A 10 años del Caso Rocha: así fue el crimen pasional que estremeció a San Antonio
Los celos irracionales de Gerardo Rocha lo llevaron a torturar al martillero Jaime Oliva y a provocar un incendio que terminó con la vida de ambos.
Durante 2 meses y 13 días la salud del empresario Esteban Gerardo Rocha Vera se convirtió en un tema nacional. El entonces dueño de la Universidad Santo Tomás falleció a las 04. 38 de la madrugada del 5 de mayo de 2008, en la clínica Indisa de Santiago, mientras era investigado por la muerte del martillero público Fernando Oliva, quien murió en medio de un incendio el 21 de febrero de ese mismo año, en su residencia de El Quisco.
Los cercanos a Rocha filtraron a la prensa distintos rasgos de su personalidad. Los reportes eran contradictorios. Lo describían como el portador de una extrema bondad o como un engreído hombre de negocios que alardeaba de sus contactos con el poder político y militar. Sin embargo, todos coincidían en un elemento: era un obsesivo que siempre tenía lo que quería. Esto último se convirtió en su bendición y, finalmente, en una maldición.
Trabajó hasta forjar una fortuna con la mencionada casa estudios, un instituto profesional, un centro de formación técnica y tres colegios.
Tenía un extenso currículum que incluye varios doctorados y reconocimientos en países como Taiwán y Filipinas. Fue embajador ejecutivo de la provincia de Newfoundland y Labrador de Canadá; cónsul honorario de Filipinas en Chile y compositor musical (fue preseleccionado para el Festival de Viña del Mar, en 2005, como autor de la canción "Reacciona"). Fue también el torturador y asesino de Jaime Fernando Oliva Robles, un anciano de 79 años.
Este miércoles se cumplen 10 años del crimen que remeció al país y que puso a los tribunales de San Antonio en el centro de la noticia.
Asesinato
Un equipo de expertos investigó el hecho por ocho meses. De acuerdo a los documentos del Poder Judicial, el entonces fiscal adjunto de San Antonio, Álvaro Pérez, encabezó las pericias de la causa 0810003835-9. Se trata del mismo persecutor que entre las 3.51 y las 5.57 de la madrugada del 22 de febrero pidió la detención de tres hombres por el delito de incendio y homicidio.
En menos de 24 horas, el juez de garantía Gustavo Campaña autorizó los procedimientos. Las pruebas en contra del mencionado Rocha, y otros dos secuaces, eran abrumadoras.
Según consta en los papeles presentados al Tribunal Oral en lo Penal de San Antonio, así se desencadenaron los macabros hechos:
"El día 21 de febrero de 2008, a las 21.20 horas aproximadamente, César Osores Curivil y Marcelo Morales Villegas (guardaespaldas y chofer del empresario, respectivamente) concurrieron junto a Esteban Gerardo Rocha Vera al domicilio ubicado en calle Neptuno Nº 341, sector La Puntilla de la comuna de El Quisco, casa habitación que servía de domicilio y morada a la víctima, don Jaime Fernando Oliva Robles. Una vez que llegaron a las inmediaciones de dicho domicilio, Osores Curivil, junto con Gerardo Rocha, se mantuvieron ocultos".
Morales Villegas ingresó, dejó la puerta abierta y luego llamó a Rocha y Osores para que entraran. El primero ordenó que lo ayudaran con una caja.
En el segundo piso estaba Jaime Oliva Robles. Allí, y en presencia de los otros dos hombres, Rocha "extrajo desde sus vestimentas el arma de su propiedad, una pistola marca Glock 9 mm., con la cual procedió a intimidar al anciano de noventa años".
Celópata
Quería saber a toda cosa, si acaso era el amante de su mujer, la sicóloga Verónica Espinoza. En el juicio oral, ella declaró que Rocha la agredía desde 1998 cuando ambos iniciaron una relación amorosa, fruto de la cual nacieron tres hijos.
"Gerardo era una persona muy protectora y a la vez muy celosa, muy agresiva en algunos momentos, se alteraba con facilidad. Era muy exigente con las personas que tenía a su alrededor y hacía notar su poder y su situación sobre el resto", narró.
Ella explicó que al principio de la relación con el magnate de la educación, le contó sobre el intento de violación que sufrió, según ella, por parte del martillero Jaime Oliva Robles, a quien en esa época no identificó ante su pareja. "Incluso le dije que esa persona ya no estaba en Chile", declaró Espinoza.
En el juicio rememoró un episodio en que Rocha descubrió una boleta del tarotista Ricardo Goncalves, a quien ella le había pagado para recibir ayuda. Enterado de esto, el empresario le preguntó a su mujer por dicho tema, pero esta negó haber visitado al conocido brujo. "Me estuvo interrogando toda la noche, bajo amenaza y bajo fuerte presión, lo que me llevó a estar en una clínica", aseguró la mujer, quien de acuerdo a una investigación de marzo del 2008 de La Nación, se habría intentado suicidar tres veces.
Otro hecho de violencia sucedió en París. Rocha vio a Verónica hablando por teléfono en el baño del aeropuerto parisino. Mientras la golpeaba, fue observado por un guardia y apresado por la policía. "Estuvo detenido toda una noche en el calabozo, pero salió por sus contactos y movimientos que tenía porque él era cónsul diplomático", aseveró Espinoza.
Al interior de la caja que llevaron hasta El Quisco había un bidón con cinco litros de bencina, un electroshock y dos cintas de embalaje. Con estas últimas, los imputados, ahora condenados, "procedieron a amarrar los brazos y piernas de la víctima".
"Reducida la víctima, el señor Rocha Vera pidió al acusado Marcelo Morales Villegas que bajara al primer piso con la finalidad de asegurar que nadie viniera, para luego y junto a César Osores Curivil, iniciar un interrogatorio a la víctima, tendiente a indagar la supuesta violación e infidelidad en que éste habría incurrido con la conviviente de Rocha Vera, la señora Verónica Espinoza. Para tales efectos, procedió con el electroshock a aplicar golpes de corriente en el cuerpo de Jaime Oliva Robles, pretendiendo con ello causar el dolor suficiente a la víctima para arrancar la confesión que necesitaba y confirmar de esa manera las sospechas de infidelidad que mantenía respecto a su pareja. No logrado su objetivo, Rocha Vera procedió a verter en el interior de la habitación los cinco litros de bencina que se encontraban al interior de la caja, pidiéndole al acusado César Osores Curivil que saliera de la habitación para acto seguido prenderle fuego. Dado el alto nivel de combustibilidad, el fuego alcanzó al propio Rocha Vera, ocasionándole heridas que causaron posteriormente su muerte. Los golpes de corriente, prolongados en el tiempo, aplicados con el electroshock a la víctima, la avanzada edad de éste, las mortales quemaduras sufridas con ocasión del incendio, y una cardiopatía hipertensiva que sufría, como enfermedad de base, causaron su muerte", versan los documentos judiciales.
Rocha resultó con el 42 por ciento de su cuerpo quemado mientras que Fernando Oliva terminó carbonizado.
Morales y Osores aún cumplen una pena de 12 años de cárcel por el delito de homicidio calificado.



