Los secretos de los reyes de los churros de la Playa Grande
Los Valenzuela Rivas llevan más de 50 años dedicados al negocio que encanta el paladar de los visitantes del balneario. Incluso salieron en reportajes internacionales que destacaron el sabor y tradición de estos dulces de Cartagena.
Uno de los negocios más tradicionales de la Playa Grande de Cartagena es el carrito de churros ubicado en la esquina que está al inicio de la terraza que lleva al rompeolas. La señora Rina Rivas y su esposo Eduardo Valenzuela se transformaron en los verdaderos reyes del sabor de estos tradicionales dulces que siempre recuerdan al Litoral y a las vacaciones.
"Tenía 14 años cuando comencé con los churros y ahora tengo 70 y siempre he estado en Cartagena. En esta parte llevo más de 35 años, aunque ahora nos cambiaron un poquito más acá, pero siempre en el mismo sector", contó la mujer que sigue manejando sus locales, aunque reconoce que ahora ya no trabaja tanto como antes, porque el hacer los churros a la antigua, amasando kilos de harina al día, le pasó la cuenta a su espalda.
"Yo creo que podemos ser los churreros más antiguos de la zona", recordó.
La señora Rina y don Eduardo llevan 52 años de matrimonio, tienen cinco hijos, 12 nietos y siete bisnietos. "Hay miles de anécdotas porque esto ha sido toda una vida. Todos mis hijos trabajan en esto y ahora mis nietos, y espero poder ver a mis bisnietos trabajando en esto también", contó con orgullo. Es que ver a su familia dedicada al mismo negocio que ellos formaron con tanto esfuerzo la emociona.
"Yo creo que somos de los pocos churreros que estamos todo el año, aunque en el invierno abrimos sábado y domingo, pero estamos siempre. Ahora en el verano también somos de los pocos que están todo el día, de los primeros en abrir y de los últimos en cerrar", agregó.
Historia
Aunque el carro está cada vez más moderno, la señora Rina recordó que todo comenzó con un quiosco bien modesto, "que estaba ubicado un poquito más allá de donde está ahora".
"Fui trabajadora primero, aprendí con las personas que trajeron la verdadera receta de los churros. Después, con los años y con mi marido, nos independizamos", rememoró.
"Al principio siempre cuesta. Partimos cuando solo teníamos cuatro hijos, cuesta porque cuando uno es joven todo cuesta, pasamos por las mil y una", confidencia.
"Fueron muchos años de sacrificios y de porrazos porque, como en todos los negocios, a veces te va bien y a veces te va mal. Si eres de las personas que siguen luchando, avanzas y, si no, ahí quedas. Es un trabajo complicado, porque en las horas donde hay más público, adentro del carro hay muchos más grados de calor que afuera", afirmó Jorge Díaz, yerno de la señora Rina y uno de los encargados de los carritos de churros que tienen en varios lugares de Cartagena.
Cuando les comenzó a ir bien, tanto don Eduardo como la señora Rina tuvieron un ojo clínico para poder diversificar sus negocios y darle una mayor estabilidad a sus cinco hijos: Jacqueline, Rina, Viviana, Eduardo y Fresia.
El secreto
No solo el éxito con su negocio es lo que mantiene feliz a la señora Rina, sino -y sobre todo- su familia.
"Mi esposo está vivito y coleando, le hecho agua todos los días para que no se me muera", bromeó.
De hecho, don Eduardo sigue trabajando a diario, "ahora le gusta trabajar con cabritas, pero si tiene que hacer churros, los hace".
En lo que respecta a sus churros, señaló que nunca va a decir cuál es el secreto, porque eso solo se pasa a la familia, pero sí dio algunos datos. "La verdadera receta la trajeron mis patrones de Grecia para acá y ahí la aprendí cuando era chica".
Uno de los secretos está en la harina que tenemos, también en el aceite que usamos y que es el mismo de toda la vida. Algo importante que no se sabe mucho es que todos los días se cambia el aceite y eso es parte de la tradición y de nuestro secreto", reveló.
"Hay personas que han venido del extranjero. Hay un caballero que es de los pocos que arregla cortinas en el Litoral, él vio en el cable, en el canal 41 o algo por ahí, que salió un reportaje de un señor entrevistado al azar que dijo 'he comido en dos partes los mejores churros del mundo: un carrito que está en Playa Grande en Cartagena de Chile y el otro en la costa de España. El caballero me contaba que le causó mucha alegría y orgullo ver eso. Imagínese uno, fue bonito", agregó Jorge.
"El otro día vino un señor que fue a comer churros al local de Amaro Gómez Pablos (periodista) y me dijo 'no tiene ni el 5% de los churros que tiene usted', porque el proceso que hacemos nosotros es netamente artesanal", completó.
Anécdotas
En tantos años de trabajo, la señora Rina y don Eduardo tienen cientos de anécdotas, pero las que recuerdan con más cariño son las relacionadas con su familia.
"Mis hijas trabajaban en los churros y ahí aparecieron los peucos y se llevaron a las chiquillas, por los churros, porque ahí ellas trabajaban de cajeras y había una risita, después otra y así las conquistaban", recordó riéndose la señora Rina.
Por su parte, Jorge también tiene cientos de recuerdos en los más de 20 años que lleva casado con Viviana, una de las hijas de la matriarca, y dedicado al negocio de los churros en Cartagena. "Tengo clientes que vienen a comprar con monedas de peso y personas que tienen mucha plata. Todos ellos me cuentan sus historias, de cuando eran chicos que pasaron por este carro y ahora son mayores y siguen pasando a comprar acá, me dicen 'vengo a Algarrobo o a Santo Domingo y paso a Cartagena solo a comer estos churros, porque mi tradición es esa'. Yo nunca les he pedido su identidad, solo conversamos así".
Jorge explicó que esto es algo de toda la familia. "Tengo un hijo de diez años y le gusta el negocio, pero él vende las cabritas y le gusta venir todos los días en la tarde. Es bien ordenado, tiene sacada la cuenta de lo que va a ganar en el día, en el verano y hasta lo que se va a comprar. Además, tengo una hija que hace poquitos días fue mamá y no le gusta quedarse sola, porque es primeriza. Ayer mi hijo se quedó acompañándola y estaba muy enojado porque se iba a desordenar con sus cuentas".
Otra cosa que la señora Rina recuerda con cariño y orgullo va de la mano con la vez que intentaron desalojar el carrito de ese sector de la playa. "Nosotros nos empezamos a mover, era toda una vida. Fuimos a Bienes Nacionales, nos atendió un joven español, le explicamos todo y cuando supo que era el carro de churros de Playa Grande, nos dijo que no nos preocupáramos, que él iba a arreglar todo y así fue".
Fondas
con el pasar los años esta familia diversificó su negocio, pero nunca deja de lado los churros.
Desde pequeña la señora Rina viajaba a Santiago con su mamá para instalar fondas en el Parque O'Higgins durante las Fiestas Patrias.
"Hago fondas en el Parque O'Higgins en el 18, pero mis churros están siempre en la esquina. Nunca dejo mis churros, en ninguna parte, donde vaya hago un negocio y siempre están mis churros. En el Parque O'Higgins siempre hago mis fondas, llevo más de 60 años, si empecé desde guagua con mi mamá", rememoró.
"Nosotros siempre salimos a Ferias Costumbristas en distintos lugares y siempre con los churros, no vivimos solo de Cartagena, vamos a todas partes y siempre nos va bien", añadió.
Modernidad
Hace años que la mayoría de los locales de churros se modernizó y, a pesar de haber hecho varios adelantos, siempre mantienen la tradición y la receta casera.
"Hemos tratado de mantener toda esa tradición y hemos intentado modernizarnos un poco también, por ejemplo, mejorando el carro. Hay que buscarle el ajuste a la modernidad para que no se pierda toda la tradición que tiene este negocio", explicó Jorge.
Desde que se integró a la familia, Jorge aprendió que acá se hacía todo del modo tradicional y que ese era el principal secreto del éxito que les permitió mantenerse a lo largo del tiempo.
"Podemos tener tecnología, pero siempre la tradición es artesanal. Además, todas las máquinas que tenemos las hacemos nosotros mismos. Mi suegro me enseñó a hacerlas, aprendí y las hago. No compramos las cosas, podíamos haber comprado un carro nuevo, americano, pero no trae las condiciones para hacer los churros como sabemos. Vamos aprendiendo y las vamos haciendo. Tenemos marca registrada la tradición de los churros artesanales como familia", señaló.
"Una vez nos entraron a robar, se llevaron máquinas, partes en verdad, pero al final encontramos una de las piezas en la Playa Chica, como que quisieron devolverla porque no sabían cómo usarlas porque las hacemos nosotros".