Mirta Campos, la sacrificada pastora que rehabilita a los drogadictos y alcohólicos
Sufrió en carne propia el flagelo de las adicciones y hoy lleva más de 11 años ayudando a las "ovejas descarriadas".
Cristián García (36) confiesa que hace algunos años se robó hasta las cañerías de cobre de su hogar para conseguir pasta base.
"Yo era policonsumidor: le hacía a la marihuana, cocaína, pasta base, alcohol y todo lo que podía. Eso me llevó a perder mi casa, mi esposa, hijo, automóvil, trabajo y quedé en la calle, tirado y solo", confiesa este hombre, quien asegura que hoy vive alejado de cualquier tipo de estupefacientes.
"Yo igual he estado en otras comunidades, pero todas terapéuticas. Acá es distinto, porque nos dedicamos a la palabra de Dios. Es un avance grande para mí, porque dejé las drogas y el cigarro. Además de eso, también ha sido bastante positivo lo que he alcanzado espiritualmente", dice García.
Álvaro Iturra (31) cuenta que "estuve en otro hogar donde me exigían llegar con $21 mil en venta de productos. Si no lo hacía ponían una cara de dos metros. Así es difícil mejorarse de esto".
"Lo mío era el alcohol y la cocaína. Yo trabajaba vaciando los tarros de basura en los camiones recolectores y ahí, por el sol, tomaba harta cerveza. Llegué a un momento en que comencé a perder a mi señora y a la familia en general. Yo de niño iba a la iglesia, pero me perdí del camino", afirma.
El sanantonino Martín Musri (39) detalla que por culpa de la drogadicción lo estafaron millonariamente con una herencia familiar.
"Yo consumía pasta base y estaba muy adicto. Recibí una herencia, de esos locales que están en el centro de San Antonio, y como necesitaba pasta base llegó un abogado y me dio un millón de pesos por una herencia avaluada en $100 millones. Como si fuera poco también perdí a mi familia", reconoce.
Musri comenta que su familia tiene un buen pasar económico y que él perfectamente pudo aprovechar esa herencia, sin embargo, "los monos" cegaron a este arrepentido vecino de la comuna cartagenina.
"Yo llegué a la calle. Con puros diarios me tapaba para pasar la noche. Salía a machetear para drogarme, lo único que quería era pasta", agrega.
"Hay que vivirlo"
La cocaína, pasta base, alcohol y pastillas causaron estragos en la vida familiar de Mirta Campos Ronda.
Hace 25 años que esta mujer llegó a la comuna de San Antonio para conformar su hogar, junto a su pareja. Su vida parecía normal hasta que las drogas entraron en su círculo íntimo.
"Tuve un matrimonio bien complicado. Sufría al ver a la otra persona (marido) que se alcoholizaba, drogaba y que no veía a sus hijos. Yo viví todo el proceso y sé cómo se desenvuelve un drogadicto, las mentiras que puede decir, lo manipulador que llega a ser", describe.
Su quiebre matrimonial fue inminente y ella debió sacar adelante a sus tres hijos.
"Yo conocí la religión cristiana-evangélica el 2007 por esta experiencia personal. Tuve depresión, hubo un quiebre matrimonial, además de hartas cosas en mi vida que me llevaron a conocer la religión. Por ese periodo mucha gente me predicó sobre Cristo y me decían que me podía sanar de mis problemas. Ahí comenzó todo. Es complicado pasar por esto y a veces se habla mucho de las drogas, pero hay que vivirlo para entender", recalca.
Mirta logró sobreponerse a la triste realidad que le tocó vivir gracias a la palabra de Dios, como ella misma lo destaca. De ahí en adelante ha comenzado un esforzado peregrinar para rehabilitar a las personas que se encuentran hundidas en el alcohol, las drogas y en situación de calle.
"En mayo de 2017 formamos el Ministerio Soldado de Dios, en la comuna de San Antonio. Es un centro de apoyo, una casa de acogida para jóvenes con problemas de alcohol, drogas y en situación de calle", menciona.
Mirta enumera en 800 personas las que han pasado por esta casa buscando una restauración completa de sus vidas. No ha sido fácil, aclara, puesto que todo ha sido a pulso.
"Creo que esto de ayudar a la gente viene desde siempre, porque tuve a familiares involucrados en la droga, gente que estaba alrededor mío también. Desde ahí yo creo que nace esta ayuda social. Lo que hacemos es rescatar gente de la calle. Hay personas que no tienen adonde derivar a sus familiares por el tema terapéutico y sicológico que son muy caros", cuenta la pastora Mirta, quien ha dedicado los últimos 11 años a combatir las drogas con la palabra del "Señor".
Por este centro, que estuvo ubicado en calle Sargento Aldea, en la comuna de San Antonio, pero que hoy se encuentra operando en Cartagena, han transitado hombres y mujeres desde los 15 hasta los 60 años.
"Nos ha costado mantenernos, porque la gente mira con malos ojos estos centros. Lo asocian muchas veces a la delincuencia y no es así. Hoy estamos ubicados en Cartagena, no queremos dar la dirección para no perder nuestra casa. Tenemos a 12 personas que han dejado las drogas y que están trabajando para recuperar a su familia, que es el objetivo de esto. En varios casos ha ocurrido eso, otros incluso son pastores y predican el Evangelio".
Agradecidos
Dentro de esos 12 discípulos de la pastora Mirta se encuentra Cristián, Álvaro y Martín, quienes se encuentran agradecidos por la ayuda y el cariño entregado en su rehabilitación.
El primero de ellos lleva casi un año y medio en este centro y recuperó, luego de 14 largos años, el contacto con su hijo.
"Dios me premió con la perseverancia. Después de una predica sobre los hijos, recibí el llamado del mío. Fue emocionante", relata.
Álvaro, por su parte, explica que "yo tomé la decisión de venir a este centro, porque quiero recuperar a mi familia, quiero que vuelvan a confiar en mí, quiero volver al camino correcto".
Martín lleva más de 9 meses sin consumir ningún tipo de estupefaciente y su familia está empezando a confiar en él. "Estamos viendo con abogados para recuperar la herencia. Mi familia me habla y eso ha sido lo más lindo", culmina entre lágrimas.