que este es mi lugar y para trabajar sin problemas tengo todos los permisos necesarios.
Por estos días, Alimer está preparando una serie de presentaciones en el sur del país, donde tiene una alta demanda debido a su imitación del artista mexicano Marco Antonio Solís y a la música ranchera que él mismo compone.
"Puedo decir que conozco casi todo Chile gracias a la música. Muchas veces llego a un pueblo, de esos que están bien escondidos, y entre los vecinos se van pasando el dato, y al final recorro varias ciudades presentando mi música", detalla.
-¿Desde cuándo imita a Marco Antonio Solís?
-Primero comencé con la música de Los Bukis y después con la imitación de Marco Antonio, pero cuando canto rancheras me llamo "El Gavilán del Puerto".
-¿Ha tenido la suerte de conocer a Marco Antonio Solís?
-Sí, tuve la suerte, pero la verdad es que mi artista favorito siempre ha sido Julio Iglesias, pero por cosas de la vida nunca lo pude conocer.
Alimer reconoce que gracias a la música y a sus ganas de salir adelante logró darles educación a sus tres hijos, los cuales son su mayor tesoro.
"Cuando me separé me hice cargo de mis tres hijos. Con ellos no quise repetir mi historia de maltrato y golpes, por eso los crié con mucho cariño, amor y respeto. Siento que eso me trajo muy buenas cosas porque ellos ahora que están grandes son personas de bien y me quieren mucho, tal como yo los quiero a ellos", dice orgulloso.
-¿Cuáles son sus planes musicales?
-Por ahora estoy preparando mis presentaciones en el sur porque la verdad es que salgo harto de gira. En el litoral también hago algunas presentaciones, sobre todo con adultos mayores porque a ellos les gusta mucho la música, en especial las rancheras.
-¿Y cómo le va con la venta de sus discos?
-Muy bien (ríe). Muchos piensan que uno lo único que quiere es ganar plata, pero yo no soy así. Mis discos están hechos en el estudio del tecladista de Américo y son grabados con los mejores materiales, además de mucho cariño. Nunca, en todos mis años de carrera, ha llegado una persona a decirme que un disco mío le duró una semana o unos días, al contrario, me cuentan que a pesar de los años, mi disco sigue intacto porque yo busco lo mejor en calidad. Así tiene que ser.
-¿Por cuánto tiempo seguirá en esto de la música?
-Por mucho tiempo más porque es lo que me gusta y porque soy feliz cantando. Es gratificante recibir el cariño de la gente y estar sobre un escenario. Es algo mágico.