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El fisicoculturista y ex marino mercante que navegando conoció 27 países

En la década de los setenta fue exiliado político y se fue a trabajar a Grecia hasta mediados de los ochenta. Paralelamente, sigue desarrollando el fisicoculturismo hasta el día de hoy.
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Pablo Jesús Gómez

Víctor Armando Montero Hernández cursó hasta sexto básico en el Grupo Escolar de Barrancas y tuvo que ponerse a trabajar. A los 14 años, debió tomar las riendas de su casa, ya que su padre, Alfredo Montero, había optado por seguir un camino diferente, ya que prefería ir al Fundo de Llolleo a compartir con sus amigos, que hacerse responsable de las tareas del hogar que compartía junto a su señora Clara Hernández y sus hijos.

Sin tener más opciones, salió del colegio y su primer trabajo fue como descuerador de langostinos y camarones en una empresa pesquera en el interior del puerto de San Antonio. Allí lentamente fue forjando el carácter y la personalidad que lo acompañan hasta el día de hoy.

"Yo nací en Carampangue (provincia de Arauco) y a los 11 años llegué a San Antonio, a la casa de mi abuela materna que estaba en calle Simón Bolívar en la población Juan Aspeé. Lo bueno es que en el sur nos criaron con buena alimentación, porque nos daban piñones, maqui, entre otras cosas", afirma Víctor Montero.

Tras desempeñarse como descuerador, su siguiente empleo también fue en el puerto, esta vez descargando las mercaderías que llegaban a San Antonio. Allí formaría junto a un grupo de colegas jóvenes un movimiento social que tomó fuerza durante la dictadura militar.

"Teníamos un grupo con compañeros de trabajo que nos juntábamos harto y que recuerdo era muy rockero en esa época. Y cuando fue el golpe militar nos involucramos harto en política por lo que tomamos partido por ir contra la Dictadura. Eso me valió en 1977 tener que irme exiliado a Grecia ya que acá había sido detenido tres veces. Aparte un vecino que tenía era sapo, así que tuve que dejar Chile", explica el ex portuario, quien desde 2009 recibe una pensión como exonerado político.

Al viejo continente

Lo primero que recuerda Víctor sobre su viaje a Grecia es la forma en que tenía que conseguir su permiso para trabajar como marino mercante, oficio que lo haría conocer con el tiempo más de 27 países alrededor del mundo.

"Eran verdaderas mafias que controlaban todo. Había que pagarles 700 dólares y podías comenzar a trabajar arriba de un barco. Lo que sí cuando llegué a Europa quedé botado primero en Italia y allí conocí a unos chilenos que eran lanzas internacionales que me ayudaron incluso con los 700 dólares para poder empezar a trabajar", detalla.

Dentro de las peripecias que tuvo que hacer en el Viejo Continente para sobrevivir, recuerda "que íbamos a velorios solamente porque regalaban bombones o café caliente, entonces llegábamos solamente para poder comer. O también a matrimonios porque regalaban galletas. Dormí muchas veces en Grecia en la playa y hasta en un cementerio sin darme cuenta. Pero había que hacerlo ya que los primeros meses en Europa no fueron fáciles".

Una vez que pudo establecerse como marino mercante, Víctor Montero logró afirmar también el bolsillo. Al mes podía ganar sobre los mil dólares. "El primer viaje que hice fue desde el puerto de Pireos hacia Inglaterra. Estuve más o menos hasta mitad de los ochenta trabajando en barcos, hasta que me caí por una escotilla y me quebré la mano. Después los griegos me estafaron porque en el finiquito no pusieron que yo tenía un problema médico sino que dijeron que yo había tenido un conflicto y que por eso me iba. Entonces no me pagaron toda la plata que era", explica.

La experiencia europea fue positiva, ya que asegura que pudo conocer muchos lugares y países. "También los días libres íbamos con otros chilenos a los conciertos gratuitos que se hacían en Grecia y podíamos escuchar buenos grupos. Y las playas para qué decir, eran en verano muy buenas y con harta gente, así que se pasaba bien".

Retorno

De vuelta en San Antonio, Víctor Montero volvió a trabajar en el puerto como estibador, donde se desempeñaría hasta cerca del año 2000. Ese sería su último oficio antes de jubilar definitivamente.

Paralelo a su trabajo como mercante y estibador, mantuvo una vida de fisicoculturista que lo llevó incluso a participar en campeonatos nacionales cuando estaba de vuelta en Chile.

"El 88 fui a un campeonato en Vitacura, en Santiago, y en mi categoría, que era entre 65 y 67 kilos, pude ser el ganador", hace memoria Víctor Montero, quien actualmente tiene un pequeño gimnasio en su casa ubicada en el pasaje Las Flores de la población Brisamar, en San Antonio.

A sus 68 años (6 de julio de 1949), entrena sagradamente lunes, martes, jueves y viernes, y sigue una dieta que incluye proteínas y comida saludable. Con una figura envidiable y las calugas aún marcadas, Víctor asegura que "el deporte ha sido fundamental en mi vida, así que me mantengo entrenando constantemente. Espero hacer deporte hasta el último día de mi vida".

a sus 68 años, víctor montero se ha mantenido atléticamente gracias a su constante trabajo con las pesas que practica cuatro veces por semana.
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