Sanantonino logró doblarle la mano al destino a punta de esfuerzo y trabajo
El comerciante Miguel Angel Zúñiga tuvo una niñez e infancia muy duras luego de que su madre fuera asesinada y su padre lo abandonara. Tras varios tropiezos en la vida, logró formar su familia que hoy es su más grande orgullo.
Cada vez que habla de su familia sus ojos se llenan de lágrimas. Para Miguel Angel Zúñiga detenerse a mirar todo lo que ha construido hasta ahora lo llena de orgullo, sobre todo porque desde muy pequeño tuvo que aprender a sobrevivir.
Cuando tenía 9 años, su madre fue asesinada por su pareja y su padre, un pescador artesanal con problemas de alcoholismo, lo maltrató al extremo de tener que dejar su casa.
"A los 7 años me fui de la casa. Dormía en la caleta o en unos puestos amontonado con los perros, pidiendo comida en la calle. Tuve que luchar harto porque mi vida fue muy dura", explica.
Para salir adelante este sanantonino trabajó pintando casas, arreglando jardines, entre muchas otras cosas. Eso hasta que un día mientras cuidaba autos en el sector de la caleta, un vendedor de dulces le ofreció un trato.
El comerciante era distribuidor de dulces Halls, los cuales recién habían salido al mercado y luego de cuidarle el auto por todo el día, este hombre le dio 200 pesos de propina.
"Después me pasó una caja de Halls y me dijo que lo mejor que podía hacer para ganarme la vida era vender en las micros. Me pasó una caja de dulces con el compromiso que se la pagaría cuando él viniera de nuevo, pero nunca más apareció", recuerda.
Con el pasar del tiempo este niño se fue ganado el cariño de quienes vivían en el sector de la caleta y en calle Pedro Montt. "Era un niño honrado, por eso me gané la confianza de la gente, pero cuando fui creciendo me puse a hacer cosas malas".
Durante su adolescencia deambuló por varios sectores de la bohemia sanantonina. Vendía dulces y charqui el cual compraba frente al Mercado en una distribuidora de confites que se llamaba "Don Mario".
Tenía apenas 11 años cuando salió por primera vez a la mar. Al principio solo salía a cambio de un poco de pescado, pero cuando ya había aprendido lo suficiente ganaba un poco más. Aún así no le alcanzaba para salir adelante.
"Después dejé la pesca por un rato para ponerme a encajonar pescado y hacer otras cosas, aunque igual seguía viviendo en la calle. Trabajaba duro y no me alcanzaba para vestirme y como tenía varios amigos bandidos, me fui metiendo en cosas malas", cuenta.
Esos errores lo llevaron a cumplir varias condenas en la cárcel. Asegura que una última conversación que tuvo con unos internos lo llevaron a replantearse su vida.
"Me dijeron que yo debía trabajar y que muchos de ellos habían perdido todo por no querer cambiar. Ellos decían que yo era una buena persona y que tenía que salir de esto. Cuando salí de la cárcel conocí a mi mujer y ahí todo cambió", confiesa muy emocionado.
Miguel Angel conoció a Jeannette Fredes cuando era muy niño. Por cosas del destino, no se vieron por un largo tiempo. Cuando salió de la cárcel se reencontró con este antiguo amor y tras dos años de pololeo, la pareja contrajo matrimonio.
Para este trabajador, que también es conocido con el apodo de "Miguelacho", el apoyo de su mujer ha sido de vital importancia, por eso se emociona cada vez que recuerda el camino que ambos han recorrido en todos estos años en donde lograron formar una linda familia.
"Di un vuelco total en mi vida y por 22 años trabajé en la mar. Estuve un tiempo saliendo a pescar y otro en tierra. Cuando yo era niño me propuse tener una linda familia. Pude educar a mis hijos y gracias a Dios todo me ha resultado", dice.
María José (29), Miguel Angel (24) y José Miguel (15) son sus tres hijos y sus tesoros más preciados. Cuando habla de ellos y de sus logros, su pecho se infla, sobre todo cuando la compara con su cruel infancia.
"Mi papá me sacaba la cresta. No estaba ni ahí con nosotros, por eso tuve que vivir en la calle y pasar de todo para lograr sobrevivir. Yo no quería eso para mis hijos. Todo mi esfuerzo ha estado enfocado en sus estudios y en que ellos sean profesionales", explica.
-¿Por qué el apodo de "Miguelacho"?
-Antes de conocer a mi mujer y cuando yo era un bandido tenía cuatro pololas. Uno era un cabro y para poder dormir en una camita yo me quedaba con las chiquillas de los cahuines, por eso me pusieron así.
La muerte
Este hombre de 51 años decidió dejar su trabajo en el mar luego de tener varios accidentes mientras se encontraba en plenas faenas. Esto lo llevó a replantearse la posibilidad de dejar la pesca artesanal de manera definitiva.
"Me anduvo persiguiendo la muerte como un año y medio. Nos varamos en El Tabo, casi nos dimos vuelta en Punta de Tralca, después nos agarró un barco y en otra oportunidad, estuvimos 18 horas navegando durante un temporal. Me acuerdo que ese día miraba al cielo y le preguntaba a Dios por qué tenía que morir ahora", detalla y luego agrega "para mí Dios siempre ha sido muy importante porque antes de conocer a mi señora, solo era yo y él, mi único consejero".
Atrás dejó su trabajo en el mar para comercializar una especie de whiskey que él mismo elaboraba de manera artesanal y que los más incautos compraban como si fuera el más rico de los licores escoceses. "Un huevón que compra whiskey en la calle es porque nunca ha tomado".
"También vendía locos, pero después se puso mala la cosa, así que volví a vender pescado. Andaba con una carretilla por todos lados. En la noche pescaba en el muelle y en la mañana vendía. Me iba bien y eso era mucho mejor que andar metido en cosas feas", dice.
Hace 12 años abrió su puesto de venta de pescado ubicado a pasos del muelle. Estos locales fueron construidos cuando Lucía Menares dirigía los destinos de San Antonio y desde ese día Miguel Angel ha liderado una lucha para hermosear este sector tan concurrido de la comuna y que a diferencia de otros mercados del país, está abierto todos los días del año.
El instaló frente a su pescadería llamada "Miguelacho" y que está ubicada en el local 13, un letrero ofreciendo sus productos en español y en inglés. También remodeló su local para ofrecer una mejor atención a su clientela. "La gente merece un lugar mejor, pero para hacer cualquier cosa acá ponen muchas trabas. Para todo te limitan. Este es uno de los sectores más antiguos de la comuna y hace rato que debería haber sido arreglado".
Este ex dirigente del club Pedro Aguirre Cerda es un agradecido de la vida y de las oportunidades que ha tenido porque asegura que todo lo que se ha propuesto lo ha conseguido. "Estoy orgulloso de mi familia y de todo lo que hemos conseguido porque sin ellos no habría sido capaz" dice entre lágrimas de emoción y orgullo.