La mujer que entregó gran parte de su vida al servicio público en la Cruz Roja
Ema Pachecho ingresó a los 19 años como voluntaria y hoy sigue colaborando, porque para ella la institución es su segundo hogar.
E n la casa de Ema Pacheco Piña, vecina de Villa Las Dunas, hay repisas con distintos adornos y recuerdos. Una de estas tiene en el centro una ambulancia, diplomas, cofias y banderines de la Cruz Roja, estos últimos elaborados por ella misma.
"Hago esas cofias o banderines para adornar las mesas cuando hay cenas o reuniones", cuenta la señora Ema, quien en 1943, con 19 años, se convirtió en voluntaria de la Cruz Roja de San Antonio, donde continúa participando a sus 94 años.
"Había salido del colegio y no tenía qué hacer. Siempre me gustó la medicina, de hecho quería estudiar obstetricia, pero mi papá no me apoyó, entonces decidí inscribirme como voluntaria ", señala.
Por más de diez años, de lunes a viernes se vistió con su traje blanco y salió a ayudar a los sanantoninos. Cuando se casó, colgó su tenida, aunque no por siempre. "No podía seguir yendo, porque estaban la casa, los niños y el trabajo. Yo trabajaba en la Compañía de Teléfonos, transfiriendo llamados a regiones y al extranjero, y como se trabajaba por turnos no me coincidían los horarios", explica.
Otra época
En el año 1981, se jubiló y volvió a desarrollar su vocación social. "Cuando jubilé dije 'ahora no salgo más de la casa', pero al mes ya me sentía encerrada. Un día en la calle me topé con una amiga y me dijo que me reintegrara a la Cruz Roja y así lo hice. En 1982 volví y ahí cambió mi vida totalmente", cuenta.
Ema asistía tres veces a la semana como voluntaria. En esa época, la institución tenía un rol social más activo. "La municipalidad tenía menos postas, por lo que iba más gente a la Cruz Roja, hacíamos mucha labor. Iba mucha gente a hacerse curaciones, tomarse la presión o ponerse inyecciones, siempre pasaba lleno y había hartas enfermeras", rememora sobre esa época en que "tenían que poner a hervir las jeringas de vidrio".
En ese tiempo, además, "había más necesidad, más gente pobre, por lo que se daban alimentos y harta ropa. En los tiempos en que el país estuvo más pobre había que pedir cosas en el comercio".
En su trayectoria en la institución también le tocó ayudar a aquellos que estaban pasando tristezas. "Aunque no era tan común, a veces llegaban personas angustiadas o con problemas. A esa es la gente que hay que preferir, por eso hay que tener mucho amor y dedicación, porque uno tiene que tener un poco de sicología, escuchar a esas personas, ayudarlas a pasar su pena y que olviden un poco sus problemas", afirma.
Ella participaba en todas las colectas. "Yo era la primera que llegaba. Me gustaba hacer colectas, pegar la calcomanía. Siempre me tocaba el Banco de Chile y los clientes ya me conocían, incluso había uno que siempre me decía 'y otra vez está usted señora'".
-¿Considera solidaria a la gente en San Antonio?
-Hay de todo, pero lo que sí conversábamos es que la gente más pobre es la que más da. Los con mejor situación eran más apretados o se hacían los lesos. Quizás a los más pobres la Cruz Roja los había ayudado más y ellos agradecían con la moneda.
Faltan jóvenes
Ema ha sido reconocida en reiteradas ocasiones por su labor y aunque ella dice que seguirá aportando "hasta que Dios quiera", hace un llamado a los más jóvenes a participar.
"Falta mucha gente joven. La mayoría de las personas activas tienen 30 o 40 años de servicio. La gente joven se entusiasma por unos meses y después se retira, parece que la disciplina no les atrae, que es el respeto por la gente antigua y cumplir los horarios", afirma.
Es por eso, que los llama a comprometerse. "A mí me gusta la Cruz Roja, la quiero. Cuando entra una niña nueva altiro la aconsejo: 'mira lo que hay y lo que te gusta hazlo con cariño'. Ir a la Cruz Roja es atender a gente que está prácticamente desvalida y a veces una buena conversación, una buena mirada le levanta el ánimo a la gente. Hay que ayudar a las personas a que se sientan bien y la Cruz Roja es un buen lugar para hacerlo, además se aprende mucho. Espero que la gente joven se entusiasme y se haga voluntaria".
Todo con cariño
Hasta el día de hoy sigue participando, aunque con menor frecuencia debido a las complicaciones de la edad. Tras sus años de servicio, Ema es humilde respecto a su aporte: "No estoy satisfecha, me habría gustado hacer mucho más cosas, entregar mucho más, aunque todo lo que hice fue con cariño".
"La Cruz Roja fue como mi segunda casa, yo vivía más pendiente de ellos. Alfredo (su difunto esposo) me decía 'voy a tener que comprar fotos tuyas y tener una en cada pieza, porque no te veo'. Pero me gustaba estar allá, estar con la gente, conversar y ayudarlos", declara la comprometida voluntaria.