Camionero revivió la terrible experiencia que tuvo el 27 F
Desde hace 5 años Manuel Pérez no había ido a los Ojos de Mar . Hoy recuerda cuando encontró el cadáver de una de las víctimas. Además, repasa su vida en las rutas del país a bordo de su camión.
Es la madrugada del 27 de febrero de 2010. Un terremoto de magnitud 8.8 grados Richter, con epicentro frente a las costas de la Región del Biobío, golpeó al país y las consecuencias aún están por verse.
En San Antonio el movimiento telúrico alcanzó una intensidad grado 7 en la escala de Mercalli y se sintió con tal fuerza que generó temor y angustia en la comunidad, pero en el sector del camping de Llolleo lo peor está por venir.
Instantes después del terremoto, muchas de las personas que habían llegado al lugar a disfrutar sus vacaciones en las pequeñas cabañas del conjunto habitacional que se levantaba junto al mar, no sabían lo que vendría.
La naturaleza se manifestó con fuerza y sin piedad.
Con inusitada fuerza el mar azotó la costa avanzando tierra adentro y llevándose consigo las casas del camping y dejando 5 víctimas fatales.
La tragedia no se olvida ni se olvidará en San Antonio.
Es por eso que el camionero sanantonino Manuel Pérez Magaña (75) aún recuerda el instante en que encontró el cuerpo de una persona fallecida en medio del tsunami en Llolleo.
Han pasado 8 años, pero este trabajador jubilado no olvida ese momento. Más ahora cuando después de 5 años regresó al lugar de los hechos.
Allí, en el recinto donde dejaba el camión con el que trabajaba y que se ubica a un costado de los llamados Ojos de Mar, las imágenes de aquel día volvieron a su mente como una película.
Hallazgo
"Yo vivo en Bellavista y el terremoto se sintió bien fuerte, pero mi casa aguantó bien, así es que me preocupé de arreglar algunas cosas y después ver qué había sucedido. Nunca me imaginé que el mar se había salido en Llolleo y mucho menos que habían muerto personas. Al otro día cuando fui a ver cómo estaba mi camión, me encontré con mucha gente en el lugar y con toda la destrucción de las cabañas del camping", recuerda Pérez mientras con su mano hace dibujos en el aire como para que uno se haga una imagen mental del panorama.
"Esta laguna -Ojo de Mar Sur- estaba llena de restos de casas, paneles, tablas, de todo", dice.
El recinto donde estaba el camión Kenwood 96 que conducía no tenía grandes problemas salvo el barro que empantanaba a quienes caminaban por el lugar.
"Pasaron algunos días y volví al lugar retomando la rutina que tenía antes del terremoto. Estaba en eso cuando vi a otro chofer al que le decíamos 'El Viejo Chico' andando sobre los paneles que aún estaban en el agua. Llevaba una radio en sus manos y pensaba que podría utilizarla en su casa... Le dije que eso era peligroso porque ya estaban muy mojados. Estaba en eso cuando veo hacia abajo y veo la mano de una persona... Era un muerto", comenta.
-¿Qué sucedió después?
-Avisamos a los carabineros que estaban en el lugar. Ellos tomaron el procedimiento.
-¿Supo de quién se trataba?
-No. No supimos nada más. Solo recuerdo que el cuerpo vestía unas ropas como las que usan los guardias. Era un hombre no muy mayor. Los carabineros preguntaron quién lo había encontrado y todos me apuntaron, pero otro colega, el mecánico Segundo Peña, se hizo responsable y luego realizó todos los trámites legales por eso. Yo me libré de todo, salvo de los periodistas.
-¿Por qué?
-Porque al otro día iba llegando al recinto donde trabajaba y había un montón de periodistas con cámaras de televisión, micrófonos y todo eso. A mí no me gusta mucho eso, pero como alguien les había dicho que yo había encontrado el cuerpo, todos se me vinieron encima a preguntarme sobre lo sucedido.
-¿Qué les dijo?
-Lo que sabía nomás, dónde lo había encontrado y lo que había pasado con él, pero nunca supe la identidad de esa persona.
-¿Fue famoso por un momento?
-Sí, fue un momento, pero no lo busqué. Son cosas que pasan. En mis años de trabajo vi muchas cosas...
En las rutas de Chile
Manuel Pérez tuvo una larga trayectoria como camionero en las carreteras del país. Dice que desde el año 1960 entró en contacto con los camiones en su natal Cumpeo.
Desde que se subió al camión y se instaló tras el volante, no se bajó más. Se hizo conocido por sus colegas quienes lo bautizaron como "El potro de Cumpeo", algo de lo que él no entrega mayores detalles. "Son cosas de los camioneros. Así nos tratamos", cuenta con una sonrisa.
Así recorrió desde Arica a Chiloé llevando diversas mercaderías. Conoció lo bueno y lo malo de la pega. Largos turnos de trabajo, horas de sueño entregadas a la ruta y momentos familiares dejados de lado por estar en la carretera.
"Viajé mucho, de norte a sur, pero me quedé en San Antonio. Acá tengo mi casa", dice enfático.
-Como camionero vio de todo...
-Uhh, es que son tantos años. Imagínese, accidentes, paisajes hermosos, historias increíbles como esa vez que me encontré con una niña que adivinó todo mi futuro.
-¿Cómo fue eso?
-Estaba en Quillón, en la Octava Región y en un lugar una mujer joven me pidió que la llevara. Paré en la berma y ella subió. No debería haber tenido más de 25 años, vestía de celeste y blanco. Hablaba poco, le ofrecí algo de comer, pero ella no quiso. En la conversación me dijo que al día siguiente yo iría a Buin, que no dormiría en mi cama y que pasaría por debajo de un nogal. Recuerdo que la dejé en un lugar de la carretera donde había una animita con el nombre medio borrado. Pensé que bajó ahí porque iría a ver esa animita.
-¿Le pareció raro?
-Al principio no, pero después cuando se lo conté a otras personas, me dijeron que esa mujer suele aparecerse por ahí. Nadie sabía quién era ni porqué se vestía de blanco y celeste. Me quedé pensando cómo sabía ella adónde iba a yo y lo que tenía que hacer, cómo sabía que iba a cargar madera. Si hubiera sabido eso le habría preguntado por el número de la Polla o algo así, jajajaja. Quizás no habría estado aquí jajaja.
Manuel Pérez Magaña hoy vive tranquilo en San Antonio. Reconoce, eso sí, que el trabajo le pasó la cuenta en su salud. "Sí, debido a que uno es desordenado para comer surgen enfermedades como la hipertensión y diabetes. La vida del camionero es así, se trabaja como sea, incluso con sueño. Solo una vez desperté manejando. Iba por Peumo como a las 3 de la mañana y sentí un bocinazo, me desperté y me di cuenta que iba manejando. Me detuve. Gracias a Dios no había pasado nada. Desde ese momento me dije que nunca más manejaría con sueño... No valía la pena ese riesgo".