El talentoso pintor que eligió a San Juan para encontrar la paz
Hace poco más de 10 años que el artista nacional, uno de los más grandes de las últimas décadas, decidió radicarse en la zona, aun cuando su esposa por más de medio siglo no estaba del todo convencida por el cambio.
Hablar del pintor Sergio Montero van Rysselberghe significa referirse a uno de los nombres más importantes de la pintura nacional del último siglo. Hace casi una década que, junto a su esposa, decidió dejar el caos de Santiago y radicarse en San Juan, en una parcela donde podría estar tranquilo y dedicarse al arte, ya no para vivir de él, sino para disfrutarlo.
Eso sí, su esposa y compañera por 53 años, Ellen, no estaba del todo segura de este cambio, a pesar de que su familia fue de Santo Domingo desde siempre. "Mi señora se vino, no tan encantada porque a ella le gustaba Santiago, pero no manejaba. Era yo el que tenía que luchar contra todo ese caos", explica Montero con una sonrisa nostálgica.
"Mi señora era de Santo Domingo. Estuvimos casados como 53 años, fuimos muy felices. Hay gente que dice que fue feliz en el matrimonio, pero no es así. Nosotros con mi mujer fuimos realmente muy felices", recuerda mientras miraba un busto en bronce con la imagen de ella, ubicado en el centro de su casa.
"Todavía no me acostumbro a su ausencia, pero el cáncer, la enfermedad de la que todos mueren ahora, se la llevó", agrega.
Hace poco más de un año que quedó viudo, por eso le cuesta un poco hablar del tema.
Este hombre de 87 años, por ahora, prefiere centrarse en hablar de sus seis hijos, mostrar las fotos de sus incontables nietos y explayarse con su pasión: la pintura. Su casa está llena de fotografías actuales y antiguas de su familia, desde sus padres y primos, hasta sus nietos más pequeños. Tiene apilados varios de sus cuadros, algunos ya terminados esperando ser enmarcados y otros que están en proceso de ser finalizados.
Tiene una biblioteca con tomos de todos los temas que llaman su atención, desde el arte e historia universal hasta filosofía y física. Junto a la biblioteca están sus atriles. "Antes los hacía yo, pero a estas alturas ya no puedo", comenta con una cálida sonrisa. "En el atril del centro tengo un invento, que es una especie de brazo móvil con una lupa. Vinieron unas personas de ingeniería de una universidad a verlo, les llamó la atención porque se movía".
Un lugar muy especial de su casa es donde tiene ubicada una marina de Pacheco Altamirano, quien fue su gran amigo y maestro.
El principio
Primero decidió estudiar Arquitectura en la Pontificia Universidad Católica de Chile, pero en cuarto año decidió salirse para estudiar Arte.
Antes de cambiarse de carrera, cuando tenía alrededor de 20 años, ya mostraba su talento. "Iban a operar a mi madre de la columna, se podía morir, así es que le hice el primer retrato, cuando ella tenía poco más de 40 años. Al final, la ciencia venció", cuenta con una sonrisa mientras muestra el cuadro de su madre Ivonne, ubicado -curiosa y casualmente- frente al busto de su esposa.
Después de eso, quiso cambiarse de carrera y su padre, Antonio Montero Carvallo, al principio no quería, pero finalmente lo apoyó.
Don Antonio siempre fue una de las grandes inspiraciones para Sergio.
"Mi padre fue el director de la clínica Santa María por 40 años. Falleció hace varios años, pero estoy lleno de cuadros de él, porque lo adoraba y a mi madre también, Ivonne van Rysselberghe, de familia famosa en Chile".
"Sí -aclara antes de que se le preguntara- de la misma familia que Jacqueline van Rysselberghe, que es mi sobrina, es hija de un primo hermano", explica al recordar su parentesco con la senadora del Biobío.
Mientras relata la relación con la senadora, el octogenario artista muestra un rostro en bronce que está colgado en una de las paredes de su casa. "Es de mi tío, el escultor Germán Montero, que hizo la escultura del Ovejero de Magallanes".
Puc
Sergio Montero estuvo ligado toda su vida a la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), primero como estudiante y luego como académico.
"Me formé y fui profesor de la Universidad Católica por muchos años. Me tocó la Escuela de Artes clásica y fui uno de los Fundadores de la Carrera de Diseño. Fui director muchos años del departamento de Artes. Un día alguien me corrigió y me dijo 'usted no era director, era el jefe'. Ahí yo dije bueno ya, el jefe entonces", señala con el sutil sentido de humor lo caracteriza.
Sin embargo, no solo fue académico en la PUC, durante varios años dio clases en su casa en Santiago, en un estudio que improvisó al agrandar el comedor de su casa.
Ahí formó a varios de los rostros más importantes de la pintura actual en Chile.
Viajes
Este connotado pintor es un agradecido de la vida y, sobre todo, de la pintura, "porque gracias a estas manos pude recorrer todo el mundo"..
Se reconoce un hombre muy curioso y, por lo mismo, quiso recorrer varias culturas, aunque, sin duda, está completamente enamorado de Italia. "La recorrí completa", dice.
Vivió durante dos años en Estados Unidos, donde sobrevivió gracias a sus obras pictóricas.
Parra y Neruda
"Debo confesar que soy un admirador de Neruda, creo que es el mejor de la historia", afirma mientras recita unos versos de su poema favorito.
Al preguntarle por Nicanor Parra, es enfático al señalar que fue "otro genio, a la altura de Neruda". Luego se da tiempo para recitar unos versos del antipoeta.
"A Mistral también la conocí, pero su poesía es demasiado dulce para mí, no es de mi estilo nada más, pero los conocí a todos ellos, si tengo 87 años. Compartí con ellos y eran unos genios", concluye.
Santo Domingo
Sergio es un agradecido de la vida y enamorado de la zona. Es feliz al explicar que a sus 87 años conoció Llolleo cuando apenas tenía pocas casas y cuando Santo Domingo todavía no pensaba ser el balneario que es hoy.
"Y como venía siempre fui viendo cómo surgía todo de a poquito", recuerda.
En todo momento también recalca que su elección por esta comuna del país se dio por temas familiares, porque "siempre he tenido mucha relación con la zona, antes iba donde mis suegros que tenían casa en Santo Domingo. Después compré estas parcelas, que son seis, porque tengo seis hijos. En una de esas parcelas vivo yo, pero sigue siendo de uno de mis hijos", dice con su habitual sentido del humor.
Exposiciones
Aunque tuvo cientos de lugares donde mostrar sus cuadros, uno de los preferidos fue el Instituto Cultural de Providencia.
"Ya no hago exposiciones, a veces me toca de rebote, pero ya no. Ahora pinto mejor que antes eso sí, pero es un cacho exponer, contratar salas y ya pasó la vieja como dicen", finaliza con una sonrisa.