Un final poco feliz
por Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo.
El legado que deja el segundo gobierno de Michelle Bachelet (y los que la precedieron desde la recuperación de la democracia) sólo se conocerá en su real dimensión con el paso del tiempo. La polvareda provocada por la desafortunada conjunción de la crisis de Carabineros y el caos en torno a Punta Peuco, ha confundido a los chilenos como no ocurría hacía tiempo. Ello hace imposible en este momento un balance objetivo de su paso por La Moneda.
Sí se ha ratificado que la Nueva Mayoría nunca fue un movimiento capaz de sustentar efectivamente al gobierno. Fue una creación artificial forzada por el voluntarismo de algunos sectores que vieron, acertadamente, que la Concertación se estaba diluyendo. Pero el remedio fue peor que la enfermedad. El irreflexivo impulso inicial, retratado en la imagen de la retroexcavadora, marcó negativamente estos cuatro años. La situación se agravó, por cierto, por la cómoda actitud del Partido Comunista, con un pie en La Moneda y otro en la calle, y la despiadada guerra de guerrillas del Frente Amplio. Tampoco ayudó, cuando llegó la hora de la verdad, la indefinición de la Democracia Cristiana, lejos de la noble tradición de sus fundadores.
Si todo esto fuera poco, a la hora del balance no se puede olvidar el efecto de la crítica implacable de la ultraderecha y la irresponsabilidad de las redes sociales. Tampoco cabe dejar de lado el decaído estado de ánimo de la Presidenta tras el Caso Caval. Solo al final de su gobierno Michelle Bachelet transparentó ligeramente la profundidad de sus heridas y el dolor causado.
En una perspectiva de más largo plazo, lo peor para Chile ha sido, sin duda, la crisis de Carabineros. Personificarla exclusivamente en el general Bruno Villalobos sería un error, comprensible pero error al fin. Hasta ahora nadie ha logrado explicar, por ejemplo, por qué no avisó cuando se fue de vacaciones al Caribe en medio de los cuestionamientos de la desastrosa Operación Huracán. La gravedad del problema es, sin embargo, mucho mayor y de más largo aliento. Es el alma misma de Carabineros la que ha sido puesta a prueba. Desde el tiempo de Pinochet esta rama policial fue relegada a un papel secundario. ¿O es que nos hemos olvidado de los chistes sobre "Mendocita"?
Una razón posible para entender la historia es que desde siempre se ha tenido en claro que Carabineros representa una poderosa fuerza de combate, gracias al profesionalismo de su personal. Para evitar eventuales problemas, se adoptó la cómoda política de dejarlos tranquilos. Lograron así un alto grado de autonomía. A ello se sumó una asignación presupuestaria sin control externo, que los puso en un lugar de privilegio, propicio para la corrupción.
Llegar a una conclusión acerca del legado de Michelle Bachelet únicamente sobre la base de estos elementos de juicio, desconoce su obra maciza. Su gobierno benefició a miles de personas que ganaron en dignidad y mejores condiciones de vida en todo sentido. El precio, inevitablemente, fue su mayor capacidad de hacerse oír y plantear, duramente a veces, sus exigencias
Por eso, a la hora de un primer balance sobresalen las insuficiencias y no los avances. Solo el tiempo permitirá aquilatarlo todo y decidir si fueron más los aciertos que los errores.